Hasta ahora Isabela creía que afrontar sus demonios internos y resignarse a la perdida
de sus seres queridos era lo más difícil que tendría que hacer, aparte de retomar su
vida cotidiana, pero no podía estar más equivocada, hablar con su madre por primera
vez en meses era realmente difícil.
—¿Y qué es lo que quieres decirme? ¿Qué es tan importante que me pides salir para hablar
contigo en horario de trabajo? —le pregunta Sara malhumorada, pues estaba siendo un
día bastante ajetreado para ella.
Para este tiempo ya hacían ocho meses desde la muerte de Ivar y Dany, Sara ya
trabajaba como de costumbre, pero constantemente hacia horas extras y prácticamente
se la pasaba en el hospital, ya casi no pisaba su casa y es que el dolor de perder a su
hijo la agobiaba a tal punto que no podía estar en su casa.
—Perdón por interrumpirte, solo quería decirte algo importante, no quería irme sin
despedirme ¿Estas comiendo bien? Te vez muy delgada. —le pregunta Isabela
preocupada.
—Isabela, ve directo al grano que no tengo tiempo. —le dijo su madre apurada.
—Me voy de la casa.
—¿Qué? —el semblante de Sara cambio drásticamente a uno confundido.
—Casi no estás en casa y sé que para ambas esto ha sido muy difícil, creo que no nos
ayuda vivir juntas, solo peleamos y nos hacemos más daño, creo que es lo más
saludable, emocionalmente hablando. —Isabela había madurado muy rápido, ya no era
la niña, mimada y soñadora de antes, su ingenuidad se había esfumado.
—Perdí a mi hijo ¿Cómo quieres que esté? ¿Quieres que haga una fiesta cada
semana? ¿Qué veamos películas y pidamos comida a domicilio como si él nunca
hubiera existido?
—No mamá. Quiero que intentes salir adelante como yo.
—¡Tú te olvidaste de tu hermano! Ahora vas a la universidad que tanto soñaste y
seguramente ya olvidaste a tu noviesito igual, con eso de que hay muchos chicos
apuestos en el campus, ¿te estorbaba tu hermano con cáncer no es así?
—¡Tú no sabes nada! ¡he sido un maldito cero a la izquierda para ti! Jamás me
consolaste, nunca te preocupaste por mí, intento salir adelante, aunque me parezca
imposible porque se lo prometí a Dany, no eres la única que ha sufrido Sara, por eso
creo que es mejor separarnos, no me hace bien estar cerca de ti.
Esas palabras le hicieron mucho daño a Sara, tanto que la enmudecieron ante la
mirada afilada y penetrante de su hija, no era odio lo que había en sus ojos, era
desilusión absoluta.
—Me fallaste como madre, por eso tengo que salir adelante por mí misma, porque se
perfectamente que no cuento contigo.
—Isabela… —Sara no tenía palabras en la boca, sus ojos se llenaron de lágrimas y se
tragó el nudo que se había formado en su garganta, pues su orgullo era más grande
que su amor y le dijo con soberbia.
—¿Y cómo piensas mantenerte? ¿Cómo pagaras la renta y las cuentas?
—Tengo mi beca, con eso sustentare mi universidad y ya tengo un empleo con el que
puedo cubrir mis necesidades básicas, así que no te preocupes por mí, estaré muy
bien, además si llego a necesitar algo se perfectamente que cuento con Kevin y Kikey
que, aunque no son mis padres ni mi familia de sangre no me han dejado sola ni un
solo día, incluso me han brindado su apoyo emocional.
—¿Y si ya tienes todo resuelto que haces aquí?
—Solo quería despedirme de ti, creí que por lo menos sería una despedida pacífica,
pero ni eso ha sido posible contigo.
—Ni creas que voy a ayudarte a empacar, ya estoy bastante ocupada.
—No te preocupes por eso, Ya tengo mis maletas en el auto de Kevin, viviré cerca de
la universidad por si algún día quieres hablar.
—Vete ya, no hagas esperar a ese hombre. —Y así se despidió Sara de su hija, con un
orgullo enorme que no permitió que la abrazara, aunque por dentro quería ir tras ella y
detenerla no lo hizo, se quedó con su orgullo y soberbia acompañándola.
Por otro lado, Isabela, se subió al auto de Kevin llorando, pero al mismo tiempo aliviada
y llena de esperanza de que a partir de ahora su vida podía ser mejor, la promesa que
le había hecho a Dany seguía firme en su corazón y estaba haciendo todo lo posible
para ser feliz.
—No te preocupes por tu mamá, sé que algún día recapacitará y te pedirá perdón. —le
dice Kevin con empatía.
—Para ser sincera eso no me importa, que me pida perdón, solo quisiera que fuera
más feliz, por eso me voy de la casa, quizás yo soy el problema porque le recuerdo al
infeliz de mi padre.
—Ya no hablemos de eso ¿Te parece si después de desempacar tus cosas comemos
algo? No sé, unas alitas picantes o una sopa caliente con carne.
—Las alitas se me antojan más, muchas gracias. —le responde Isabela con una
sonrisa.
Kevin estaba muy al pendiente de ella, Dany le había pedido que nunca la
desamparara y estaba cumpliendo con agrado la petición de su hijo, pues durante todo
el sufrimiento pudo ver lo mucho que ellos se amaban y desde la muerte de Dany
jamás la ha dejado sola.
—Los días pasaron e Isabela por fin estaba instalada en su pequeño departamento, un
lugar céntrico, económico pero agradable, contaba con el apoyo de Kevin quien
pareciera la había adoptado como su hija y todo el apoyo económico que antes le daba
a Dany ahora se lo daba a ella.
—Nunca más volverás a estar sola, yo voy a cuidar de ti de ahora en adelante. —estas
fueron las palabras que Kevin le dijo meses atrás he Isabela las atesoraba en su
corazón, el cariño que le había agarrado a Kevin era muy grande y lo respetaba más