Cuando el invierno toca Invernalia - Corazón I.

❆ Capítulo 24

 

La negativa de Adriel hacia Nivea y su verdad, le había causado más pesadumbre y decepción de lo que ella misma creía, incluso sentía lastimado el orgullo arraigado que tenía en lo más profundo de su ser, porque tantos años siendo una inmortal vagando por el mundo entero, habían causado que ella se sintiera cómoda consigo misma, acostumbrándose a ser quien era en verdad sin sentir miedo o rechazo por ser lo que era con cada ciclo, periodo o tiempo y con cada generación.

Pero toda esa comodidad y seguridad sobre sí misma había sido botada al suelo y pisoteada en el momento en que Adriel la dejó en su cabaña y le dio la espalda para nunca más volver a verla y no tener un tipo de contacto. La mayoría de hombres en el mundo estarían encantados de tener una mujer segura de sí misma a su lado sin tener que batallar por las inseguridades de su interior que en su totalidad llegan a sufrir el género más delicado.

Lo único bueno del rechazo de Adriel había sido que este no había visto la verdadera apariencia de Nivea, no es que ella se viera como una vieja y arrugada bruja infernal al grado de espantar hasta al más valiente de los hombres, pero no se podía negar que su cabello platinado, la piel pálida como la leche, labios blanquecinos como enferma y sus ojos azul glacial al grado de llegar a un tono neón, no era de lo más común entre las bellezas femeninas y bueno tampoco masculinas; definitivamente ella le causaría un buen susto a cualquiera que la viese en su apariencia real y mal combinada en su vestimenta por cargar todo el tiempo con un collar de diamantes en el cuello.

Toda esa tarde y noche, Nivea se la había pasado bebiendo alcohol, quería olvidar por unas cuantas horas que había decidido mostrarse a otra persona, que había derribado esa barrera de defensa autoimpuesta para que nadie se le acercase, que había llegado a enamorarse de un simple y sencillo humano y mortal. Pero para su mala suerte, los efectos del alcohol no tardaban tanto tiempo en ella, porque ¡Por favor era un bendito ente inmortal, ni siquiera podía darse ese lujo!

Así que su otra opción de olvidar por un tiempo lo sucedido con Adriel, era salir al lago; quizás caminar sobre las aguas, encontrarse con el ente nativo de la otra noche cuando salvó al descendiente de las nieves de ahogarse, intercambiaría unas palabras, quizás anécdotas o historias; fuera lo que fuera, necesitaba distraerse o enloquecería con tanto pensamiento y recuerdo en su cabeza revoloteando como las mariposas de la reserva natural alrededor de ellos al momento de besarse

«¡¿Por qué todos mis pensamientos tienen que girar en torno a él?!», gritó Nivea para sus adentros.

 

❆❆❆

 

Recorría la orilla del lago descalza, con un vestido largo y amplio, blanco de manga larga y una enorme abertura en una de las piernas —la izquierda para ser exacto—, le daba efecto de novia; el blanco le hacía lucir mejor su cabello platinado, su piel pálida y sus ojos azulados resaltaban tanto en la luz como en la oscuridad, propio de un ser inmortal.

Su recorrido hizo un detenimiento abrupto al percibir en su piel y en el mismo aire una presencia totalmente maligna capaz de provocar escalofríos en la piel de cualquiera y con cierto calor fétido, lo suficientemente malo para llevar a la muerte a cualquier persona, era una entidad que ella precisamente había sentido una noche que fue interrumpida para recibir un mensaje un tanto amenazante —que por cierto había olvidado debido a su orgullo herido—.

—Esa mujer... —masculló Nivea, persiguiendo la fuerza presencial de ese nauseabundo ente.

Toda la serenidad de Nivea desapareció por completo por varios motivos: el primero fue por el alcohol que había bebido; el segundo por no haber llevado calzado porque las piedras le habían lastimado varias veces los pies; el tercero y el más importante porque ese maldito ser tenía hechizado a Adriel que le rodeaba con los brazos como alguna vez lo hizo con ella, pero con la clara diferencia en que él estaba totalmente aterrado.

—Te dije que si lo tocabas ibas a probarme y te arrepentirías.

Alzó la voz Nivea desde la orilla que era espectadora de una escena escalofriante para cualquiera, excepto para ella debido a que tenía rabia acumulada.

—¿Así que viniste a ver el final fatídico de este hombre? —preguntó el espíritu sin esperar respuesta—. Excelente, porque estaba por absorber su vida —mencionó mostrando en toda su gloria la asquerosa y espantosa sonrisa de caballo cadavérico.

—¡Suéltalo! —demandó Nivea, chirriando los dientes con los ojos totalmente encendidos en ira.

Una asquerosa carcajada que parecía relincho endemoniado fue lo que el espíritu respondió ante la demanda de Nivea, haciendo lo que no debió para provocar a un ente inmortal maldito como ella; la cara de caballo se deshizo de los brazos inmóviles y petrificados de Adriel para soltarlo y hundirlo en el agua, dando el resultado de un Adriel luchando por llevar aire a sus pulmones, pues estaban a cierto grado de profundidad en el elemento.

Sin pensarlo dos veces Nivea corrió sobre el agua hasta estar frente al espíritu maligno y tratar de agarrar del cuello a este, pero no le salió la jugada porque al momento de tratar de coger al espíritu del cuello, este se desvaneció como el aire y en cambio ella fue la capturada del cuello, siendo levantada, que se retorcía en el aire sin apartar la mirada de los ojos carmesí brillantes del espíritu, todo un contraste a ella.

—¿Es lo único que vas hacer? ¿Es todo lo que tienes? —preguntó el espíritu maligno con clara decepción en su tétrica voz—. No sé por qué él dice que eres peligrosa y una difícil contrincante, ¡Puras pendejadas!




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