Cuando Cante la Primavera

Capítulo I

¡Pero que insolencia, no puedo más con esto, me largo de este lugar! – las palabras de la señora Montmery resonaron en el salón de la casa Ashfor, lo que dio como resultado que la señora de la casa saliera corriendo a buscar la razón de tanto ajetreó en su salón.

Al entrar en el gran salón, con muebles de roble y caoba, con una librera inmensa y decoración un poco rustica, la señora Ashford, observaba en primera plana como la señora Montmery, guardaba todas sus cosas en el bolso un poco deshilado con urgencia.

Pero Casilda ¿Qué ocurre acá?, cual es el motivo de tanto griterío, ¿a qué se debe el que gritases que te largas? – pregunto con voz apacible la señora Ashford al ver tal escena.

¿Qué que ocurre Eva? Pues tu querida hija, mejor llamada demonio, que ha querido hacerse otra vez de las suyas, y pues claramente como no haz de ser ciega, veras que lo ha logrado.

¿pero que te ha hecho hoy la niña? De seguro ha de ser una pequeñez, que podemos arreglar y que no amerite tu tan repentina huida querida.

Mira Eva, sé que les prometí tanto a ti como a mi primo, ayudarlos con la educación de la niña, ¡pero por Dios Eva, tienes tu a la personificación del demonio bajo esta casa!

Pero dime, ¿Qué te ha hecho?, así buscamos darle resolución alguna al asunto, pero por favor quédate, Casilda.

Pues he de decir, que esa niña tan rebelde que has traído al mundo, se encargo de romper todas las lecciones, el libro de modales, aparte de estar quemado, esta lleno de aceites y miel, los mapas, ja' pobres mapas, están hechos añicos, y eso sin contar todos los vestidos que me ha roto, mis zapatos en los establos, y la vez que desperté con cinco sapos en mi cama, crees que no es motivo suficiente todo lo que te he dicho Eva para que desee salir huyendo de este lugar.

Pues si usted no fuese una vieja tan amargada, déspota, pedante y terca, señora Montmery, tenga por seguro que esas cosas que usted ha declarado jamás se hubiesen dado.

Dijo sentada desde el barandal de la escalera que otorgaba paso a la segunda planta del salón, donde había una gigantesca biblioteca, la razón de los males de la señora Montmery, la joven hija del matrimonio Ashford, Acasia Ashford, la linda y juguetona jovencita, con el cabello castaño y ojos cafés, un tono más claros, que siempre contaba con ramitas y pequeñas hojas en su cabello, por estar siempre rodando en los jardines y en ocasiones, cuando nadie la veía o cuidaba de ella, en el bosque junto al lago que para ella estaba encantado.

¡pero que insolente muchachita!, si has escuchado como me ha dicho Eva... Tu hija no tiene remedio, lo que te espera en adelántate si esta muchachita no quiere corregir su camino y por lo que puedo decir, es completamente incompetente y bruta.

Acasia, mi niña, te pido de favor te disculpes con tú tía, tu sabes bien que lo que hiciste no va de acorde al comportamiento de una señorita, y que ella solo desea lo mejor para ti- menciono la señora Ashford acercándose a su hija, con una voz tranquila.

Lamento decirte madre, que por esta ocasión me vere en la posición de reclinar tu pedido, no pienso pedirle perdón a esta señora, que ha decir verdad no me ha enseñado mucho, por no decir nada.

¡Pero que dices niña, si yo he tratado de enseñarte todo lo que se necesita para enfrentarse al mundo y a la sociedad de hoy en día!, puesto a que es ese el motivo de mi visita diaria, en vez de quedarme en casa con mi marido y nietos.

Pues así como lo escucha señora, usted no me ha enseñado nada que sea de interés para mi persona o para enfrentarme al mundo como dice, puesto a que sus lecciones no iban mas que a decirme que color usar, que decir o como llamar la atención de un hombre de buen prospecto, lección que quiza usted no alcanzo a enseñarle a su hija, puesto a que no logro usted el matrimonio que deseaba para ella, además en lo poco de otras áreas que usted me ha enseñado siempre termina con su frase celebre "eso ha de ser de hombres, así que no es de incumbencia nuestra"- menciono una ya abrumada Acasia, con sus mejillas enrojecidas por el enojo que le causaba, recordar que nunca le enseñaban nada de provecho, puesto a que eso no era de incumbencia para las señoritas.

Y hubiese seguido diciéndole un par de cosas mas a la señora de cabellos negros un poco canosos, regordeta y siempre vestida de colores chillantes, de no ser por su madre, que mando a callar a ambas y le pidió amablemente a la señora Montmery, mal llamada tía que se retirara, que luego ella y su padre hablarían para darle solución a los asuntos.

Ha decir verdad la señorita Acasia Ashford, era una joven muy bella, con sus cabellos castaños, piel clara, con una linda constelación de lunares que empezaba en su cuellos y bajaba por su clavícula, casi rozándole el pecho, poseía los ojos de su madre la honorable señora Eva Ashford, una alta y bella señora, esposa de Miguel Ashford, un señor castaño, siempre serio, pero que siempre se derretía ante su familia, aunque no hay que pasar por alto su excelencia en los negocios, y que contaba con el puesto del mejor comerciante de los tres pueblos colindantes a Eldonia, y en el pueblo mismo.

Sin decir más y con las nulas ganas de recibir una reprimenda por su madre, la cual ya había llamado varias veces su atención por las actitudes que tenía para con su tía, silenciosamente se dirigió a sus aposentos, esperando la llegada del mediodía, aunque sabía que después de tan amargo trago, la repostería de Doña Clotilde Mancha, le sacaría la mas sincera de las sonrisas.

Al caer la tarde, con el reloj que se encontraba en el salón, marcando exactamente las cuatro de la tarde, Acasia decidió salir un rato a los bosques, solo avisando a su madre que daría un recorrido pequeño por los jardines sola, pues tenía razón y debería reflexionar en lo que hizo, pero quería hacerlo completamente sola y en calma.




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