Cuando El Poder Ama

Capítulo 25 – Frutos de la Diplomacia y la Esperanza Nacional

La brisa del Caribe soplaba suave aquella mañana en la capital, pero en los pasillos del Palacio Nacional el ambiente era de celebración contenida y orgullo compartido. Después de meses de arduo trabajo diplomático, reuniones estratégicas, almuerzos protocolares y acuerdos bilaterales, las relaciones internacionales que Elías Duarte y su equipo habían cultivado empezaban a rendir frutos tangibles. La República Dominicana, por años relegada a un segundo plano en la geopolítica regional, comenzaba a ocupar un lugar destacado en el tablero internacional, y los ojos del mundo estaban puestos en lo que muchos comenzaban a llamar “el nuevo milagro caribeño”.

En el despacho presidencial, los informes llegaban uno tras otro con buenas noticias. Francia, tras la visita de sus embajadores al país, había iniciado una colaboración educativa que incluiría el establecimiento de un campus internacional con programas de intercambio y becas completas para jóvenes dominicanos de zonas vulnerables. Desde Alemania, una multinacional de energías renovables comenzaba la instalación del primer parque solar flotante en la región sur del país, generando empleo, sostenibilidad y reconocimiento ambiental. Incluso desde Asia, específicamente Corea del Sur y Japón, se confirmaron inversiones en tecnología y telecomunicaciones, con acuerdos para capacitar a jóvenes dominicanos en áreas de inteligencia artificial, robótica y ciberseguridad.

Camila, desde su oficina como enlace presidencial para asuntos sociales y culturales, revisaba personalmente los programas de integración comunitaria vinculados a estos acuerdos. Quería asegurarse de que las inversiones extranjeras beneficiaran también a las comunidades rurales, a las mujeres emprendedoras, a los jóvenes que habían crecido sin oportunidades. Su rol no era decorativo; era esencial. Y lo demostraba en cada intervención pública, en cada reunión diplomática, en cada conversación con las embajadas.

Elías, por su parte, no ocultaba su satisfacción, pero tampoco se permitía bajar la guardia. En un discurso ante el Consejo Nacional de Desarrollo, expresó con firmeza:
—Este no es el éxito de un gobierno. Es el éxito de un pueblo que decidió alzar la mirada, dignificarse, prepararse y abrirse al mundo. Hoy, la República Dominicana camina con paso firme hacia un futuro que por mucho tiempo nos pareció lejano… pero que ahora sentimos en nuestras manos.

En los barrios, se percibía el cambio. En las provincias, el desarrollo comenzaba a sentirse más allá de las promesas. Y en los corazones del pueblo, crecía la certeza de que el país, finalmente, iba en buenas manos.

Ese día se presentaría el plan integral de transformación del transporte público nacional, una de las promesas más ambiciosas de la campaña. El proyecto incluiría la expansión del metro capitalino, un sistema de autobuses eléctricos interurbanos y un plan piloto de movilidad verde en las provincias del Cibao. Elías, con su tono firme pero dialogante, explicó cada etapa del programa, mientras Camila tomaba notas, intervenía con sugerencias logísticas y aportes jurídicos sobre los contratos con compañías extranjeras. Se notaba la complicidad entre ellos, tanto personal como profesional; eran una dupla que generaba respeto.

Después de la reunión, la jornada continuó con una visita a una comunidad rural en San Cristóbal, donde Elías y Camila asistieron a la inauguración de una escuela renovada bajo el nuevo modelo educativo: aulas digitales, comedores equipados, psicólogos escolares y programas extracurriculares para el desarrollo artístico. Al llegar, los niños corrieron a abrazar a Camila, quien se agachó entre ellos con naturalidad, escuchando sus voces emocionadas mientras algunos le mostraban sus cuadernos nuevos. Elías, desde la tarima, habló no solo como político, sino como ciudadano consciente del poder que tiene una escuela para cambiar generaciones.

Pero justo cuando pensaban que podrían descansar, un mensaje urgente llegó a través del secretario personal del presidente. Se trataba de un asunto internacional: una delegación especial de las Naciones Unidas deseaba realizar una visita formal para discutir la posibilidad de que el país liderara un bloque regional sobre cambio climático y sostenibilidad. Camila y Elías se miraron sorprendidos, sabiendo que esa propuesta representaba un reconocimiento de gran escala… y un nuevo reto.

Y así, entre luces diplomáticas, nuevos sueños nacionales y la complicidad de dos almas unidas no solo por el amor, sino por un propósito mayor, el país seguía adelante. Con esperanza. Con dignidad. Y con una historia que apenas comenzaba a escribirse.

Una tarde cálida y solemne marcó un nuevo capítulo para la República Dominicana cuando, en medio de un despliegue de banderas ondeando en el jardín principal del Palacio Nacional, una comitiva de alto nivel de la Organización de las Naciones Unidas hizo su entrada oficial. El recibimiento fue digno de la magnitud histórica del momento: la guardia presidencial formó filas impecables, los medios nacionales e internacionales se apostaron en las inmediaciones, y Elías Duarte, acompañado de Camila y su equipo de relaciones exteriores, salió personalmente a recibir a los delegados.

La visita no era meramente protocolar; simbolizaba el reconocimiento de la ONU al progreso democrático, social y económico que el país venía alcanzando bajo esta nueva gestión. Encabezada por una vicepresidenta del Consejo Económico y Social, la delegación incluía expertos en derechos humanos, sostenibilidad, educación y seguridad, todos interesados en conocer de primera mano los avances en las políticas públicas dominicanas.

La reunión se celebró en el Salón de Reuniones, donde se discutieron temas clave como la reforma penitenciaria, el acceso a la justicia, los derechos de la niñez y el rol de la mujer en la vida pública. Elías expuso con claridad la hoja de ruta de su gobierno, destacando los logros en transparencia, el acceso a la educación gratuita en comunidades marginadas, y el compromiso irrenunciable con el respeto a los derechos fundamentales. Camila, desde su rol estratégico, presentó los programas comunitarios impulsados desde la presidencia, que habían permitido articular a miles de jóvenes, mujeres y familias con oportunidades reales de progreso.




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