Cuando el Karma conoció a cupido

Capítulo 1

​—¡Si, si… ya vi que están bonitos! —dijo Cinthia refiriéndose al par de vestidos que su madre le mostraba. Ella en verdad los creyó lindos, pero… ​—Pero la respuesta sigue siendo: ¡no! No usaré ninguno de esos, me pondré mi overol.

Se atrevió a decir con absoluta determinación. Pero tan pronto dijo eso notó cómo las cejas de su madre se juntaron por el disgusto, al tiempo en que le preguntaba:

​—¿Cuál overol?

​—El jean desgastado o el morado oscuro, no sé, aún no lo decido —le contestó de todos modos, y sin ningún rodeo.

​Pero al notar que la expresión tanto corporal como facial de su madre se había congelado entre un no me digas y un atrevete, se echó para atrás.

​—Es broma —dijo entonces, con una sonrisa dulce, traviesa y triunfante: años y años de escuela le habían enseñado a ser tanto directa como sarcástica y, algunas veces, insoportable. Pero con Carmen no era capaz de sacar más que un asomo de esas armas: su madre era, sin lugar a dudas, la única persona contra la cual era incapaz de luchar en términos reales.

​—Escúchame muy bien Cinthia, porque no te lo voy a volver a repetir: si este año te pones uno de esos trapos para ir a la escuela, te los quemo, y créeme que esta vez sí va en serio —advirtió Carmen como si dictara sentencia—. Y ahora, volviendo al punto, ¿por qué no te gustaron estos?, ¿qué tienen de malo?

​Cinthia sacudió la cabeza ligeramente antes de contestar:

​—Ma, no sé para qué me compraste más ropa si sabes que no me la voy a poner.

​—¿Y por qué no?

​—Porque no quiero, porque no me importa lo que digan de mí en la escuela, no me disfrazaré de niña linda solo para que los demás se sientan a gusto.

​—Es que tú no te tienes que disfrazar de niña linda, ya lo eres; lo que sí es feo es tu actitud.

​—¡Y por lo mismo, ¿qué importa mi apariencia?! —exclamó Cinthia con una expresión de triunfo en su rostro.

Carmen se limitó a negar con la cabeza y observarla en silencio, para luego retomar su comentario como si no hubiera habido ninguna interrupción:

​—¡Actitud…!, que ni siquiera es tuya, así que ya es hora de que te dejes ver; que tengas un año normal; de que compartas con los demás; de que te diviertas.

​—¿Y quién dice que no?, si de hecho, me divierto un montón — aseveró Cinthia.

​—No te creo y no puedo creer que vayas a terminar la preparatoria sin hacer ni un solo amigo.

​—Por suerte —aseguró Cinthia.

​Pero Carmen volvió a regañarla con la mirada. Por lo que a ella no le quedó más opción que defenderse:

​—Ma, tú misma lo dijiste, este es mi último año de escuela y quiero llevarlo a mi modo, ¿sí me entiendes?

​—Es que no lo haces a tu modo, hace años que no estás siendo tú misma. Sino todo lo contrario: estás haciendo hasta lo imposible por esconderte —dijo Carmen.

Pero Cinthia no se permitió flaquear.

​—Ma, lo siento, pero no me vas a convencer, así que ya no insistas —declaró en un tono tan sereno y seguro que no fue necesario decir nada más.

​—Está bien, ya no insistiré más si al menos me prometes una cosa.

​—¿Qué?

​—Que no vas a ir por ahí enseñándole el dedo a todo el que te plazca. Eso no solo desdice de ti como niña educada, sino también de mí como madre.

​—¡Pero ma! —exclamó Cinthia en total desacuerdo.

​—Pero nada —dijo Carmen buscando imponerse. ​Por lo que Cinthia no hizo más que cruzarse de brazos, ella ya sabía lo mucho que su madre despreciaba ese gesto suyo: desde que la vio hacer la seña por primera vez, no dudó en explicarle lo feo y de mala educación que le parecía. Y desde entonces no había parado de intentar convencerla de no usarla más. Por lo que, finalmente, consideró darle el gusto.

​—Bueno, está bien, ya no lo haré más.

​—¿Segura?

​—Sí.

​—¿Me lo prometes?

Cinthia no se mostró muy segura de contestarle, después de todo hacerle una promesa a su madre no era lo mismo que hacérsela a sí misma. Pero al final de cuentas lo hizo:

​—Si, está bien, te lo prometo —dijo.

​—Bueno, está bien, pero si lo vuelves a hacer tendrás que ir a la escuela con lo que yo te elija, ¿de acuerdo?

​—Ah no, si es así, no hay trato.

​—Ah, pues si no aceptas, seguiré insistiendo —advirtió Carmen y de inmediato se puso en acción—. A ver, a ver, ¿qué tenemos por aquí? Ah, ¿qué te parece esta falda? ¡Está preciosísima! Y con una blusa blanca o con el t-shirt color vino que te compré hace unos meses te quedaría perfecta. ¿Qué opinas?

​Cinthia se preparó para oponerse a ese atuendo de la misma forma que se había opuesto a todos los anteriores, pero antes de emitir la primera palabra, Carmen le quitó la mirada de encima diciendo:

​—Claro que si no te gusta, seguro que podemos encontrar algo más.

​Al escuchar eso, a Cinthia le quedó claro que su madre no pararía de insistir hasta lograr una de dos: que se vistiera o que se comportara mejor. Definitivamente estaba apostando a ganar o ganar, y cuando se lo proponía, su madre sabía cómo ser incluso más terca que ella. Así que al final no tuvo de otra que aceptar sus condiciones y proponerse ser muy cuidadosa: ya no podría volver a sacarle el dedo a nadie o en consecuencia tendría que vestirse como ella le dijera. Y eso definitivamente no estaba entre sus planes para ese año escolar.



#5018 en Novela romántica

En el texto hay: amor adolecente

Editado: 16.12.2025

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