Cuando el Karma conoció a cupido

Capítulo 2

capítulo 2

Era el primer día de clases.

Cinthia acababa de llegar a la escuela con una expresión de triunfo en su rostro y el motivo de tal satisfacción lo era su atuendo compuesto por: un pantalón ancho de color púrpura y una sudadera gris con llamativas barras verticales en colores: rojo, verde y naranja fluorescente que a parte de quedarle excesivamente grande también le aportaba el toque presiso de mal gusto que a su parecer era completamente indispensable para seguir manteniendo su estilo. Si, se había salido con la suya respectó a su ropa, pero no, no logró escaparse del trato.

—¿Qué no es muy temprano para halloween?

Escucho entonces de una chica que caminaba de cerca.

—¡Pero qué dices!, si los espantapájaros tienen trabajo todo el año.

Escuchó enseguida de la chica que acompañaba a la que habló primero, seguido por un montón de risitas.

—Querrás decir los payaso, ¿no? —agregó la primera.

—¿Qué no es lo mismo? —dijo la segunda destapando otra ronda de risitas.

Cinthia avanzó unos pasos con sus ojos empequeñecidos. Pero no, no podía dejarlo pasar: se había acostumbrado tanto a responder que simplemente actuó por instinto: de un impulso se volvió hacia ellas mostrándoles el dedo de en medio no solo con una sino con ambas manos.

Más que la seña en sí lo que realmente fastidiaba a quien recibía el gesto era la sonrisa formada de mitad desprecio; mitad me importa un rábano lo que piensas de mi ahí te devuelvo tu insulto con que Cinthia encaraba a quienes la ofendían y aquellas chicas quienes en lugar de continuar con sus chistes pusieron cara de disgusto y la miraron con desprecio no fueron la excepción. Por lo que Cinthia sonrió con más ganas revelando una sonrisa de maldad más que de alegría. Ese aparente descaro era su arma y escudo: la forma con la que espantaba a todos los que por una razón u otra se le quisieran acercar. Pero esa sonrisa triunfante sólo se mantuvo hasta que alguien se limpió la garganta para llamar su atención y ese simple sonido fue tan distintivo para ella como si su madre acabara de llamarla por nombres, apellidos y apodo incluido.

De inmediato, aunque ya inútilmente, escondió los dedos que solo unos segundos atrás tan orgullosa y descaradamente había sacado y su cara pasó de ser sarcástica, arrogante y despreocupada a ser de pura tragedia: sabía muy bien que corría el riesgo de fracasar cuando le hizo esa promesa a su madre pero jamás imaginó que pasaría tan rápido.



#5018 en Novela romántica

En el texto hay: amor adolecente

Editado: 16.12.2025

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