Cuando El Poder Ama

Capítulo 14: Voces en la Tormenta

La mañana siguiente al debate amaneció cargada de tensión en el comando de campaña. Las paredes parecían vibrar con las notificaciones constantes de teléfonos, televisores encendidos en distintos canales y asesores que iban y venían con rostros graves.

Elías llegó temprano, con el rostro sereno pero los ojos encendidos. A su lado, Camila caminaba con la frente en alto, más decidida que nunca. La rueda de prensa que había dado la noche anterior, en la que no solo se defendió de los ataques sino que hizo pública su relación con Camila, se había convertido en el epicentro de una tormenta mediática.

Algunos sectores lo aplaudieron con entusiasmo, destacando su valentía y autenticidad. Otros, en cambio, aprovecharon para profundizar los ataques, acusándolo de mezclar su vida sentimental con la política o, peor aún, de usar su relación como un escudo emocional.

Camila fue señalada por algunos medios como "la debilidad del candidato", mientras otros la mostraban como un símbolo de renovación y sensibilidad en una política tradicionalmente hostil. Y mientras tanto, en redes sociales, miles de jóvenes compartían sus palabras, sus gestos, y hasta su historia de amor como un estandarte de cambio.

Ese día se convocó una reunión estratégica de emergencia en la sala principal del comando. El equipo más cercano a Elías, incluyendo a sus jefes de campaña, analistas, voceros y responsables de redes, se sentaron alrededor de la gran mesa ovalada. Camila, invitada por primera vez a participar como parte del círculo de decisiones, ocupó un asiento a su lado. Aunque sabía que era una exposición peligrosa, también comprendía que su papel ya no podía limitarse a estar detrás de escena.

—La presión va a aumentar —dijo Mariela, la jefa de comunicación, mientras proyectaba los titulares más recientes—. El contrincante está apostando todo a desacreditarte, Elías. La campaña sucia no va a parar aquí. De hecho, se va a intensificar.

—Nos están provocando para que reaccionemos mal —agregó uno de los asesores—. Si cometemos un solo error, van a usarlo para cuestionar tu estabilidad, tu capacidad de gobernar… incluso tu criterio.

Camila levantó la voz con firmeza, ganándose el respeto silencioso del equipo.

—Entonces no respondamos como ellos esperan. No caigamos en su juego. En lugar de defendernos todo el tiempo, avancemos. Hablemos de nuestras propuestas, mostremos lo que sí queremos construir. Que la gente nos vea trabajando, no reaccionando.

Elías la miró con orgullo y apretó su mano bajo la mesa. Era evidente para todos que Camila no era solo su pareja, sino una aliada con claridad y convicción. A partir de ese momento, su rol en la campaña cambió drásticamente. Se convirtió en vocera en foros juveniles, participó en encuentros con mujeres líderes, y comenzó a escribir artículos de opinión en varios medios nacionales. Su presencia aportaba frescura, empatía y una nueva narrativa que conectaba con sectores hasta entonces indiferentes a la política.

Pero mientras ellos se organizaban, las amenazas no cesaban. Correos anónimos, mensajes agresivos en redes, incluso llamadas que llegaban al equipo de seguridad con advertencias veladas. Una mañana, cuando Camila salía de una entrevista radial, un hombre intentó acercarse de forma agresiva, gritando acusaciones absurdas. Fue contenido rápidamente por los escoltas, pero el susto la acompañó por horas. Aun así, no se detuvo.

En medio del caos, surgió una nueva revelación. Un audio filtrado implicaba a uno de los estrategas del partido rival en una operación de manipulación mediática. El escándalo tomó fuerza rápidamente. Elías decidió actuar de inmediato y convocó a una nueva rueda de prensa. Esta vez, sin miedo, sin medias tintas.

—No se trata solo de mí —dijo frente a decenas de cámaras—. Se trata de un país cansado de las mentiras, de la manipulación, del odio como herramienta política. Nuestra campaña seguirá con la frente en alto, con transparencia. Porque no queremos solo ganar una elección: queremos transformar la forma en que se hace política en esta nación.

Tras la rueda de prensa, las repercusiones no se hicieron esperar. Los medios de comunicación se dividieron entre los que elogiaban la firmeza del discurso de Elías y los que intentaban desacreditarlo, acusándolo de victimismo y populismo emocional. Las redes sociales estallaron en una ola de comentarios, hashtags, análisis en tiempo real y miles de publicaciones que viralizaban fragmentos de sus palabras.

Mientras tanto, en el comando de campaña, el ambiente era una mezcla de euforia contenida y preocupación estratégica. Camila, sentada frente a su computadora portátil, leía con atención los mensajes que llegaban desde distintos puntos del país.

Muchos jóvenes le escribían agradecidos, contando cómo sus palabras les habían devuelto la fe en la política. Mujeres de barrios marginados la veían como una inspiración, y estudiantes de derecho comenzaban a llamarla "la abogada del pueblo". Sin embargo, en medio de ese apoyo, también había oscuridad.

Mensajes hostiles, amenazas veladas, e incluso comentarios crueles hacia su familia. Aun así, Camila se mantuvo firme. Esa noche, Elías entró a su despacho dentro del comando, la encontró con la cabeza entre las manos y se acercó en silencio. Ella lo miró, exhausta pero decidida. —No sabía que defenderte iba a doler tanto —le dijo.

Elías se arrodilló frente a ella, tomándola de las manos. —No estás sola, Camila. Esto es más grande que nosotros. Pero si seguimos juntos, con la verdad como escudo, nadie podrá destruir lo que estamos construyendo. Y en ese momento, sin importar la tormenta afuera, supieron que su lucha apenas comenzaba.




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