Las clases de arco y flecha con Teodoro estaban saliendo de maravilla, eran fascinantes porque hacer cosas con su salvador, para Breena eran perfectas y, el jardín parecía el escenario de ensueño para que ambos se prendaran uno del otro cada día más.
Para Breena era tan sencillo estar con él, se sentía cómoda, a salvo y le agradaba que él fuera noble, sumiso y paciente, porque sí, ella no era muy dada a la paciencia y rápidamente se desesperaba cuando algo no salía como quería, cosa que le sucedió con el arco y la flecha, pero la manera en cómo Teodoro le explicaba y lo agitado que su corazón se sentía al tener la cercanía de él, le ayudaron considerablemente, hasta el punto en que las flechas daban en el blanco, lejos del centro, pero no volaban a otras direcciones como inicialmente lo hacía.
Definitivamente la forma de ser de él, tan seria, honrada y risueña a la vez, la hacía sentir en un sueño del que pronto ambos tendrían que despertar, comenzando por la princesa debido a la noticia que su madre, la reina Camelia, le llevaba a su habitación después de sus clases de arco y flecha.
—Por lo visto esas lecciones hacen más que enseñarte a dar en el blanco —dijo la reina, justo al momento en que entró a la habitación.
—Madre... —murmuró Breena sonriente, haciendo una reverencia de respeto, después se sentó en la cama porque estaba acostada—. Es que la paso bien en el jardín.
—Me temo que sea más que ‟pasarla bien en el jardín", hija mía —aseveró la reina acercándose a su hija.
La reina tenía en su cabeza la corona de plata, esa misma que hacía juego con la del rey, su cabello rubio con un recogido digno de la reina de Invernalia, el vestido verde esmeralda era de cuello alto con pedrería incrustada, y su abrigo era con capa incluida, gris y plateada, sus ojos eran verdes, así que resaltaban con el vestido, y por supuesto no podían faltar sus guantes blancos porque a diferencia de su marido y su hija, ella sí sufría de mucho frío.
—Claro que no, madre —replicó Breena de inmediato—. Imaginaciones tuyas.
La reina se sentó en el borde de la cama de la princesa para hablar con ella de frente.
—Una madre conoce bien a sus hijos —le aseguró Camelia—, y el que yo sea la reina, no significa que no te conozca.
Breena presentía que su madre se había dado cuenta de lo que le sucedía al estar con Teodoro, pero ella haría lo posible por no ser descubierta.
—Bueno y según tú, madre, ¿qué es lo que hacen esas clases de arco y flecha en mí? —preguntó Breena haciéndose la desentendida.
—Estás encantada con el muchacho.
Era tarde, muy tarde. Su madre se había dado cuenta. Pero Breena era muy testaruda, así que se echó a reír como si un enorme chiste le hubieran contado, incluso lloró de la risa.
—Madre, ¿de verdad piensa eso de mí? —preguntó volviendo a la risa.
—A mí no me engañas Breena, el muchacho es atractivo —afirmó Camelia muy segura, ignorando las risotadas de su hija—. También tengo ojos y sé que no te es indiferente.
—Madre... —balbuceó y se calmó—. Puede que me llame la atención, pero no al grado que tú aseguras.
La reina no lo resistió más y le acarició la mejilla a su princesa.
—Hija mía... Tú estás en edad para casarte —le dijo observando a su hija con preocupación—. Estás en edad para buscar un hombre que te haga feliz y te proteja. Lo que temo es que tu corazón ya haya elegido y haga que seas infeliz en tu matrimonio, además de hacer infeliz a tu marido.
Las palabras de la reina, hicieron que el corazón de Breena se estremeciera de miedo al imaginarse con otro hombre que no amaba, siendo muy infeliz, sufriendo por aquello que no podía tener. El semblante de la princesa cambió, hecho que no pasó desapercibido ante los ojos de la reina.
—¿Ahora entiendes mi preocupación? —Le preguntó de nuevo la reina, tomando de las manos a su hija.
—Lo entiendo, madre —afirmó Breena, colocando una falsa sonrisa en su rostro—. No te preocupes porque voy a cumplir con mi obligación.
La reina suspiró rendida, así que soltó las manos de su hija y volvió a hablar:
—Me alegra mucho escuchar eso, Breena, porque mañana no tendrás clases de arco y flecha —aseveró volviendo a su porte de reina—. Mañana conocerás a tu prometido porque... será la fiesta de bienvenida para el descendiente de las nieves y algunos invitados de honor.
Breena abrió los ojos totalmente sorprendida, no esperaba que fuera tan pronto la fiesta de compromiso y esa noticia sin ninguna duda la dejó en shock por breve tiempo.
—¿Tan pronto?
—Hija mía, ya solamente quedan días para tu aniversario de nacimiento —respondió la reina, despertando a su hija del sueño tan bonito en el que se encontraba—. ¿Ya ves porque digo que esas lecciones de arco y flecha hacen más que enseñarte a cómo dar en el blanco?
Breena entendió que su madre le trataba de decir que se despidiera de su salvador y del sueño en el que vivía porque pronto iba a despertar al lado de otro hombre.
—Entonces mañana será la fiesta...
—Mañana tendrás que estar deslumbrante para dejar en claro que, lo que vamos a entregar es más que una princesa, es una joya invaluable y el futuro de todo un reino. —Le demandó la reina, acariciando el cabello de su hija.
Con esas palabras, la reina se despidió dándole un beso en la frente a su hija para que descansara, después ella salió de la habitación.
La princesa entendió que su sueño de amor estaba por acabar, ella no podía fallarles a sus padres, al reino, a la tradición, al descendiente de las nieves y sobre todo al Gran Espíritu, aunque significara fallarle a su corazón.
❆❆❆
La noche en que la recepción se iba a dar, estaba llegando. El jardín del palacio estaba en todo su esplendor, pues lo habían adornado con lámparas que alumbraban los ornamentos de los árboles de Tamarack y el gran Abeto, dando la ilusión de una noche iluminada.
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Editado: 02.10.2023