Cuando El Cielo Desciende

2. CONFLICTO FAMILIAR

 

    William disfrutó de la música que pasaron en el vehículo, luego de haber hecho esa maldita obra teatral. El Talbot Horizon se dirigía hacia la casa, tras unos conflictos en el arranque. El supuso que esa noche iría Jaeden a comer, madre de Annie. Era una anciana agradable, ayudaría en la cocina a su hija y luego le preguntaría a William muchas cosas... preguntas de abuelas. El pequeño Andrew la adoraba, y William pensaba que más que a el. Era claro, no se encontraba nunca en casa, estaba todo el maldito día trabajando, y nunca puede tener un tiempo libre para la familia. Debe mantenerla económicamente. A el le agradaba Jaeden. Avanzó una cuadra y media, paró en una estación de servicio, y se fijó en las montañas de su alrededor. La gasolina se acababa. El la pagó, mientras el empleado colocaba el surtidor para así cargarla, William bajó del coche, y miró hacia el cielo. Recordó, durante unos segundos, a su madre. La vio en el cielo, dibujada con las nubes. «Willy, ven a comer», era la frase que ella siempre solía mencionar, una que otra lágrima debía de haber derramado. Oyó los crics de los sapos, y se espantó demasiado, odiaba esos animales, junto a la rana.

La puerta se abrió, y toda una fuerte luz le pegó en la cara. Se tapó con la mano y entro rápidamente. Ante el, la cocina, montada por el chef Justin Offord. El mayordomo, Arnald, se movía de un lado a otro, con las bandejas en mano. Un grupo de cinco personas se asomó por la puerta marrón, que daba acceso al comedor, donde estaba ubicada la televisión. «Excelente», se dijo, «maldita mujer que no avisa cuando hace fiestas con sus amigas». Se echó patéticamente a reír. Annie le saludó, y el se dirigió a la pieza. Ella prosiguió. El pequeño Andrew los siguió, aunque cuando llegó a las escaleras volvió a jugar con su amigo Samuel. Las amigas de Annie disfrutaban de la música, junto a sus esposos. El homosexual Freddie estaba junto al parlante, y era quien solía organizar las canciones. Con sus lentes de los cincuenta, sus jeans largos y su musculosa era todo un tipo que enamoraba a los hombres. Con ese look, iba por la calle y solía retirarse los antejos, hacía un piquito con su boca pintada de un lóbrego carmín y reía. «Maldita sea, hasta trajo al maldito Freddie», se volvió a decir William.

-¿Qué es esto? -Preguntó a Annie.

-Una fiesta... con personas.

-Excelente. Gracias por avisarme. -El bajó rápidamente las escaleras, salió de la casa, tras haber pasado por una multitud de personas, cruzándose con Margaret, y subió al coche. Cerró sus ojos. Luego, dirigió su vista hacia atrás y recogió el dinero ubicado en una pequeña cartera antigua. Los contó, y en total eran quinientos dólares. El resplandor del foco de luz, parado a un costado de la entrada a la cochera; un palo negro que sostenía desde arriba un foco que lanzaba algo tan terrible, color amarillo. Una sofocante luz que te arruinaría los ojos en un instante. Volvió a taparse los ojos y guardó el dinero en su bolsillo derecho, nuevamente, retrocedió el Talbot Horizon, antes de que Annie salga a rogarle que se quede. Iría, como solía hacer, al bar ubicado a unas cuadras de su casa. La carretera se encontraba vacía, y las relucientes luces de los faros le daban algo de vida. En la acera, un anciano caminaba junto a su Bulldog Inglés. Se enamoró de el, William sería capaz de bajar y preguntar si lo vendía, si era así, lo compraría al instante. Miró hacia atrás, y vio a Annie corriendo, detrás de su Talbot Horizon. Frenó, y ella subió rápidamente.

-¿Qué demonios te sucede, maniática?

-La pregunta debería hacerla yo, no te aviso de una fiesta de... no quiero ser grosera, ¿y te largas de la casa?

-¿Tu crees que iba a quedarme, aguantado la música? Desde hace ya unos meses nos dijimos: somos una familia de bien, que no le gusta el escándalo. Y tú vienes con esto. Seguirme en el coche, como una lunática, afortunadamente no había nadie en la carretera. Y tus lágrimas no me convencerán de que quien está equivocado soy yo.

-Eres algo que no vale nada, basura. -Se bajó del coche, y fue caminando llorando hacia su casa. William bajó la casa, enorgullecido de si mismo. Apretó el acelerador y se dirigió hacia el bar, estaba cerca de él.

 



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En el texto hay: extraterrestre

Editado: 04.04.2018

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