Al día siguiente, la noticia corrió como reguero de pólvora por todo el país. Medios nacionales e internacionales abrían sus portadas con titulares que mezclaban lo político y lo romántico: "El presidente y su propuesta de amor", "Compromiso en el Palacio: Elías y Camila sellan su unión". Pero más allá del morbo o la curiosidad, la mayoría del pueblo recibió la noticia con una mezcla de esperanza y ternura. Por primera vez en años, tenían un líder que amaba sin ocultarse, que construía un proyecto de país mientras edificaba una vida al lado de alguien que lo desafiaba, lo entendía y lo completaba.
En el Palacio, los preparativos para la boda comenzaron sin prisa pero con una atención especial a los detalles. Camila, siempre discreta, expresó su deseo de que fuera una ceremonia sencilla pero significativa. "No quiero una boda de revista, quiero una boda con sentido", le dijo a una periodista.
Entre reuniones de gabinete, viajes al interior, y nuevas medidas que comenzaban a mostrar resultados palpables en el ámbito educativo y sanitario, los novios planificaban también su unión como una extensión de sus valores.
Pero no todos estaban felices. Desde algunos sectores conservadores se lanzaron críticas sobre la velocidad del compromiso. Otros intentaban revivir escándalos del pasado de Elías o sembrar dudas sobre las intenciones de Camila. Sin embargo, ambos permanecieron firmes.
En una rueda de prensa, Elías declaró: "Este compromiso no debilita mi responsabilidad como presidente. Al contrario, la fortalece. Porque quien tiene a alguien por quien luchar, lucha mejor". Las palabras calaron hondo. Incluso sus opositores tuvieron que reconocer que, en ese momento, Elías había logrado algo que muy pocos: inspirar.
Camila, por su parte, continuó trabajando con más intensidad. Organizaba encuentros comunitarios, diseñaba proyectos con organizaciones civiles y daba conferencias sobre el rol de la mujer en la reconstrucción social. Su figura pasó de ser la "pareja del presidente" a convertirse en una voz autónoma, respetada y escuchada.
En las semanas siguientes, mientras el país comenzaba a respirar un aire nuevo, Elías y Camila demostraban que el amor no era una debilidad en la vida política, sino una fuerza transformadora. El compromiso de matrimonio se convirtió también en una metáfora de su compromiso con la nación: dos personas diferentes, unidas por un propósito común, dispuestas a enfrentar juntos los desafíos que vendrían. El pueblo, esperanzado, los observaba con una mezcla de admiración y expectativa. Porque sabían que si ese amor resistía, también podía resistir la esperanza de un país mejor.
Pero justo cuando todo parecía encaminarse hacia un futuro prometedor, Pilar apareció una tarde en el vestíbulo del Palacio, vestida con una elegancia calculada y una expresión que oscilaba entre la nostalgia y la prepotencia. Camila, sorprendida pero serena, la recibió sin miedo.
Pilar la miró con una sonrisa apenas dibujada y, sin rodeos, le lanzó una pregunta afilada: "¿De verdad crees que puedes construir algo duradero con Elías cuando su pasado aún está atado a mí?" El ambiente se tensó, pero Camila no titubeó.
La miró con firmeza, con la tranquilidad de quien sabe que su amor no es fruto de una ilusión, sino de una historia vivida día a día. "Elías me eligió a mí, no porque olvidó su pasado, sino porque encontró un futuro en mi", respondió con una calma que desarmó cualquier intento de confrontación. Pilar se retiró sin más palabras, pero con la certeza de que su presencia ya no tenía lugar en ese nuevo capítulo que comenzaba.
Sin embargo, Pilar no se dio por vencida con facilidad. Días después del primer enfrentamiento, interceptó a Camila a la salida de una reunión benéfica en una fundación del centro histórico. Con una sonrisa forzada y pasos calculados, se acercó a ella con seguridad "No voy a rendirme tan fácilmente, Camila", le dijo en voz baja pero firme. "Tú puedes tener el presente de Elías, pero yo tengo su historia... y créeme, pienso luchar por recuperarlo.
A veces, el corazón solo necesita un recordatorio de lo que realmente amó". Camila, sorprendida por la declaración directa, respiró hondo y mantuvo la compostura. Aunque no lo mostró, aquellas palabras dejaron un eco incómodo en su interior. Sabía que el amor que compartía con Elías era real, pero también entendía que los fantasmas del pasado no desaparecen con un anillo, y que el futuro que estaban construyendo tendría que resistir más de una tormenta.
Sin embargo, Pilar no estaba lista para ceder tan fácilmente. Apenas unos días después de aquel encuentro tenso, volvió a buscar a Camila, esta vez con una determinación más evidente, casi desafiante. La abordó en uno de los pasillos laterales del Palacio, aprovechando un momento en que Camila se encontraba sola, revisando unos documentos para una actividad comunitaria. "No me rendiré, Camila", le dijo con voz firme, pero sin perder la elegancia que siempre la había caracterizado. "Conozco a Elías desde antes de que tú siquiera imaginaras lo que significaba amar a un hombre como él.
Y aunque ahora te haya elegido, yo no voy a quedarme de brazos cruzados. Voy a luchar por recuperar su amor, porque sé lo que significamos juntos. Esto aún no ha terminado". Camila sostuvo su mirada sin parpadear, su corazón latiendo con fuerza, no por miedo, sino por el instinto de proteger lo que había construido junto a Elías. Pilar se marchó y aunque Camila no lo mostraría en ese momento, entendió que la batalla por su amor no solo era emocional, sino también política.
Cuando Elías se enteró de lo ocurrido, la furia se reflejó en su rostro de inmediato, pero fue una furia contenida, de esas que nacen del instinto de proteger a quien se ama.
Fue una de las asistentes del Palacio quien, con cierto nerviosismo, le comentó que Pilar había sido vista hablando a solas con Camila. Elías dejó todo lo que tenía entre manos y fue directamente a buscar a Camila. Al encontrarla, la abrazó sin decir una palabra al principio, como si con ese gesto pudiera borrar cualquier incomodidad que Pilar hubiera sembrado.