Los tenis blancos de Isabela resonaron esa tarde como las pesuñas de un ciervo que
es perseguido por un lince hambriento, la verdadera razón por la que no quería ir más a
la escuela no era Samanta, ni el hecho de que Camila actuara en ocasiones indiferente
con ella, ni tampoco que el profesor Cha la regañara casi todo el tiempo por no ser
buena en matemáticas, la verdadera razón era Brayan Desmonth, Isabela sufría
bullying por parte de él, la acosaba constante mente, a veces la empujaba y la
jaloneaba con mucha fuerza, estaba enfurecido de que ella lo rechazara tantas veces
he incluso inventaba chismes acerca de que se había acostado con ella y le decía a
otros chicos que no era tan bonita para tratar de bajar su autoestima, Isabela sufría su
propio infierno, el infierno del acoso escolar.
Isabela llegó esa tarde llorando a su casa, hizo la cena, limpio la cocina y se encerró en
su cuarto para desahogarse y se decía así misma que si tuviera un padre este la
defendería y golpearía a ese desgraciado, pero ¿Quién le creería si le contara a
alguien que sufre acoso por parte de un chico? Su madre nunca estaba, su hermano
era apenas un niño y no se llevaban muy bien y sus amigas se hacían de la vista gorda
ante su sufrimiento.
Isabela era bonita, popular, talentosa, joven y aparentemente lo tenia todo, pero estaba
sola, sola en un mundo de monstruos ricos.
Otro día ha comenzado, Isabela tomó un baño, se cepilló el cabello, se maquilló un poco
y se puso su uniforme de gala, se ve radiante, fresca y hermosa, aun a pesar de no
haber dormido bien anoche, una vez que llega a la escuela, se da cuenta que es muy
temprano y se sienta cerca de su salón mientras se pone unos audífonos y escucha su
música favorita para relajarse.
—Qué canción más bella, este chico tiene un timbre de voz perfecto.
La música era el lugar seguro de Isabela, no había nada en el mundo que disfrutara
más que cantar, aquella canción era mágica y no pudo evitar conectarse con ella y
aprovechando que no había nadie alrededor se deja llevar por la melodía, sin darse
cuenta estaba cantando en voz alta.
No se había percatado de que tenía un espectador sentado detrás de ella, esa mañana
Ivar había llegado temprano porque su mama tenía que entrar antes al trabajo y se
había sentado detrás de donde estaba Isabela, ninguno de los dos se percató de su
presencia, no hasta que Ivar escuchó la voz de un ángel.
—¿Qué es eso? ¿Quién está cantando? —la piel de Ivar se eriza, su corazón se
estremece al escuchar las notas dulces y bien ejecutadas de aquella cantante y
naturalmente se pone de pie para seguir a aquella voz que lo ha cautivado y para su
sorpresa, Isabela está ahí.
El sol comienza a asomarse y alumbra con su amanecer todo lo que toca, la luz
iluminaba a Isabela, Ivar juraría que ella parecía un ángel, solo los ángeles podían
hacerte sentir de esa forma, él quería tocarla, tenerla entre sus brazos, se sentía tan
atraído a esa chica que no podía explicarlo ¿Qué clase de enfermedad me ha dado?
Se preguntaba ¿Por qué mi corazón está embriagado?
Y entonces, Isabela voltea y los dos se miran fijamente, petrificados, mudos el uno ante
el otro y entonces ella se ruboriza.
—¿Escuchaste todo? —pregunta Isabela avergonzada casi a punto de desmayarse por
la pena.
—Quisiera escuchar más… tienes una voz increíble, ni siquiera sé que decirte, me
quede sin palabras. —expresa Ivar maravillado.
—¡Dios! ¡qué vergüenza! —Isabela se cubre el rostro.
Ivar se sienta a su lado y le regala una margarita del jardín que tenían enfrente.
—Creo que soy tu fan. —dice Ivar lleno de serenidad.
—Gracias. —Isabela se ruboriza y recibe la flor con gusto. —Llegaste temprano, igual
que yo jaja.
—Estaba molesto por ser el primero en llegar a la escuela, pero ahora me alegro de
que haya sido así.
—¿De verdad?
—Sí, desde ayer quería hablar contigo, discúlpame por mandarte ese papel ayer, por
mi culpa te regañaron.
—No, no te preocupes, el profesor Cha siempre me llama la atención jaja, no soy muy
buena con los números y siempre tengo dificultad para resolver los ejercicios… si no
quise copiarte fue porque quiero hacer las cosas por mí misma, ya sabes, sentir la
satisfacción de que aprobé por mis propios méritos y no los de alguien más.
—No te preocupes, todos somos malos en algo, yo soy pésimo cantando jaja, soy un
fracaso dibujando y en todo lo que conlleve tener talento para el arte, pero soy bueno
en los deportes, en los estudios y creo que todos somos buenos en algo, tú por
ejemplo cantas igual que los pájaros.
—Eres muy amable… eres la primera persona que me escucha cantar, fuera de mi
familia claro. —Isabela sonríe con ternura.
—¿Queres dedicarte a la música, o qué quieres estudiar saliendo de aquí?
—pregunta Ivar con interés.
—Sí, mi sueño es ser cantante en una obra de teatro. —responde Isa llena de emoción.
—¿Enserio? woo, seguramente cumplirás tu sueño, seguro te veré en los periódicos y
en los espectaculares anunciando tus presentaciones, algún día serás famosa. —exclama Ivar lleno de emoción.
Isabela no podía creer que Ivar tuviera tanta fe en ella, era la primera vez que alguien
le decía que su sueño se haría realidad, su corazón sintió un calor extraño y muy
agradable, tanto así que sus ojos se llenaron de lágrimas.
—¿Estas bien? ¿Dije algo fuera de lugar? —pregunta Ivar preocupado.
—¿Qué? ¡no! —Isabela se toca las mejillas. —¡hay perdón! No sé qué me pasa.