Cuando Amar no es suficiente

11. Un Lienzo en Blanco

La galería estaba en un edificio antiguo con ventanales altos y una fachada de ladrillos oscuros. Al entrar, un aroma a pintura fresca flotaba en el aire, mezclado con el sonido suave de un violín en los altavoces. Las paredes estaban cubiertas de cuadros vibrantes, cada uno contando una historia distinta.

—No pensé que te interesara el arte —comentó Daniel, mirando a Natalia con curiosidad.

Ella sonrió de lado.

—No soy una experta, pero me gusta ver lo que la gente expresa sin palabras. A veces, las pinturas dicen más que las personas.

Daniel asintió, dejándose llevar por la atmósfera del lugar. Sus pasos lo guiaron hasta un cuadro en particular. Era un lienzo grande, con pinceladas caóticas de rojo y azul que se entrelazaban en un torbellino de emociones. Algo en él lo atrapó.

—Se llama "Reconstrucción" —dijo una voz a su lado.

Daniel giró y vio a un hombre mayor, probablemente el artista.

—¿Qué significa? —preguntó, sin apartar la vista del cuadro.

El hombre sonrió.

—Depende de quién lo mire. Para algunos, es dolor. Para otros, esperanza.

Daniel tragó saliva.

Dolor y esperanza.

Dos extremos en los que se encontraba atrapado.

—Creo que lo entiendo —murmuró.

Leo y Natalia se acercaron.

—No esperaba verte tan interesado —dijo Leo con una sonrisa.

Daniel le devolvió la mirada.

—Tal vez es hora de empezar a interesarme por otras cosas.

Natalia lo observó con intensidad, como si tratara de leerlo a través de su expresión.

—Eso suena a un buen comienzo.

El artista se alejó y ellos continuaron recorriendo la galería. Natalia se detuvo frente a otra pintura, esta vez un paisaje sereno de un lago reflejando el cielo estrellado.

—Este me recuerda a un lugar donde solía ir de niña —dijo en voz baja.

—¿Dónde? —preguntó Daniel.

—Una cabaña en la montaña. Mi familia y yo íbamos cada verano. Era el único lugar donde el mundo se sentía… en pausa.

Daniel se cruzó de brazos.

—Debe ser bonito tener un lugar así.

Natalia lo miró de reojo.

—¿Nunca tuviste uno?

Daniel pensó en la cafetería donde solía esperar a Sofía. En la esquina donde siempre se despedían. En el parque donde le dijo “te amo” por primera vez.

Todos esos lugares, que alguna vez fueron su refugio, ahora solo le recordaban lo que había perdido.

—Tal vez es momento de encontrar uno nuevo —respondió.

Natalia sonrió.

—Si quieres, te muestro el mío algún día.

Daniel sintió algo extraño en su pecho. No el vacío de los últimos días, sino algo distinto. Algo nuevo.

Antes de que pudiera responder, Leo interrumpió:

—Bien, bien, suficiente tensión dramática. ¿Alguien más tiene hambre?

Natalia y Daniel rieron.

Salieron de la galería y la luz del sol los envolvió. El día aún tenía mucho por ofrecer.

Y por primera vez en mucho tiempo, Daniel estaba dispuesto a descubrirlo.




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