Esa misma mañana en el Palacio Nacional, donde el bullicio de funcionarios, asesores y periodistas marcaba el inicio de una jornada. Camila, vestida con un sobrio traje color marfil, caminaba junto a Elías por los jardines interiores, comentando los últimos detalles del plan de reformas que estaban por presentar. A pocos días de cumplir tres meses como presidente, Elías se sentía más decidido que nunca a transformar las estructuras más vulnerables del país: el sistema penitenciario y el sistema de educación pública. Dos pilares que, durante décadas, habían sido relegados por gobiernos anteriores, y que ahora requerían una intervención profunda y urgente.
La sala de conferencias del Palacio estaba repleta. Ministros, legisladores, miembros de la prensa y representantes de organizaciones internacionales aguardaban expectantes. Elías subió al podio con una carpeta en la mano, la misma que había repasado meticulosamente con Camila durante las últimas noches. Habló con firmeza y claridad: “Hoy iniciamos una nueva etapa para la República Dominicana. No podemos hablar de justicia social si nuestras cárceles están sobrepobladas, inhumanas y sin programas de reinserción. Y no podemos hablar de progreso si nuestros jóvenes no tienen acceso a una educación digna y moderna”.
Presentó un ambicioso programa de modernización penitenciaria: la creación de nuevos centros regionales con enfoque de rehabilitación, capacitación técnica y acceso a atención psicológica. Propuso también un plan de reducción de penas para delitos menores con trabajo comunitario supervisado, y una alianza con ONGs para la reinserción laboral de exconvictos. El auditorio estalló en aplausos, y la prensa ya empezaba a titularlo como “el nuevo rostro de la justicia dominicana”.
Pero Elías no se detuvo ahí. Pasó con naturalidad a la segunda parte del discurso: la revolución educativa. Con apoyo técnico de expertos nacionales y cooperación internacional, se abriría una red de centros educativos modelo en zonas rurales y urbanas marginadas, con tecnología moderna, internet garantizado y formación bilingüe desde la primaria. También anunció aumentos salariales progresivos para los maestros y la creación de una Universidad Estatal de Ciencias Aplicadas.
Horas más tarde, mientras el eco de su discurso aún resonaba en los medios y redes sociales, Camila se encargaba de recibir a los embajadores de Francia. Era una visita diplomática importante. Francia había mostrado interés en colaborar en áreas de seguridad, cultura y tecnología educativa. Los embajadores, impresionados por el liderazgo de Elías y la visión estratégica del gobierno, expresaron su apoyo a través de un acuerdo de cooperación bilateral que se firmaría esa misma semana.
La cena de gala se celebró en el Salón de los Espejos del Palacio. Camila, ahora una figura reconocida dentro del equipo presidencial, dialogaba con la delegación francesa sobre los proyectos en marcha y las oportunidades de inversión en el país. Elías, desde su mesa, no podía dejar de mirarla con orgullo. Su inteligencia, su templanza y su compromiso con la nación la habían convertido no solo en su compañera de vida, sino en una figura clave dentro de su gobierno.
A lo largo de la semana siguiente, el Palacio Nacional se convirtió en un hervidero diplomático. La agenda de Elías y su equipo estaba repleta de reuniones con embajadores y delegaciones de distintos países interesados en estrechar lazos con la nueva administración. Camila, como parte del equipo presidencial y figura destacada en los temas de cooperación internacional, asumió un rol protagónico en muchos de estos encuentros.
Primero fue la visita de los embajadores de Alemania y Países Bajos, quienes llegaron con propuestas concretas para apoyar programas de energías renovables, sostenibilidad ambiental y desarrollo de infraestructura educativa en zonas rurales. La conversación fluyó con respeto mutuo y visión compartida, y al final del encuentro se firmó una carta de intención para el establecimiento de centros tecnológicos alimentados por energía solar en comunidades vulnerables del sur del país.
Al día siguiente, fue el turno de la delegación de Japón, cuya puntualidad y precisión sorprendieron gratamente a los anfitriones. Los diplomáticos japoneses presentaron una oferta para brindar asesoría en la modernización del transporte público en Santo Domingo, además de aportar becas completas para estudiantes dominicanos destacados que quisieran formarse en universidades japonesas en áreas clave como robótica, ingeniería ambiental y medicina.
Camila, que había estudiado los informes previos con detenimiento, intervino con propuestas que complementaron la iniciativa, sugiriendo la creación de un programa de intercambio cultural bilateral. Los embajadores aplaudieron su visión y se comprometieron a trabajar en conjunto para fortalecer la relación entre ambas naciones.
Al dia siguiente, llegaron al país representantes de Estados Unidos y Canadá en una delegación conjunta, interesados en temas de seguridad regional, comercio justo y protección del medio ambiente. En un almuerzo formal, Elías tomó la palabra para destacar la importancia de una alianza estratégica que no se base solo en ayuda económica, sino en cooperación de iguales, respetando la soberanía y la identidad del pueblo dominicano.
Camila, sentada a su lado, reforzó el mensaje con datos concretos sobre el impacto de las reformas en marcha y con una propuesta para la creación de una red de protección para mujeres víctimas de violencia de género, en colaboración con agencias internacionales.
En las siguientes semanas, la atención se centró en la visita de la embajadora de Sudáfrica, acompañada por una delegación compuesta por expertos en justicia restaurativa y desarrollo comunitario. El interés principal era intercambiar experiencias en materia de reinserción social, tema que conectaba directamente con la reforma penitenciaria en curso.