❆ Doroteo Winter
Doroteo estaba de vuelta en la cabaña con los pinabetes, su llegada fue sorprendida por dos cosas: la primera fue hallar una maleta de un extraño en la sala de estar, justo frente a la ventana que daba vista al lago; la segunda fue recibir la visita de una extraña mujer entre sus treintas, de cabello castaño claro, ojos verdes, tez olivácea, pequeños y rosados labios en forma de corazón, alta y figura de reloj de arena que vestía un conjunto casual de pantalones, botines y blusa manga larga que al parecer buscaba a una persona.
—Perdón por molestar, pero... ¿esta es la dirección correcta? —preguntó y le mostró en su celular un correo en donde estaba la dirección exacta de la cabaña.
—Así es, ¿en qué le puedo servir? —inquirió Doroteo al afirmar la anterior interrogante.
—Mi nombre es Venecia Edurne, estoy buscando a mi hermano Adriel Edurne que vino hace unos días a este lugar en busca de un negocio especial —respondió de inmediato, con lo cual Doroteo entendió que ella era una descendiente de las nieves y significaba que su hermano estaba con Nivea, siendo protegido por ella tal como la mujer del destino se lo había dicho—. ¿Podría decirme en dónde está o dónde se encuentra?
—Señorita Edurne, me disculpará usted, pero no tengo idea de dónde puede estar su hermano, igualmente estoy buscando a mi... mi amiga Nivea que es la dueña de esta propiedad —respondió Doroteo lo más amable posible que podía, pues estaba en su naturaleza serlo—. Puede que ambos estén en el mismo lugar y vengan a esta cabaña juntos.
—Puede que tenga razón señor...
—Winter, Doroteo Winter para servirle. —Le extendió su mano.
—Un gusto, señor Winter —dijo ella y estrechó la mano que él le ofreció, haciendo que Doroteo sintiera una pequeña corriente en su brazo al tocar su piel. Ese hecho los asombró a ambos; Venecia carraspeo—. Como le decía: puede que tenga razón, lo que no sé es si van a tardar porque he tratado de comunicarme con mi hermano desde ayer, no contesta su teléfono y ningún correo.
—Entiendo —dijo Doroteo, pensando en que estaba frente a una familiar del prometido de la novia inmortal—. Quisiera tener más información acerca del paradero de ambos, pero lastimosamente no la poseo. Solo se me ocurre que puede esperar aquí mismo en la cabaña mientras ellos vienen, si usted gusta, obviamente.
—Claro que sí. Obviamente —respondió de inmediato Venencia sin dejar de verlo.
Doroteo abrió el portón y le dio paso al sitio, se adentraron a la arboleda y por último a la propia cabaña. Venecia se sentó en la sala de estar admirando la propiedad.
—El aroma de los árboles es exquisito, me recuerdan a la navidad —mencionó ella, sentándose justo al lado de la maleta de su hermano.
—Es un árbol muy especial y nativo de este país, su nombre es Pinabete —informó Doroteo al otro lado de la barra, preparando algo de beber—. ¿Gusta algo de tomar?
—Una taza de café si no es mucha molestia —respondió ella, después de observar como un radar al hombre que preparaba bebidas para ambos—. Dicen que el café de estas regiones es de los mejores.
Doroteo solo le respondió con una sonrisa sin dejar de mover las manos por la preparación de dicho líquido.
—Entonces usted es hermana del señor Edurne, ¿dónde viven actualmente? —preguntó Doroteo, llevando las tazas de café en la mesa de madera hecha del centro de un tronco grueso de árbol, estaba barnizada y era muy llamativa.
—Aunque no lo parezca, sí somos hermanos de ambos padres y vivimos en un pueblo de Yellowknife —respondió Venecia, sorbiendo muy quedo la taza de café—. Así que usted es amigo de la señorita Nivea, ¿desde cuándo? —preguntó.
—Desde hace varios largos años —respondió por no decirle que desde su vida pasada.
—¿Tiene familia, señor Winter?
Esa pregunta hizo que por poco Doroteo se atragantara con el café porque lo desconcertó, recordó que alguna vez sí tuvo esa familia.
—No, estoy sólo en este mundo, la única buena amiga que tengo es Nivea —respondió con sentimiento oculto y su taza de café en manos, pues realmente estaba sólo y más cuando Nivea era apresada en la estrella.
—¿A qué se dedica, Doroteo? No le molesta que le llame por su nombre de pila, ¿verdad? —preguntó nuevamente Venecia con la taza de café en mano.
—Claro que no me molesta —dijo esbozando una leve sonrisa forzada—. Soy abogado y representante legal de algunas propiedades de mi amiga Nivea —confesó un poco incómodo, pues él pretendía preguntar para tener información y no al contrario.
—Vaya, eso es interesante. ¿Qué le gusta hacer?
—Pues... por motivos de mi trabajo yo me muevo mucho, así que me gusta viajar, conocer entornos y personas nuevas —reveló, ganando una mirada aprobatoria de Venecia.
—Que interesante, a mí también me encanta viajar —mencionó Venecia. Hizo una pausa y respiró para preguntar de nuevo—: Su estado civil es soltero, ¿verdad? Porque dijo que no tenía familia.
La pregunta tomó por sorpresa a Doroteo y de nuevo estuvo a punto de atragantarse, no esperaba esa indagación tan pronto y menos de una mujer tan cercana al elegido como Venecia. Decidió dejar la taza de café sobre la mesita hasta que ella dejara de interrogarle, una sabia decisión.
—Ah... yo sí soy soltero, pero...
La respuesta y posible explicación de su motivo de estado civil fue interrumpida gracias a la presencia de Nivea y el descendiente de las nieves que por supuesto no era el prometido.
—Buenas tardes —saludó Nivea en voz alta.
—¿Venecia? —preguntó el hombre rubio que entraba detrás de la novia inmortal.
—¿Adi? ¿Estás bien?
Venecia dejó la taza de café vacía sobre la mesa de tronco y se levantó del asiento, tirando los brazos alrededor del cuello de su hermano.
—Te llamé varias veces y no contestaste, me preocupé porque me habías dicho que habían atentado contra tu vida, por eso vine a buscarte —explicó ella, besando en la mejilla a su hermano.
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Editado: 13.12.2023