"Según las palabras de quienes queremos, los miedos están para afrontarse y no para dejarlos hacer con nosotros sus propios títeres.
Me encuentro justo en el camino de dejar atrás el ser un títere de mis miedos, y aunque es complicado porque el mayor de ellos es ligado a una persona de mi rota familia, no estoy dispuesta a que eso me detenga."
17 de abril del 2015
─ ¿Estás segura de querer hablar con ellos y Priscila? ─vuelve a preguntar así como me mira brevemente, otra vez ─Porque si no estás segura yo puedo dar la vuelta ahora mismo y llevarte a otro lugar.
─Esa suena como una oferta tentadora ─respondo mientras coloco una de mis piernas debajo de la otra para poder estar más cómoda ─ más declino tu oferta, en esta vida hay que ser valientes ¿No?
─Sí, hay que serlo ─dice sin mirarme.
El trayecto hacia la que era mi casa hasta hace casi un mes me parece tan largo que cuando estamos bastante cerca me pongo a pensar si debemos detenernos y dar la vuelta. Libero el aire que guardaba en mis pulmones antes de volverme a sentar bien y pasar mis manos por mi pantalón, están sudando y es porque me encuentro bastante nerviosa.
─No estés nerviosa ─dice Abraham mirándome brevemente ─, yo estaré ahí para apoyarte y si veo que las cosas se salen de control tomare tu mano y te sacare de ahí.
Cierro mis puños y volteo para darle una pequeña sonrisa en agradecimiento, pero eso no quita mi nerviosismo y escepticismo sobre lo que pudiera llegar a suceder dentro de esa casa.
Abraham gira hacia la derecha y es cuando mi corazón comienza a latir con demasiada velocidad al poder ver mi casa a mitad de la calle, solo son unos metros los que me separan de una cruda realidad en donde mi tranquilidad se fue al carajo aquel día luego de su llegada. Se adentra en el estacionamiento que hay afuera de la cochera y apaga el coche para luego bajar del mismo, todo parece ir en cámara lenta cuando me dedico a verlo rodearlo y dirigirse hacia mi puerta solo para abrirla y hacerme bajar del coche. No quisiera hacerlo pero ya hemos llegado hasta acá como para arrepentirme.
─Ellos no muerden, Noa ─dice tomando mi mano.
─Lo sé, pero tengo la impresión de que lo harán al menos Priscila y mamá.
─Bueno en ese caso tengo la vacuna antirrábica dentro del coche ─dice guiñándome uno ojo y mostrando esa sonrisa socarrona que nunca suele mostrar.
─Eres un tonto ─rio de su declaración. Dejo reír cuando caigo en cuenta de que es momento de entrar y dejar esto atrás, necesito a papá en mi vida y también a mamá pero no seré compasiva si ella decide darme la espalda e irse con Priscila ─. Es hora.
Él asiente y toma mi mano comenzando a caminar hacia la casa, cuando estamos justo en frente de la puerta el me da la oportunidad de tocar el timbre pero no me atrevo hacerlo hasta después de varios minutos. En el fondo de la casa se escucha el tradicional «¡Voy!» de mamá, esa sola palabra me hace querer llorar pensando en todo lo que pasamos luego de esa noche, luego de que no quisiera que papá se me acercara porque no toleraba tener a un hombre cerca de mí.
Cuando por fin abre la puerta ella se queda quieta ante la sorpresa de tenerme en su puerta, niega con la cabeza y se hace a un lado para dejarme pasar junto con Abraham. Escucho un sollozo pero puede que solo se inventos míos hasta que me giro y veo que lo que escuche era verdad.
─ ¿Y papá dónde está? ─pregunto al no verlo sentado en su sillón leyendo algún libro sobre su trabajo o simplemente el periódico.
─Ha salido por la cena ─ responde, se acerca hacia dónde estamos y por un momento veo la duda cruzar por su rostro sobre si decirme algo ─ ¿Cómo has estado, Noa?
─He estado bien mamá.
Ella asiente y parece incomoda con la situación extraña en la que nos hemos visto envueltos justo ahora.
─Señora ¿Cómo está? ─escucho a Abraham saludar a mi mamá ─ ¿Por qué hoy no prepara su deliciosa comida?
─He estado ocupada con algunos arreglos de la casa y decidimos que hoy comeríamos comida preparada por otras manos que no fuesen las mías. ─sonrió un poco antes de caminar directo a la cocina ─ ¿Cómo va la escuela, Abraham?
─Va bien, pero en verdad me hace falta mi persona favorita en el aula ─voltea a verme y me guiña el ojo. ─. Me parece triste que ella ya no esté conmigo.
Me parece ridícula la forma en la que su voz cambia a una voz triste y melancólica, así que yo ruedo los ojos y me siento en uno de los bancos altos que hay en la isleta de la cocina.
─Mamá ¿Cómo has estado? ─intentó quitar la tensión entre nosotras.
Ella suspira y mira hacia otro lado evitando verme, sé lo que sucede pero estoy dispuesta a no hacer más incómoda la situación en este momento así que solo guardo silencio hasta que ella se sienta segura para hablar.
─Me haces falta en esta casa, cariño.
─Y tú a mi mamá, pero debes entender que yo no voy a volver aquí. ─digo pareciendo muy segura de lo que cago de decir.
Tomo del vaso con jugo que me dio mamá y miro hacia Abraham tratando de no llorar. Siento todo tipo de sensaciones y sentimientos en este momento que no sé cómo actuar.