Cuando el invierno toca Invernalia - Corazón I.

❆ Capítulo 27

 

La vida de Adriel en los días posteriores a la despedida con Nivea en aquella mañana en la cabaña con la arboleda, había sido muy agitada y desgastante, pues su mente era un torbellino de pensamientos mezclados con sentimientos y recuerdos, capaz de empujar a cualquiera a la locura y a un estado depresivo.

Esa mañana había contactado a la señorita Jale para revisar el permiso que tanto había esperado para llevar un bendito árbol; su sorpresa fue que ella le avisó un día antes en un correo que el permiso no había sido concedido y que podía regresar a su hogar cuando él quisiera, pero antes debía enviar las rocas del volcán a una dirección específica que ella mandaría en un par de días después.

Adriel no lo pensó dos veces y cogió todas sus cosas del hotel, montó un bus de regreso a la capital y compró un boleto de avión de regreso a Canadá; solamente tuvo que quedarse en un hotel cercano ese día, debido a que el avión salía al día siguiente a primera hora. No le quedó de otra que caminar por las calles pobladas de la capital durante unas cuantas horas y regresar al hotel para meterse en la cama hasta que la alarma de su celular le indicara que debía levantarse.

Durante el paseo y su descanso, él no dejó de pensar y recordar lo que había sucedido y en especial lo que había vivido esos días con ella. Le era totalmente imposible olvidarla de un tiro, pues no era cosa de pasar página de un libro, no cuando su vida estuvo en peligro de muerte más veces de las que él pudo sufrir durante sus treinta y dos años de vida. La duda, la curiosidad y la impotencia le carcomían la razón, la prudencia, el orgullo y la integridad, pues este sólo quería regresar a donde estaba ella y meterle a la fuerza en la cabeza que la amaba sin importar su maldición y quién diablos era en verdad.

Por sobre todo, él respetaba la decisión de ella tan clara pero dudosa, aunque le fuera difícil, este se alejaría tal y como ella se lo había pedido tan insistentemente a la par de una cantidad exagerada de mentiras, porque eso era lo que él creía, que ella mentía para alejarlo por una razón muy poderosa... al menos por un tiempo.

Cuando el avión despegó, Adriel se sorprendió por haberse descubierto más tranquilo y relajado por cumplir su palabra, aquella de alejarse de ese país que en tan poco tiempo le había dado muchas experiencias agradables y otras no tanto. La llegada a su casa en Yellowknife le parecía tan ajena y lejana que le costó volver a adaptarse a su antigua rutina, exceptuando que esa vez su cuenta bancaria tenía más dígitos que cuando se fue de viaje.

Adriel le contó a su hermana muy brevemente su experiencia de regreso a Canadá y en lo que había terminado el extraño vínculo que forjaron entre él y Nivea, pues se guardó para sí mismo la verdad que sabía acerca de ella, era un secreto que le pertenecía a ambos, no tenía derecho a divulgarlo y mucho menos a una chismosa como su hermana, que el cielo le protegiera si cierta información le era revelada a Venecia.

La reacción de Venecia fue la que Adriel esperaba, una reacción totalmente dramática y exagerada.

—Adi, por favor dime que van a regresar a estar juntos —dijo Venecia al otro lado de la línea telefónica cuando él había terminado de decir una verdad resumida y a medias.

—No lo sé. —Se limitó a responder Adriel cuando era exactamente lo mismo que deseaba, regresar a ella.

—La buscaré y la convenceré de que te dé una oportunidad —aseguró Venecia, provocando que Adriel pusiera los ojos como platos—. Un amorío como el de ustedes no puede terminar así, yo la conocí y vi que a ella le agradas de verdad, hay un algo entre ustedes dos que no sabría explicar.

Adriel decidió aclararle a su hermana que nunca metiera mano en su vida privada y menos en la amorosa, porque este sabía el huracán que era y los daños irreparables que podía cometer; amaba a su hermana, daría su vida por ella de ser necesario, ella era la más cercana a él de sus tres hermanos mayores, debido a que solamente se llevaban dos años de diferencia, prácticamente crecieron juntos por ser los más pequeños y mimados de su padre; pero este no dejaría que ella metiese su nariz en su vida, no como estaba y menos tratándose de Nivea.

A diferencia de la cabaña de Nivea, él también poseía una que él mismo había construido, pero en un bosque y más amplia, en esta él tenía su taller y área de trabajo donde se sumergía horas y horas creando hermosas piezas de madera y, era lo único que le hacía olvidar casi todo, porque la carpintería no lo consideraba un trabajo, lo consideraba un pasatiempo al que le dedicaba amor y podía sacarle provecho monetario de vez en cuando.

Dejó sus pertenencias en la habitación principal y más amplia de las dos que había en la cabaña, recorrió todo el inmueble revisando su estado durante su ausencia y encontró que aparte del polvo y el frío acumulado, esta estaba triste, sin señales de vida y vacía.

«Debería adornar la cabaña». Se dijo observando su entorno e imaginando los posibles adornos a emplear.

Un par de horas más tarde la cabaña había sido limpiada, sacudida, aromatizada y envuelto en calidez por un fuego vivaz en la chimenea de la sala principal; un par de horas más tarde la cabaña estaba totalmente adornada con detalles navideños, incluido un árbol de abeto pequeño que él mismo había cortado a unos metros de distancia de su inmueble, luciendo una bonita estrella dorada en la punta, rodeada de luces blancas y bolas de diferentes tamaños y tonalidades, sin olvidar los muérdagos colgados tanto dentro como fuera de la cabaña, eran indispensables, en especial un ramillo rojo que colgaba en la puerta de entrada.

En sus recuerdos más tristes y añorados, Adriel rememoraba que los muérdagos eran los favoritos de su madre, cada vez que podía ella se besaba con su padre debajo de ellos; en cambio el árbol navideño era el favorito de Celeste que año con año le brillaban los ojos de alegría al ver el elegante e indispensable adorno. Desde la partida de su exesposa, Adriel pasaba las navidades totalmente sólo en su cabaña, alejado de la casa de su padre que fue donde él vivió durante la enfermedad de Celeste con ella, así que la soledad en la que vivía en plena navidad le era totalmente familiar.




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