El diagnóstico había cambiado. Ya no hablaban de trombosis, ni de pie diabético. El problema era una obstrucción arterial severa, y la única esperanza era un procedimiento llamado angioplastia.
El detalle era uno: no la realizaban en el hospital. Debía hacerse en una clínica privada, y el costo inicial era de más de Q12,000.
Esa cifra nos aplastó. No teníamos ese dinero. No sabíamos por dónde empezar. Pero no nos rendimos.
Mi esposa, siempre firme a mi lado, preguntando y buscando ayuda, le indicaron que asistiera al área de trabajo social del hospital. Allí, tras una entrevista y un estudio socioeconómico, nos dieron un rayo de luz: el procedimiento podía realizarse por la cantidad de Q3,500.00.
Seguía siendo una cantidad alta para nosotros… pero al menos ya no parecía imposible. Teníamos dos días para conseguir ese dinero.
Y entonces ocurrió lo que muchas veces uno no espera: Dios empezó a mover corazones. Corazones que respondían a nuestras plegarias, unido al esfuerzo de mis padres y esposa que tocaban puertas de misericordia y solidaridad… incluso personas que apenas sabíamos que estaban ahí, aportaron con amor, con fe y con urgencia.
Cada moneda, cada oración, cada mensaje fue parte de ese milagro silencioso.
Y lo logramos.
Llegó el viernes. Ese día, una ambulancia me trasladó desde el hospital hacia una clínica en la zona 10 de la ciudad. Iba asustado, confundido, con mil preguntas. Pero también iba con la esperanza de que ese procedimiento fuera el inicio de una recuperación.
En la clínica me explicaron lo que harían: una angioplastia, que consiste en introducir un pequeño catéter —como una varilla médica— en la arteria obstruida para dilatarla desde dentro.
Es importante hacerles saber que, siempre eh sido una persona que le tiene miedo a las agujas, en realidad mas que miedo es pánico, pánico que, en algún momento de mi vida, me hizo pensar que, si algún día mi vida dependiera de tener conectados aparatos o medicamentos, por medio de agujas, preferiría partir “al otro mundo” antes de permitirlo. No sabia que la vida tenia otros planes para mí.
Ya con el contexto, procederé a contar que fue una de las primeras experiencias terroríficas que eh vivido, primero, traten de imaginar lo que a continuación voy a relatar, un enfermero llega por mí a la sala de espera, me acompaña hacia un cuarto en el cual había una “maquina” similar a la de los ultrasonidos, pero con una camilla diferente.
El frio dentro de ese cuarto era intenso, me piden que me acueste boca arriba sobre la camilla y que me quite la bata y cualquier prenda que llevase puesta, yo muy obediente lo hago, quedo viendo hacia el techo, instantáneamente observo una línea de sangre en el mismo, si, de sangre, tal cual película de terror, al menos así lo vio mi mente, por unos instantes el tiempo se paralizo y miles de imágenes acerca del porque esa sangre estaba en ese lugar llegaron a mi mente, pero me tranquilizo pensar que a mí no me harían alguna cirugía, entonces no me pasaría nada mal.
Después de algunos minutos, ingresaron a la sala un doctor y una asistente, empezaron con los preparativos de los que se utilizaría para realizar el procedimiento, yo como buen paciente, esperaba con la mirada hacia arriba, escuchando lo que entre ellos hablaban, claro, sin entender porque hablaban “idioma medico”, y entonces, digamos que por curioso, baje la mirada y pude ver una jeringa que sin exagerar era la más grande aguja que había visto en mi vida, y si, casi colapse solo de pensar, que, esa utilizarían en mí.
Trate de calmarme pensando únicamente cosas positivas, en ese instante ingreso el cirujano que realizaría el procedimiento y mientras me iba explicando lo que harían, sostenía en su mano la jeringa que segundos antes había paralizado mi ser.
Recuerdo que el procedimiento lo realizaron a la altura de la ingle. Insertaron la jeringa, luego un dispositivo y, aunque los detalles técnicos se me escapan, sí recuerdo que inflaron ese dispositivo y luego inyectaron algún tipo de líquido que parecía fuego, ya que quemaba por dentro. El primer intento fue fallido, recuerdo que mencionaron que solo intentarían 3 ocasiones y si no había éxito, tendrían que reevaluarme en el hospital para realizar otro procedimiento.
Realizaron el segundo intento, nuevamente inflaron el dispositivo, inyectaron el liquido y en esta ocasión, tampoco hubo éxito, recuerdo querer llorar de la desesperación ya que yo veía y escuchaba todo lo que esta sucediendo.
En la tercera ocasión, sentí un hormigueo recorrer mi pie. Fue como una corriente eléctrica recorriendo mi pierna… y para mí, también fue como una señal.
Minutos después tomaron mi temperatura y, aunque aún débil, mi pie comenzaba a calentarse.
Eso era una buena señal. Por fin, algo parecía estar funcionando.
Después del procedimiento, me regresaron junto a mi esposa, en ambulancia hacia al hospital. En donde quedé bajo observación toda esa noche.
A la mañana siguiente—sábado— en el recorrido que los médicos hacen de revisión, indicaron que todo había salido bien y me dieron de alta con prescripción de anticoagulantes. Llegaron por mí, mis papás junto a mi esposa, recuerdo que camino a casa, pasamos comprando algunos medicamentos.
Y así, un nuevo capítulo se sumaba a mi historia.
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testimonio de crecimiento personal, testimonio de la vida real, fe y esperanza
Editado: 15.12.2025