Invernalia. Un reino mágico por la belleza de vivir en el frío invierno del polo norte; mágico por su gente única y sus costumbres singulares; mágico por ser gobernado por Reyes descendientes del invierno, creados y guiados por el Gran Espíritu que, fue autor de la existencia de esa tierra de las hadas.
Como lo demandaba la tradición impuesta por el Gran Espíritu, cada descendiente del invierno que heredara el trono de Invernalia, debía casarse, unirse a un descendiente de las nieves, aquellos que vivían en la tierra de los hombres; debían contraer una alianza para tener paz, unidad y compartir lo mejor de ambos mundos y así subsistir.
El rey Guthrie junto a su esposa la reina Camelia,habían llamado al salón del trono a su única hija y heredera a la monarquía de Invernaliapara comunicarle su futuro compromiso con un descendiente de las nieves.
La princesa Breena, era una joven de veinticuatro años de edad, próxima a cumplir los veinticinco en los días del solsticio de invierno. Hermosa como inocente y soñadora, cumplida con sus deberes como princesa, educada y generosa, pero también temperamental como su padre; vivía esperanzada de encontrar el amor, amar y ser amada por un valiente hombre de noble corazón y, por supuesto que atractivo.
—Princesa Breena, ha sido convocada al salón del trono por su padre, el gran rey Guthrie —avisó la sierva a una buena distancia de la princesa, ella estaba frente a la enorme ventana de su habitación en el segundo nivel del palacio de invierno.
—Gracias, Blanca, iré en un momento —respondió Breena, admirando cómo los siervos adornaban el palacio porque se acercaba el fin de año.
—La estaré esperando en la entrada trasera del palacio con dirección al bosque, majestad —dijo la sierva, haciendo una reverencia y tomando una capa de piel de la princesa para salir de la habitación.
Breena se quedó confundida con las palabras de su sierva, no entendía por qué ella la estaría esperando en la entrada trasera del palacio y menos el por qué se llevó su capa.
Ella ignoró las últimas palabras de su sierva, se puso en pie y erguida, planchó sus vestidos celestes con las manos enguantadas y colocó su cabellera plateada en una trenza a un lado, justo en su hombro derecho para ir al salón del trono ante los reyes.
Al llegar a la entrada, los guardias le abrieron ambas puertas de hierro, Breena entró de inmediato y al estar a unos pasos de los escalones del trono se detuvo para inclinar su cabeza ante los reyes, en señal de respeto.
Su padre,lucía una corona plateada y blanca con diamantes que adornaban los picos en forma de copos de nieve, posada sobre la cabeza de cabello plateado, característico de los descendientes del invierno. Para Breena, la corona del rey era el accesorio más bonito que podía tener algún día, no por el poder ni por la sensación de gobernar, sino porque la corona era una joya singular.
Como el rey de Invernalia que era Guthrie, estaba sentado en eltrono; al lado derechodel monarca y de pie, estaba la madre de Breena, reina y descendiente de lasnieves, rubia de buen porte y también lucía una corona de plata con diamantes,pero en menor medida que la de su marido. Ambos padres usaban pieles, guantesde cuero y botas, más abrigada estaba la reina por el frío, pero siempre vestíanmuy combinados, los mismoscolores y muy enamorados.
—Majestades, fui convocada a estar frente a su presencia —saludó Breena—. Por cierto, el color café que predomina hoy en sus vestiduras es exquisito.
La reina sonrió ante el amable comentario de su princesa. El rey también sonrió y le contestó:
—Así es, princesa Breena, fuiste convocada para informarte de algo muy importante —comunicó el rey con seriedad y serenidad—. Como todos saben, se acerca el solsticio de invierno, por lo tanto, tu aniversario de nacimiento también.
—Pronto tendrás veinticinco años de edad —añadió la reina—, la edad suficiente para que te cases.
«Ya van a comenzar...». Se dijo mentalmente la princesa.
Breena sonrió, poco emocionada por el compromiso, pero feliz porque su fiesta de aniversario estaba cerca.
—Y me llamaron para decirme que, a partir de mi aniversario de nacimiento, debo prepararme para conocer a mi prometido de las nieves y después casarme con él —concluyó Breena, suspirando porque ya esperaba esa noticia.
Era bien sabido por todos que a partir del aniversario número veinticinco de nacimiento del heredero del trono de Invernalia, este debía casarse con un descendiente de las nieves.
—Esta niña y su manía de querer completar mis palabras, Camelia —murmuró el rey ante el atrevimiento de su hija.
—Princesa, por favor deja que el rey termine de hablar. —Pidió la reina con rostro de leve súplica.
Breena asintió.
—Como decía: tu aniversario de nacimiento número veinticinco se acerca, pero ese día no vas a prepararte —le informó el rey—, ese día vas a casarte con el descendiente de las nieves.
El semblante relajado de Breena, cambió drásticamente a uno muy tenso e incómodo.
—Mi aniversario de nacimiento es prácticamente en una luna —replicó exaltada la princesa—. ¿Me estás queriendo decir que me voy a casar en ese corto tiempo? —Alzó la voz.
—Cuida el tono de tus palabras princesa —advirtió el rey ante la exaltación de su hija—, y estoy queriendo decir que, dentro de poco estarás comprometida y días después casada.
—¡No lo haré! —exclamó Breena, totalmente molesta y disgustada de que tomaran decisiones por ella como esa.
De inmediato, la reina tocó el hombro del rey para que no se exaltara y dijese cosas que no debía y quizás después se arrepentiría.
—Breena compórtate como la princesa que eres —exigió la reina ante la actitud de su hija—. Respeta nuestra presencia.
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Editado: 02.10.2023