❆ Doroteo Winter
Doroteo era la persona responsable de que el palacio en Invernalia se mantuviera habitable y estable durante siglos, a pesar de que recordaba su pasado y el de Nivea a la perfección, él debía continuar cuidando de su ama y lo que le pertenecía; pues a diferencia de Nivea, él si permanecía el año completo en el mundo de los hombres, por lo tanto, tenía control total de las propiedades de Nivea a lo largo de todos los años que permanecieron con "vida" en la tierra.
Doroteo estaba avivando el fuego en la chimenea de su habitación cuando recibió una visita inesperada, pero agradable a sus ojos, era la propia Nivea que llegaba vestida casual y sin faltar el collar de diamantes en forma de copos de nieve que adornaba su pálido cuello.
―Mi señora, que bueno verla por aquí —saludó Doroteo, se levantó y con cautela se acercó a la recién llegada―. ¿Qué la trae tan pronto a Invernalia?
—Me trae una duda que espero tú me la resuelvas ―explicaba Nivea mientras tomaba asiento en el sillón de la habitación—, debido a que tienes más vigilados a los descendientes de las nieves que yo.
―¿Cuál es la duda?
―¿Es cierto que los descendientes de las nieves tienen también una maldición? —preguntó directamente.
Doroteo sabía de dicha maldición debido a que los había investigado por años, pues eran la sangre que daría a luz a la única persona que acabaría con la maldición, tanto de Nivea como la propia. No le había dicho nada a su amada porque no quería darle más peso del necesario y que terminara de convertirse en culpa, ella ya tenía suficiente con la pérdida de memoria, el encierro en la estrella y tener que casarse con alguien impuesto y no por deseo; Doroteo conocía a la perfección a su amada Nivea y sabía que se echaría la culpa de lo que les sucediese a todos los que estuvieran con el destino atados a ella.
―¿De dónde sacó la información? —Interpuso otra pregunta antes de responder cualquier cosa.
―¿Recuerdas el hombre que llegó a mi cabaña que tiene la arboleda de Pinabetes? —preguntó, a lo cual Doroteo asintió―. Resulta que se llama Adriel Edurne, es un descendiente de las nieves, este se hospedó en mi cabaña y me platicó sobre la maldición que ronda en su familia.
Doroteo seguía de pie frente a la chimenea que ardía con el leño seco, definitivamente no tenía salida y debía decirle la verdad que calló por varios años.
—Es cierto. La maldición en su familia existe ―confesó el siervo con temor debido al pequeño temblor que dejó escapar en su voz.
—Explícame, ¿en qué consiste y por qué tienen la maldición? —Exigió Nivea, totalmente seria sin moverse del sillón y cruzando las piernas, una sobre otra.
―Respondiendo a lo primero, la maldición consiste en que todas las conyugues, parejas o esposas de los hombres Edurne, deben morir antes que el descendiente de las nieves, sufriendo la pérdida de su amada —contó lo más claro y breve posible, comenzando a caminar de un lado a otro con nerviosismo por lo siguiente a contar―. Y lo segundo, ellos tienen la maldición por uno de sus antepasados que cometió un error grave ante el Gran Espíritu de Invernalia, error que lo llevó a cometer por el error de otra persona que lo lastimó mucho, valga la redundancia.
Nivea se quedó en silencio, Doroteo sabía que ella meditaba las palabras que le había dicho para aceptar la información o para exigir saber más, opción que deseaba no tener que explicar porque tenía mucho que ver con ella y sus labios estaban totalmente sellados para revelar el pasado debido a su propia maldición hasta que, ella recordara por sí sola los hechos del ayer debido a un beso de su prometido.
—Entonces dime, ¿por qué Adriel Edurne dijo que esperaban que apareciera una mujer especial que debía casarse con un hombre de su familia para que la maldición se rompiera? ―cuestionó ella, haciendo realidad el temor de Doroteo, explicar algo de su complicado pasado.
—Esa mujer especial a la que él se refiere, es usted, Nivea, cuando usted despose a su prometido, la maldición de generaciones que han arrastrado los Edurne, se romperá —aclaró con los labios formando una línea recta.
Doroteo deseó con todas sus fuerzas no tener que negarse a darle una explicación más detallada porque ella tuvo que ver con el error que cometió el antepasado de los descendientes de las nieves, pero su propia carga le impedía complacerla en sus peticiones relacionadas a su historia pasada.
—En otras palabras, yo tengo que ver con el error que cometió el antepasado para adquirir la maldición. —Tradujo Nivea con claridad las pobres explicaciones de Doroteo, mostrando una vez más que era muy inteligente y perspicaz o quizás aprendió a lo largo de todos los años que pasó con él, a sacar mejores conjeturas y conclusiones de las que le daba él.
Doroteo se quedó en silencio, bajó la mirada y trató la manera de darle la espalda a su adorada ama.
—Tu silencio lo afirma —dijo ella con un tonillo de voz decepcionante—. Y supongo que no me lo dijiste porque creíste que me culparía —mencionó con el rostro serio—, pues te equivocaste. Ahora te pido que investigues algo más que tiene que ver con Adriel Edurne.
—¿Adriel Edurne es el hombre que está en su cabaña en Centroamérica? —Interrumpió Doroteo.
—Sí.
Aquella afirmación le provocó un nudo en la garganta.
—Desde que llegó al pueblo donde paso mis vacaciones, hay un ente nativo de Invernalia o del norte que ha atentado contra la vida de mi huésped —reveló con cierta molestia—. Quiero saber el motivo, porque es claro que el señor Edurne no es mi prometido, ambos sabemos que no ha nacido y le faltan meses para que lo conozcamos. Ya van dos veces que le salvo la vida en esos atentados y en el último descubrí que ese ente es un ‟él" y me quiere maldita por la eternidad —concluyó con lo que parecía que apretaba los dientes.
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Editado: 13.12.2023