Cuando El Poder Ama

Capítulo 28: Esperanzas en gestación

Los primeros meses del embarazo de Camila fueron un torbellino de emociones, descubrimientos y cambios que transformaron su cotidianidad de forma profunda. Desde el momento en que escuchó el primer latido del bebé en la consulta médica, algo dentro de ella se reordenó. Ahora, cada decisión, cada paso, cada pensamiento estaba impregnado de una nueva conciencia: la de ser madre. Su cuerpo comenzó a enviar señales, algunas sutiles, otras intensas. Las náuseas matutinas fueron una constante durante las primeras semanas, así como un cansancio diferente, más denso, que la obligaba a pausar sus jornadas para descansar en silencio, con una mano sobre su vientre, sintiendo crecer la vida en su interior.

Camila, sin embargo, no se detuvo del todo. Con el respaldo incondicional de Elías logró reconfigurar su agenda sin renunciar a sus proyectos más importantes. Redujo los viajes largos y priorizó reuniones desde la casa o virtuales, pero siguió liderando iniciativas clave en educación y equidad de género.

Su rutina cambió: las mañanas comenzaban con ejercicios suaves guiados por una entrenadora especializada en embarazos; los almuerzos eran más controlados, y reuniones breves con colaboradores. Aunque el país seguía su rumbo político y económico, Camila vivía su proceso con delicadeza, rodeada de amor, profesionalismo y discreción.

Elías, por su parte, estaba más atento que nunca. Cada día al regresar del Palacio de Gobierno, su primera parada era Camila. No importaba cuántas reuniones o temas de Estado tuviera pendientes; su esposa y el bebé que esperaban eran ahora su refugio. Habían establecido una pequeña rutina nocturna que se convirtió en un ritual sagrado: compartir la cena juntos, hablar de su día, y luego acariciar el vientre de Camila mientras escuchaban la música suave que a ella le gustaba.

A veces le hablaba al bebé. “Te esperamos con todo nuestro corazón”, decía con los ojos brillosos, mientras ella sonreía desde el sofá, en paz, en un amor tan real como la nueva vida que gestaban.

En paralelo, comenzaron los preparativos para la llegada del bebé. Una de las habitaciones cercanas al dormitorio principal fue convertida en el futuro cuarto del bebé. Camila eligió personalmente los colores: tonos suaves de verde menta y blanco, con detalles en madera clara que daban calidez al espacio.

Encargaron una cuna hecha por artesanos dominicanos, con grabados personalizados, y una mecedora que se instalaría junto a la ventana y canciones de cuna.

El apartamento se llenó de pequeños detalles que hablaban de la vida que vendría. En cada rincón había flores frescas, libros sobre maternidad, peluches regalados por jefes de Estado y embajadores, camila, con la serenidad que la definía, guardaba cada carta, cada recuerdo, como si cada uno llevara consigo un pedacito del amor colectivo que ese bebé ya estaba despertando.

Una tarde en el apartamento, camila y elías organizaron una íntima pero elegante celebración para revelar el sexo del bebé. La decoración mezclaba tonos neutros de blanco, y verde, y los invitados —familiares cercanos, amigos íntimos y algunos miembros clave del gabinete presidencial

— se reunieron en un ambiente festivo, cargado de emoción. Camila, radiante con un vestido largo de lino blanco, un enorme globo negro esperaba ser reventado.

Cuando finalmente contaron hasta tres y reventaron el globo, una lluvia de papeles rosados cubrió el aire, arrancando gritos de alegría, aplausos y lágrimas contenidas: ¡una niña! Camila se abrazó con fuerza a Elías, quien no pudo evitar emocionarse profundamente, besando la frente de su esposa mientras susurraba: “Nuestra princesa...”.

Después del emotivo anuncio, la celebración continuó entre risas, abrazos y conversaciones cargadas de entusiasmo por la llegada de la niña. Camila, con una mano sobre su vientre y la otra rodeando la cintura de Elías, la madre de Camila no podía contener las lágrimas de alegría, recordando en voz baja cómo su hija, desde pequeña, soñaba con formar una familia llena de amor.

Elías, por su parte, recibió palmadas en la espalda de sus colegas, quienes le decían en broma que se preparara para ser el “presidente más sobreprotegido por una hija”. Las luces cálidas del atardecer caían sobre las mesas dispuestas con bocadillos, vinos ligeros y una mesa de postres especialmente dedicada al tema: cupcakes decorados con zapatitos , galletas con forma de ositos y una gran torta con la frase “Bienvenida, pequeña esperanza”. Camila con voz emocionada, agradeció a todos los presentes por su cariño: “Hoy celebramos más que el sexo de nuestro bebé… celebramos la vida, el amor y la fe en el futuro.

Esta niña nacerá en un país que está cambiando, y será testigo de ese cambio desde su cuna”. Las palabras resonaron con fuerza entre los presentes, generando una ovación sentida. El evento no solo marcaba el inicio de una nueva etapa en su vida personal, sino también el símbolo de una nueva generación que crecería bajo el abrigo de un amor verdadero y un país con nuevas esperanzas.




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