Caminaba lentamente por las calles de Colombia. Giré hacia la esquina con uno de mis libros en la mano. Ya estaba disponible en diferentes librerías, pero todavía me faltaba algo. Yo necesitaba a Oma cerca de mí.
¿Cuándo volveré a Venezuela? Me preguntaba una y otra vez, atormentándome los sentidos e inundándome el cerebro de pensamientos. Querían que me quedara unos días más para que hablara sobre mi libro, pero estaba consciente de que no lo haría. Mi urgencia por verla no era normal.
"Mi inspiración", pensé. Hace mucho que quería cumplir mis sueños de por fin mostrar mi libro al mundo, que alguien más pudiera leerlo, que no fuera ella. Quería que alguien más supiera lo que había estado trabajando durante dos años. Comencé a escribir mi libro hace bastante tiempo, pero no me animaba a subirlo. Ella fue mi inspiración, mi motivación, y fue la que me impulsó a no dejar atrás mi sueño. Ella fue la que me motivó a descubrir mi potencial y ver que sí puedo lograr algo.
Al igual que yo la motivé a ella a que no se dejara llevar por los malos comentarios, es otra historia que quisiera contar. Hace algunos años que la conocí, la encontré rota y vacía, la encontré malograda y herida. Recuerdo todavía aquel diluvio, recuerdo todavía cuando su cabeza chocó contra mi pecho, cuando pude ver su nariz roja, congestionada por estar bajo la lluvia todo el tiempo. Cuando la abracé contra mí, cuando pasamos las primeras noches juntos. También recuerdo cómo se ponía mis camisas, y muy grandes le quedaban por su pequeña altura de tan solo 1.50 metros, comparada con la mía.
Mi pobre pequeña sufría de bullying. Ella solamente quería encajar en la sociedad y fingía que le gustaban cosas que no le gustaban en realidad, solamente para que la aprobaran en un grupo social de amigos. Hasta que un día ella simplemente se rindió. Y fue cuando solamente cayó en depresión, en una depresión tan profunda que se volvió asocial, fría, distante y, sobre todo, una persona con un pequeño corazón roto.
Hasta que yo la conocí. Todo fue a través de las redes sociales, y nuestro primer encuentro fue bajo un árbol donde se encontraba un pequeño columpio, un columpio que estaba hecho con una llanta, donde ella se encontraba todo el tiempo. No imaginaba la sorpresa que yo le iba a dar. Recuerdo cuando hablé con sus padres y les dije que quería conocerla. Ellos confiaron en mí, y todo fue bajo una gran supervisión.
Me acerqué a ella por detrás de la llanta y le tapé los ojos. Ella sintió el tacto de mis manos y tocó los anillos. Una ligera sonrisa se formó en su rostro, y cuando hablé, ella se fue de inmediato. Se dio cuenta de que se trataba de mí. Su piel se erizó, y los pelitos de su cuello también se pusieron de punta.