1. El comienzo de todo

El amor nunca había sido más que una idea para Daniel. Algo distante, casi irreal, como una historia que otros vivían pero que él solo podía imaginar. Hasta que llegó ella. Sofía.

Era una tarde cualquiera cuando la vio por primera vez. El sol caía lentamente, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosados. Daniel estaba en la biblioteca, hojeando un libro sin leer realmente, cuando escuchó su risa. No era una risa fuerte ni escandalosa, pero tenía algo… algo que le hizo alzar la vista. Y ahí estaba ella, con su cabello cayendo sobre los hombros y una sonrisa que parecía iluminar todo a su alrededor.

Nunca había creído en los clichés del amor a primera vista, pero en ese momento, sintió que el mundo se detenía por un instante.

No fue inmediato, claro. No se acercó a hablarle ese día, ni al siguiente. Pero poco a poco, sus caminos comenzaron a cruzarse. Un comentario en clase, una mirada fugaz en los pasillos, un mensaje que tardó horas en escribir pero solo segundos en enviar. Y luego, un café juntos. Luego dos. Luego incontables horas de conversación donde Daniel descubrió que Sofía era mucho más de lo que había imaginado.

Era la primera vez que se sentía así por alguien. La primera vez que su corazón latía más rápido con un simple mensaje, que un "nos vemos mañana" le bastaba para sonreír el resto del día. Y cuando finalmente se armó de valor para decirle lo que sentía, su mundo se iluminó.

—Me gustas, Sofía. No sé si está bien decirlo así, pero… realmente me gustas.

Hubo un silencio. Un instante en el que el universo pareció contener la respiración.

—Yo… también me gustas —dijo ella, con una sonrisa suave.

Y en ese momento, Daniel sintió que había ganado la lotería de la vida. Que el amor, ese que siempre había creído inalcanzable, por fin era suyo.

Pero lo que no sabía es que el amor, como todo lo hermoso, a veces esconde sombras que no se ven a primera vista. Y que algunas historias de amor no están destinadas a ser eternas, sino a enseñarnos lecciones que jamás olvidaremos.

Porque no todo amor que comienza con una sonrisa termina con un "para siempre".