Cuando a mi vida llegó

Epílogo

Diez meses después…

Son muchos los meses que han pasado desde que se la han llevado, desde que las peleas cesaron y decidí por tercera vez en mi vida comenzar de nuevo.

Son muchos los meses en los que me he dicho en repetidas ocasiones que no estaba preparada para hacerme cargo de una pequeña vida aunque me dijera de mil formas que sí lo estaba porque aunque nadie puede asegurar que tan dañada seguía, sabían que siempre habría algo que me lo recordara y me afectaría a un grado que nadie sabría.

¿Estaba ahora bien? No lo sé y no creo saberlo nunca aunque dedique la vida, mi vida a ir a terapias y pedir ayuda para hacerme olvidarlo todo.

Incluso podría dedicarme a decir en varias ocasiones la palabra jamás, pero seguro que la vida se encargaría de reprocharme por usar esa palabra a mi gusto y conveniencia. Prefería callar y concentrarme en lo que en verdad era una realidad.

Abraham, era una realidad y esperaba que eso no cambiará nunca.

─Respóndeme algo ─volteé a verlo y sonreí.

─Dímelo primero ─pedí.

─¿Cómo es posible que siendo apurada aun te detengas para pensar y mirar por la ventana? ─preguntó ─Es el día de nuestra boda y aun así te das el lujo de llegar tarde, Noah.

─Lo siento ─dije.

─¿Pero? ─preguntó, me conoce bastante bien ─Siempre hay un pero contigo, amor.

─Pero me detuve a pensar un poco ─ contesté mientras caminaba hacia él ─, además aún estamos con tiempo suficiente.

Miré el reloj en la pared y me di cuenta de que no era de esa manera.

»O tal vez no.

─No, de hecho no amor ─dijo ─. Ya vamos tarde y tú te detienes a pensar en sabe Dios que.

─Lo lamento ─volví a decir ─, pero al menos ya estoy lista desde hace mucho tiempo.

El rio e igual yo, terminé de caminar hacia él y lo abracé.

Aun me seguía pareciendo increíble que decidiera casarme con él cuando aún somos tan jóvenes.

─ ¿Nos vamos ya? ─preguntó.

─Sí.

 

El camino fue algo largo desde lo que ahora llamábamos hogar hasta el lugar donde se llevaría a cabo nuestra boda por el civil, el camino de una u otra forma se volvió placenteramente largo y cómodo de pensar que ahora mis batallas ya no sería completamente mías, porque aunque en el momento en que había decido macharme con Abraham a vivir por mantenerme alejada de Priscila, mis batallas y demonios se habían convertido en las de él.

Desde el momento en que hicimos de esa casa nuestra fue cuando mi vida llegó la esperanza de crear a una nueva yo y de comenzar de nuevo aunque en el proceso me perdiera un poco desde la partida de una pequeña que me había enamorado.

Supongo que con el tiempo sabré de ella, que con el mismo tiempo descubriré si ella en verdad era para mí o era solo la clave para descubrir que la vida que me había tocado vivir luego de todo lo sucedido a causa del amor fraternal y el cariño que le tenía a ella, que no soy los momentos que me suceden.

Que mi existencia se remite a mí y a mis ganas por vivir y no a las experiencias que pasan por mí.

Y hoy se siente bien saber que siento miedo, que me siento abatida y que no solo se trata de mí, que ya no me tengo que esconder.

Cuando a mi vida llegó todo cambio, absolutamente todo pero me alegra que nada sea como era antes de él.

Antes de Abraham.

FIN.




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