Y aquí vamos de nuevo, el día está completamente gris, mis zapatos se sienten tan
pesados, el aire no me cabe en los pulmones, fingir felicidad es una mierda, estoy harta
de todo, ya no sé a quién de ustedes le lloro más, la gente me mira llena de lastima,
como si estuviera loca, como si tuviera lepra, pero es inevitable apretar los labios, es
difícil no soltar las lágrimas cuando camino, cuando ese intruso me recordó a mi
querido Ivar, mi príncipe encantado, mi amor del pasado, un pasado que no volverá,
jamás podremos cruzar las miradas, no podremos casarnos, ni tener hijos, ni siquiera
podre verlo otra vez, quizás algún día olvide su voz y entonces si lo habré perdido para
siempre…y que decir de mi Dany, el ángel que me cuida desde el cielo, ¿cómo podré
reconocer si eres tú el que me habla o si es este estúpido clima?
Hoy no era un buen día para Isabela, se sentía deprimida, enfadada con todos, con la
vida y con ella misma, tenía arranques de ansiedad y su carácter había cambiado, de
uno dulce a uno a veces muy amargo, pero es que el dolor aun la sujetaba con fuerza, y
este día, ella no sabía que hacer con tanta pena.
Así que en un arranque de ansiedad abrió su cartera reviso su efectivo y entró al local
que tenía una fachada sombría y cool al mismo tiempo, en esos cortos segundos
decidido hacerse unos tatuajes, estaba desesperada por no olvidarse de sus dos
amores.
—Ah, me gustaría hacerme algo en los brazos por favor. —dijo Isabela cohibida.
—¿Y qué te gustaría rayarte? —le preguntó el chico esperando su respuesta.
—Bueno, aun no lo tengo decidido, esperaba que tú me ayudaras con eso.
—Entiendo ¿de qué se trata el tatuaje? Me refiero a cuál es la razón.
—Yo…solo no quiero olvidarme de mis seres queridos, ellos fallecieron hace unos
meses. —explicó Isabela con la voz entre cortada.
—No creo que los olvides, se ve que los tendrás presentes toda tu vida. —le respondió
el chico con una sonrisa y añadió. —aun así, tengo una idea que puede interesarte.
Isabela entró al establecimiento y se puso a la disposición de aquel profesional y
hablándole un poco más de la razón de sus tatuajes, el chico terminó con su trabajo y
marcó los brazos de Isabela con unas pequeñas alas y una areola en el medio y abajo
decían, Ivar y Dany, cada uno en un antebrazo.
—Listo ¿Qué dices?
—Me encanta… —las lágrimas cayeron sin permiso rodando por las mejillas de Isa,
había tenido un impulso, pero no estaba arrepentida, viviría cada día honrando la
memoria de quienes amó.
Por otro lado, Liam acababa de llegar a su casa, estaba decaído, con el semblante
apagado, antes de abrir la puerta respiró profundamente, como si requiriera de fuerza
para entrar a su hogar, no había dado ni tres pasos cuando de pronto escuchó unos
quejidos que lo llenaron de miedo.
—¿Mamá? —Liam se acercó a las escaleras y volvió a escuchar los ruidos que lo
estremecían, era su madre quien nuevamente estaba vomitando todo lo que comía.
Liam abrió la puerta del baño con fuerza, su madre estaba en el suelo, llena de sudor
por el esfuerzo que había hecho.
—¿Qué haces hijo? ¿Por qué estas temblando? —le pregunto Eleonor a su hijo pues él
la abrazaba con fuerza mientras le latía el corazón.
—¿Por qué estás haciendo esto otra vez? Prometiste que ya no lo harías…
—No es lo que crees mi amor, no fue intencional, traté de comer todo lo que había en
mi plato, pero, mi estómago no lo soportó y termine así, te juro que no fue a propósito
¿me crees verdad?
—Sí…te creo, vamos, déjame limpiarte la cara. —Liam limpio a su madre y le acomodó
el cabello, Eleonor solía ser una mujer hermosa, era rubia, alta y de ojos azules, en su
juventud había sido una modelo muy famosa, exitosa y siempre estuvo rodeada de
lujos y propuestas para firmar con las mejores marcas, pero un día se casó con Erick
Evans el padre de Liam y su vida dio un giro inesperado, de un momento para otro se
vio embarazada, encerrada en una lujosa casa donde su única compañía era aquel
Pomerania y la servidumbre que estaba a su disposición, sin darse cuenta su esposo la
había enjaulado en una prisión de oro fundido.
Sus trastornos Alimenticios llegaron cuando lo descubrió siéndole infiel con la que,
hacia la limpieza, se acostaba con ella en sus narices, el inmoral le rompió el corazón
tantas veces, con tantas mujeres que ni siquiera las pudo contar, al final, la sirvienta
terminó embarazada y el abandonó a su esposa y a su hijo para vivir su romance con
aquella mujer, ¿su excusa? Tenía una esposa gorda.
Eleonor acababa de dar a luz hacía unos meses y la marcó para siempre con esas
palabras, ella lo amaba y la destruyó, desde entonces cuidada lo que comía y hacia
ejercicio en exceso.
La relación que tenía con Erick era tan toxica que regresaba cada vez que quería,
pedía perdón y ella lo perdonaba, porque lo amaba, porque no quería que su hijo
creciera sin un padre, pero hace cinco años Erick la había dejado por una mujer más
joven, una chica de veintiséis a la que le puso implantes y la presento oficialmente a su
familia como su mujer, ahí Eleonor no solo adelgazó drásticamente de peso si no que
fue diagnosticada con Anorexia sebera, prácticamente se estaba matando de hambre y
casi pierde la vida, el cabello se le comenzó a caer, las uñas también y era tan delgada
que asustaba.
Recaía una y otra vez, pero hace unos meses le había prometido a su hijo que no
volvería a verla en el baño ni en un hospital, al verla en ese estado Liam se sintió