Cuando el invierno toca Invernalia - Corazón I.

❆ Capítulo 22

 

Después de la conmoción y emoción de absolutamente todo el orfanato —a excepción de la anciana partera— por el acontecimiento en que el bebé recién nacido, por arte de magia fue un niño normal, fuerte y sano; Adriel no pudo soportar más la ignorancia y la curiosidad, ambos lo llevaron a coger de la muñeca de la mano a Nivea y salir del inmueble con presteza para volver a la camioneta y quizás perderse por alguna calle para meter serenidad en la cabeza del pobre hombre que seguía en shock por semejante escena.

Parecía que la mente de Adriel era una tormenta con remolinos de pensamientos y lluvias torrenciales de recuerdos, todos ellos en torno a Nivea, la cual yacía sentada en el sillón del copiloto, observando al frente con la vista ida y sin pronunciar palabra, como si estuviese esperando a que él dijese algo porque si ella lo hacía este podía salir huyendo. Lo cierto es que quizás no estaba tan lejos de la realidad porque Adriel se sentía como si estuviese en una novela fantasiosa en el que está a punto de revelarse un mundo totalmente nuevo ante el ignorante protagonista humano que vivió una mentira toda su vida.

—¿Me puedes explicar qué pasó en ese orfanato, más exactamente en esa habitación? —cuestionó Adriel, sonando como si fuese una orden, una petición de vida o muerte.

Él estaba con las manos sobre el volante, viendo fijamente al frente para de un momento a otro voltear a ver a su acompañante que no se movía ni parecía tener expresión alguna en su linda cara, volviendo a su semblante glacial como si no hubiese pasado absolutamente nada.

—Antes que nada, debo decirte que lo que estoy por revelarte es totalmente verdad, mi verdad —dijo ella en voz baja y serena, viendo al frente con un lento pestañeo de por medio.

Esas palabras provocaron un leve estremecimiento en el enorme cuerpo de Adriel, pues no se imaginaba lo que estaba por descubrir de labios de la mujer que creía estar enamorándose, ¿o talvez sí? Tragó saliva y asintió en espera de escuchar las palabras de Nivea.

—Soy un ser muy especial que no puede morir —soltó ella directamente.

—Querrás decir una mujer muy especial —le corrigió él sin dejar de verla y rogando que fuera así.

—No. Soy exactamente lo que te acabo de decir: un ser muy especial y perpetuo —aclaró ella, sin dejar de pestañear lentamente y sin voltear a verle—. Y cómo pudiste verlo en esa habitación, tengo habilidades igualmente especiales.

«¡Santo cielo!».

El hombre rubio seguía sin entender en su mayoría lo que Nivea le explicaba, era como si le hubiese hablado en mandarín, coreano o quizás una lengua muerta.

—¿Cómo sucedió?

—Es una maldición que debo cumplir a causa de un error cometido en el pasado, el cual no recuerdo porque es parte de la sentencia —explicó y aclaró ella, dando un suspiro cansino sin desviar la mirada de enfrente.

—¿Desde cuándo? —preguntó él, sin quitarle la vista de encima porque sentía que si lo hacía ella se desvanecería como humo.

—Más de un milenio —respondió serenamente.

Adriel no respondió enseguida, intentando digerir las palabras de Nivea —que por cierto no era nada fácil para un hombre común—. Segundos después respiró profundo y trató de abrir el pensamiento para poder hacer una pregunta que era más que obvia:

—¿Entonces tú sí le diste al bebé... tal y como lo dijiste: ‟aliento de vida"? —interrogó muy consciente que la pregunta era irracional para él y que la respuesta podría alejarle de ella por varios motivos.

Nivea asintió lento, pero seguro.

La respuesta de Nivea fue lo único que aceptó como un receptor dispuesto, pues solamente eso preguntó. Sus nudillos se blanquecían de la fuerza que empleaba al rodear el volante. Al final encendió la camioneta para ir directo a la cabaña de ella, dejar el auto alquilado y a su dueña en el inmueble, abandonando en su pasado a una posible amante y nunca más volver a buscarla y verla.

Nivea volteó rápidamente a verle al momento de rugir el motor de la camioneta, provocando parpadeos constantes en sus ojos glaciales, abrió la boca y replicó:

—¿No preguntarás más?

—Ya me dijiste lo más importante, no necesito saber más, ¡No quiero saber más! —sentenció él con el papel invertido, porque ya no le veía y su vista estaba fija al frente mientras ella lo observaba a él.

—Ya entendí... —musitó ella, bajando la mirada y hombros ligeramente caídos, pero a los tres segundos, ella volvió a subir la vista con un semblante serio y postura rígida.

Ambos sabían perfectamente qué quería decir Adriel con esas palabras, sentenciando una separación prematura por parte de ambos y olvidando lo que había pasado entre ellos si podían hacerlo.

 

❆❆❆

 

Esa noche, Adriel no pudo dormir; de un lado a otro este se retorció en el colchón del cuarto de hotel sin poder pegar un ojo, atormentado por lo que había presenciado y por la información que Nivea le había dado acerca de ella misma y su nada agradable maldición. Pero más que nada, atormentado porque su corazón no podía estar tranquilo, no podía y no quería como todo un rebelde y eso le irritaba.

Adriel era muy escéptico y renuente a las maldiciones y seres extraordinarios debido a la dolorosa muerte de su madre y su exesposa, pues se decía en su familia que ellos sufrían una maldición a causa de un error grave de un antepasado y una mujer que la llamaban la princesa maldita; debido a esa maldición, las leyendas de su familia y las muertes de sus amadas, Adriel odiaba todo aquello que tuviera que ver con la palabra "maldición", huía de cualquier enredo con los antepasados y los problemas; eso fue lo que precisamente hizo que decidiera a tiempo separarse de Nivea y no verse envuelto en maldiciones.




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