cuando cupido te odia

Frágil

 

¿Qué hacía en el auto de una extraña? Se preguntaba Isabela avergonzada, quien

había roto una de las muchas reglas que su madre le había impuesto, la numero cinco

era no hablar con extraños y jamás aceptarles un favor, eso si no quería ser una

víctima más de las jóvenes que desaparecen raptadas por algún desconocido, aun que

Isabela y su madre no se frecuentaban tanto últimamente tenía muy en claro que lo que

había hecho no era lo más responsable del mundo y que su madre seguramente

estaría muy molesta por esto.

Pero esa mujer no reflejaba ningún peligro, se veía demasiado amable, carismática y

sonriente, claro que esto no fue lo único que le llamó la atención a Isabela. Era evidente

que esa mujer tenía mucho dinero, su auto era lujoso, un último modelo, era una mujer

de buena cuna y, por último, lo que más sorprendió a Isabela, era la extrema delgadez

de Eleonor, sus brazos eran del tamaño de su muñeca y eso que Isabela estaba baja

de peso.

—¿Quieres que ponga el clima? ¿O prefieres que baje los vidrios? —le preguntó

Eleonor con una sonrisa.

—El clima está bien, gracias.

—Si no veo mal, Ayula pizza esta por aquí, ah, ahí está.

El corazón de Isabela comenzaba a encogerse y un nudo en su garganta se formaba

de forma involuntaria he imprudente.

—No sé para qué le dije que viniéramos aquí, este lugar me trae muchos recuerdos

dolorosos… —pensaba Isabela en sus adentros mientras se encogía de hombros.

—¡wuo! Este lugar también es un centro de juegos, con razón querías venir aquí jaja,

aun eres joven, pero te confieso que soy muy mala para estas cosas, no voy a poder

jugar conti… —Eleonor notó que estaba hablando sola, Isabela se había quedado en la

entrada, tenía una expresión de angustia en el rostro y estaba tan tiesa como una

estatua.

—¿Te ocurre algo? Si es por el dinero no te preocupes, yo pagaré todo.

—No debí pedirle que viniéramos a este lugar… este lugar… —Isabela estaba apunto

de romperse en llanto cuando Eleonor la abrazo impulsivamente.

 

—No sé qué es lo que está pasando, pero imagino que tiene que ver algo con la urna

que llevas en los brazos. ¿O me equivoco? —Isabela negó con la cabeza y se

sumergió en los brazos de aquella cálida mujer.

—Esta urna es para mi hermano… el cáncer me lo arrebató hace unos meses.

—Lo lamento tanto, ven, vayamos a desahogarnos a otro lado. —le sonrió Eleonor con

empatía.

Isabela y la señora Feith se sentaron en unas bancas que estaban frente a una librería

y como si se conocieran de toda la vida, las dos abrieron sus corazones la una a la

otra.

—Me siento tan enojada con la vida ¿Qué hice de malo para que me lo arrebatara

todo? Mi hermanito era tan pequeño… debió ver su cara cuando partió, estaba

irreconocible, ay no…no es justo… —Isabela lloraba mientras Eleonor se conmovía

profundamente.

—Y luego mi querido Ivar… si lo hubiera conocido sabría de lo que hablo, era tan

brillante, amable y cariñoso… era mi primer amor y también me lo quitó… todo es tan

injusto que desearía morir.

—No digas eso, la vida es hermosa… aunque me siento una hipócrita al decirte todo

esto, de amor propio no sé nada, la anorexia llegó a mi vida cuando mi hijo aún era

joven, el amor es hermoso, pero a veces suele destruirnos, lo hace cuando basamos

nuestra felicidad en las personas, Isabela, Ivar y Dany no tenían que quedarse en este

mundo por ti, ellos tenían su propio destino, ellos ya no están aquí, creo que en el

fondo de tu corazón estás enojada con ellos porque crees que te abandonaron y te

culpas por no haber podido retenerlos, tienes que hacer las paces contigo misma y

agradecer por el tiempo que los tuviste contigo, esa es la mejor manera de honrar sus

memorias, incluso más que esa urna.

—¿Pero qué hago con toda esta tristeza que llevo dentro? ¿Cómo voy a salir adelante

si aún me duele? —le preguntó Isabela con desesperación.

Eleonor tomó su cara con ternura y le sonrió dulcemente mientras le respondía.

—Perdónate a ti misma, su muerte no fue culpa tuya, si haces eso, el dolor que vive en

ti se convertirá en tu amigo y un día podrás recordarlos sin ese dolor, más bien

sonreirás al recordar todos los bellos momentos que viviste junto a ellos y sabrás que

entonces habrás sanado completamente.

Las palabras de Eleonor la dejaron sin voz, en ese momento por primera vez en su

duelo, Isabela tuvo esperanza.

—Sabe, en el pasado intenté despedirme de ellos y tratar de seguir con mi vida como si

nunca hubieran existido, pero ignorar mi dolor ha sido de mis errores más grandes,

creo que es lo que debo hacer y todo gracias a usted, me alegro de haberme quedado

mirando esos vestidos, usted ha sido como un ángel para mí. —en ese momento un

fuerte viento ondeo sus cabellos de la manera más tierna he Isabela miró a todos lados

buscando a Dany.

—¿Eres tu verdad? —le preguntó en su corazón conmovida.

—Realmente espero que puedas sanar tu corazón, te mereces ser feliz, antes de irnos

intercambiemos números, quiero saber cuándo por fin hayas podido superar esta

adversidad.

—¿De verdad? ¡me encantaría!

—Ah, y una cosa más, este regalo era para ti, algo me decía que terminaríamos siendo

amigas, me alegra haber acertado.

Eleonor le da aquel vestido blanco dejando a Isabela desconcertada.

—Pero…

—Deja que te pasen cosas bonitas he inesperadas en la vida, no todo es dolor y

lágrimas. —Eleonor le sonrió como si Isabela fuera su hija.

Aquella tarde Eleonor he Isabela terminaron cenando juntas, reían y compartían sus




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.