Cuando el invierno tocó Invernalia - Decisión Ii.

❆ Capítulo 4

 

—Parezco una enorme araña sobre su espalda —dijo la princesa que era llevada sobre la susodicha de Teodoro.

«Pues sería una araña muy bonita». Pensó Teodoro genuinamente, ya que no le era indiferente.

—Al menos no tiene esas espeluznantes patas —contestó él ante el comentario de la princesa.

—Dicen que son criaturas que provienen de las tierras al sur, con los descendientes de las nieves —comentó Breena, balanceada por los pasos de su salvador.

—Me gustaría conocer esas tierras, mi padre me contó historias de los hombres y las criaturas que viven con ellos —le contó el muchacho con la vista al frente.

—También me gustaría ir —dijo ella, haciendo una breve pausa—. Con usted... —susurró, palabras que causaron una leve sonrisa al cazador.

Después de haber salido de aquel hoyo y el momento tan íntimo que tuvieron de abrazarse, la princesa intentó ponerse de pie y caminar, pero no lo logró porque en verdad tenía lastimado el pie.

Teodoro tuvo la idea de cargar a la princesa en sus brazos, pero ella se negó rotundamente y sus mejillas se ruborizaron al instante, hecho que dejó encantado al joven cazador. Así que tuvo la idea de pedirle a la princesa que se subiera sobre su espalda, sujetándose de los hombros de él, sugerencia a la que también se negó Breena, pero al cabo de unos minutos tratando de caminar y no tener el efecto que ella deseaba, terminó aceptando.

—¿Dónde está su arco y flecha?

—Los dejé en el taller de mi padre cuando fui por la cuerda —respondió él, caminando con cuidado.

—¿Entonces es un armero? —inquirió ella, sujetándose de los brazos de Teodoro.

—Sí, Breena, eso soy —contestó él, sujetando fuertemente a la princesa para que no sufriese otra caída—. Mi padre me pidió venir a cazar para llevarle pieles nuevas, por eso la encontré rodeada de...

—Rodeada de lobos hambrientos —interrumpió Breena, completando la oración de su salvador, muy propio de ella—. Fue allí cuando me salvó la primera vez y mató a esos lobos.

—No fue nada —respondió él de inmediato—, creí que era una joven común y corriente porque la observé a distancia.

—Eso solamente me da la seguridad de que es usted alguien de noble corazón —dijo la princesa, palabras que causaron un leve nerviosismo y agitación al corazón de Teodoro.

Entre caminata y palabras, ambos jóvenes llegaron a donde ya había asentamientos humanos, salieron del bosque y pasaron de largo la forja del padre de Teodoro, esto para ir directamente a la parte trasera del palacio de Invierno porque Breena le había dicho que allí la llevase.

Al parecer, la princesa estaba siendo buscada por todos en el palacio, porque la primera persona en verla fue una mujer de edad adulta con canas en su cabellera, muy galana y que corrió en auxilio de su princesa.

—Princesa, estábamos a punto de buscarla en el bosque. ¿Dónde estuvo todo este tiempo? —preguntó ella, pasando el brazo de la princesa sobre sus hombros para darle apoyo.

—Estuve en el bosque, atrapada en un agujero entre dos rocas —respondió de inmediato—, si no fuera por Teodoro...

—¿Quién es Teodoro?¿Y dónde estabas? —preguntó una mujer bien vestida con una corona de plata sobre su cabeza y de cabellos rubios, ella se acercó en ese momento.

—Madre... —murmuró Breena con los ojos muy abiertos. Todos los presentes inclinaron su rostro hacia la bella mujer, incluido Teodoro que estaba atrás de Breena y la mujer que la sostenía—. Yo... yo me perdí en el bosque y tuve un pequeño accidente.

—Dice que estuvo atrapada en un agujero entre dos rocas, majestad —contestó la sierva en lugar de la princesa.

—¿Estás bien hija mía? —inquirió más preocupada que antes, se acercó y observó la apariencia de la princesa—. ¿Cómo lograste salir de allí?

—Como decía, Teodoro me ayudó a salir de ese hoyo —informó, señalando al joven cazador—. Además, también evitó que fuera devorada por bestias como los lobos del bosque.

En ese momento todos observaron a Teodoro de pies a cabeza, causando el efecto en el joven de incomodarse por tanta atención indeseada y de no estar presentable ante la soberana de Invernalia.

La reina se acercó al joven cazador que tenía la cuerda gris enrollada entre sus manos, lo observó e hizo una leve inclinación para decirle unas palabras:

—Si es cierto lo que mi hija dice —comenzó—, quiero agradecerle por tales actos, no tiene idea del bien que ha hecho a este reino por sus buenas intenciones.

—Mi soberana, no tiene que agradecer —respondió Teodoro de inmediato con cierto nerviosismo por estar delante de la amada reina Camelia—. Solamente hice lo que cualquier ciudadano de Invernalia hubiese hecho.

—Está equivocado con eso. —Alzó la voz Breena que todavía se encontraba allí en un corredor trasero del palacio, apoyada sobre los hombros de la sierva—. Hizo más, mucho más; mató a los lobos para que no me devorasen, se metió al mismo agujero que yo para cuidarme, trató mi pie lastimado, espantó el miedo de la situación para mí, me sacó él sólo de aquel agujero y me trajo cargada hasta mi hogar —concluyó la princesa—. Creo que merece más que un agradecimiento.

—No es necesario, majestad. —Se interpuso rápidamente Teodoro totalmente nervioso—. Con el simple hecho de que está en su hogar y en buenas manos, me basta y me sobra.

La reina Camelia observó a ambos jóvenes con atención y actuó.

—De cualquier manera, un agradecimiento de su reina no le viene mal —comentó sonriendo levemente de lado—. Me aseguraré de decirle todo al rey, mi marido y yo le daremos una digna recompensa por sus buenas obras en mi hija, la princesa heredera.

A Teodoro no le quedó de otra que bajar la cabeza, agradecer e inclinarse.

 

❆❆❆




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.