Ha pasado un mes desde mi primer día en la universidad, desde que me reencontré con Harry Jones y desde que mi tormento ha vuelto, mis crisis fueron constantes las primeras semanas pero ahora ya no tengo mayor problema con ellas porque lo tengo a él.
—¡Ginette esperame! — Alce la voz tratando de que mi amiga me escuchara.
—Nunca — Corrió más lejos de mi entre risas.
Con la respiración entrecortada dije:
— Me rindo — hablé mientras me apoyaba en los barrotes que rodeaban el campus.
—Débil — contestó mientras seguía dando la vuelta a la cancha.
—Siempre ha sido así — se escuchó una voz detrás de mí y observé a Jones con una botella de agua y una toalla de mano.
—Gracias por el apoyo — solté totalmente frustrada.
—Para eso sirvo — dijo entregándome la botella de agua y agarrando la toalla secando mi frente sudorosa.
Ese gesto me obligó a alzar mi cabeza y mirarlo a los ojos, unos muy hermosos que parecían ver a través de mi alma.
—¿Se conocen? — cuestiono mi compañera.
—Si, viejos amigos — respondí con incomodidad por la posición en la que nos había encontrado.
Y ella lo único que hizo fue alzar una ceja en señal de pregunta, una que ignore.
—Debo irme Jones —dije devolviendo la botella luego de tomar un sorbo.
—Nos veremos en tu departamento Wilson — habla en un con un tono seductor en su voz y sin más se marcha.
—¿Departamento?
—No lo pienses mal, solo...
—Solo te ves con el chico más perfecto de la universidad en tu departamento — suelta rápidamente.
—¿Perfecto? — cuestionó esta vez yo haciendo primero la pregunta.
—Si, perfecto, el chico ideal, el que parece sacado de una revista.
—Creo que te estas equivocando yo estoy hablando de Harry Jones el de la facultad de filosofía — rectifico creyendo que habla de otra persona.
—¡Oh dios incluso lo llamas por su nombre! —dice ahogando un chillido de emoción.
—¿Es tu novio?
—No — respondo inmediatamente sonrojándome.
—No mientas, vi como lo mirabas parecían una linda pareja.
—Pues no lo somos.
—Está bien, está bien — se rinde alzando las dos manos en señal de paz.
...
—Jones, llegaste tarde — reclamo en tanto abro la puerta.
—Junie, solo fueron 2 minutos tarde — hace un puchero mirando su reloj.
—2 minutos con 16 segundos para ser exactos — hablo y lo dejo pasar.
—¿Lo trajiste? — pregunto curiosa por lo que hay en su maleta.
—Si, Junie — responde mientras se sienta.
Me siento junto a él y observó como de su bolso saca un libro llamado "La sirenita" por Hans Christian.
—No puedo creerlo — suelto mientras le arrebató el libro de las manos.
—¿Este libro? — cuestiono creyendo que es una broma.
—Si decidí que este libro sería nuestra primera lectura conjunta — dice burlón mientras me quita el libro.
—Así que empecemos — hablo y me hizo una seña de que recostara mi cabeza en su piernas.
Decidí no refutar y lo hice y así empezó la lectura.
—"En alta mar el agua es azul como los pétalos de la mas hermosa centura, clara como el cristal más puro..."
Escuche su voz comenzar a leer.
...
—"La sirenita descorrió el tapiz púrpura que cerraba la tienda y vio a la bella desposada dormida con la cabeza reclinada sobre el pecho del príncipe. Se inclinó, besó la hermosa frente de su amado, miro al cielo donde lucía cada vez más intensamente la aurora, miró luego el afilado cuchillo y volvió a fijar su mirada en su príncipe, que en sus sueños pronunciaba el nombre de su esposa; sólo ella ocupaba su pensamiento. La sirena levantó el cuchillo con la mano temblorosa, y lo arrojó con un gesto violento. En el punto donde fue a caer pareció como si dos gotas de sangre brotarán del agua. Nuevamente miró a su amado con desmayados ojos y, arrojándose al mar, sintió como su cuerpo se disolvía en la espuma." — terminó cerrando el libro.
Pero esta vez ni siquiera una lágrima rodaba por mi mejilla, sostuve su mano mientras me levanté para sentarme a su lado.
—No estuvo mal el final — lo escuche decir.
—¿Qué? — exclamé sorprendida.
—No me refiero al hecho de que ella sacrificara su vida por la de él sino que... — interrumpi su frase.
—Fue un final realista — observó cómo asiente con la cabeza.
—Yo seré como la sirenita — habla serio y yo levanto una ceja en señal de confusión.
—Me quedaré hasta el final contigo y cuando ya no me necesites me desvaneceré como la espuma — dijo girándose hasta quedarse frente a mi.
Me lance hasta su brazos y él afortunadamente logró sostenerme. Me aferre a su cuello y disfrute de su olor y calor, cosas que solo él me brindaba, era reconfortante estar en sus brazos de nuevo.
—No necesito que te desvanezcas — susurro en su oído.
—Necesito que te quedes conmigo.
—¿Qué pasará cuando digamos adiós, Junie? — cuestionó en un hilo de voz.
—Eso no sucederá — aseguro.
—No tendremos que decir adiós.
El silencio se hizo presente en la habitación pero no era un silencio doloroso, era un silencio acogedor.