Cuando el Sol prefirió el Otoño

Capítulo 15☀️

Hannah.

—¿Estas más calmado?

Lo escuché suspirar—. La verdad es que sí.

La vista desde el mirador es hermosa, podíamos ver todo el pueblo iluminado mientras a lo lejos que escuchaban las olas golpearse contra las rocas, una ligera brisa corría en el ambiente, erizándome la piel por el frio.

Suspiré sonoramente y miré al castaño a mi lado.

Siempre he encontrado que las personas que tienen el talento de plasmar paisajes, personas o cosas con solo papel y lápiz son increíbles, y si yo tuviera este talento no dudaría en dibujar el perfil de Raegan. ¡Dios! Siento que cada vez que lo miró se vuelve más y más atractivo. Su rostro anguloso, con la mandíbula bien marcada, unos labios finos, nariz respingada, pestañas largas, cejas expresivas, ojos azules terriblemente cautivantes y el cabello castaño claro desordenado, creo que nunca había detallado tan bien el rostro de un chico, viendo hasta el más mínimo detalle, ni siquiera a Justin.

Aparté la mirada rápidamente al ver que su rostro se giraba hacia mí.

—Lamento que hayas presenciado eso. No quería arruinar la fiesta para nosotros.

—No te preocupes, de verdad— solté un bufido—. Algo dentro de mí sabía que, de algún modo u otro, las cosas no serían fáciles con la llegada de Justin a Perkins.

—Sigo sin entender que intenta acercándose a ti, y siempre a solas— suspiró.

Recordé las palabras del pelinegro—. Dice que quiere recuperar mi confianza y amistad, que quiere remediar lo que hizo hace tiempo atrás.

—Bueno, pero hay mejores maneras de hacerlo que estar siempre observándote hasta que te ve sola para acorralarte— vi como apretaba los puños —. Si quiere remediar el pasado, debería afrontar todo, no solo una parte.

Medité sus palabras por unos segundos hasta caer en cuenta de algo. Lo miré—. ¿Y cómo sabes eso?, ¿Cómo sabes que siempre está observándome?

Raegan sonrió, relajó las manos—. Tengo que admitir que él no es el único que te presta mucha más atención, chica ciencia.

Su mirada se cruzó con la mia, y ¡Virgen Santísima!, el color de sus ojos me dejaba hipnotizada cada vez que, casi, no lograba concentrarme en hablar. La garganta se me secó por completo, obligándome a tragar.

—C…creo que no te he dado las gracias por siempre estar ahí para “salvarme” — hice comillas con los dedos.

—No tienes que agradecerme, lo hago con gusto y porque me interesa también.

Aparté la mirada, intentando ocultar el calor que me subió a las mejillas. Observé nuevamente la ciudad, mientras intento disipar todo pensamiento que tuviera que ver con el chico a mi lado.

—¿Por qué haces eso? — preguntó acercándose un poco más a mí.

—¿Hacer qué?

—Apartar la mirada cuando te habló de estar cerca de ti.

—No lo hago— lo volví a mirar para no darle la razón, pero solo duró unos tres segundos antes de volver a apartar la mirada.

—Acabas de hacerlo otra vez, Hannah.

—Es que…—me callé, simplemente no puedo decirle.

Le gustas a Heather, pero a mí también. Intento ser buena hermana, pero no me lo haces fácil con tus ojos bonitos, sonrisa encantadora y palabras dulces.

—Es que, ¿Qué? — preguntó él, lo sentí más cerca.

Solo dile, Hannah Annelise—. Es que tú…me pones nerviosa.

Bueno, técnicamente no mentí, pero tampoco le dije toda la verdad. No podía soltarle de repente que mi hermana gustaba de él, y que planea conquistarlo mientras yo me hago a un lado. Igual que siempre.

El ojiazul sonrió, su mano rozó la mia—. Y tú a mí, chica ciencia. Solo que trato de disimularlo, pero no siempre me resulta.

Sus palabras me hicieron volver a dirigirle la mirada, nuestros ojos quedado fijos en los del otro. Noté como su mano subía lentamente entre nosotros hasta llegar a mi cabello. Raegan pasó lo dedos por algunos mechones sin quitarme la mirada, subió más la mano hasta llevar aquellos mechones detrás de mi oreja, las yemas de sus dedos me rozaron la piel, haciéndome respirar con pesadez.

—Eres hermosa— soltó lentamente, saboreando las palabras.

Las mejillas se me calentaron y el corazón me saltó.

—Gracias— intenté que mi voz saliera normal, pero fracasé —. Y tú eres muy guapo.

El castaño sonrió—. Gracias —volvió a pasar los dedos ligeramente por mi oreja, erizándome la piel —. Hay algo que debo decirte.

—¿Qué cosa?

—Me gustas.

¡Santa virgen de la papaya! Apenas terminó de pronunciar esas dos palabras, mi corazón comenzó a latir como un loco, podría jurar que el sonido de su palpitar se escuchaba hacia afuera.

—¿Y.…yo? — creo que acabó de dejar de respirar.

—Si, tú. Me gustas mucho, Hannah Boyd.

—Raegan…

—Es extraño, ¿sabes?, siempre que una chica me ha gustado se lo digo directamente, ella suele aceptarlo y declara que siente lo mismo, y vemos que puede surgir entre nosotros, pero tú…— rió levemente—, tú pareces ignorar todas mis señales, incluso las más obvias y directas.

Créeme, no es porque quiera, pensé. Y si él supiera que he intentado autoconvencerme que no me gusta desde el primer día que lo vi, pero que cada vez que estamos juntos los nervios me comen por dentro, y apenas logro ser racional.

—Cada vez que estoy contigo, siento como fluye algo entre nosotros, una química o atracción que me hace sonreír. Y cuando estamos a solas es mucho más intensa, y lo intentas reprimir tanto como te es posible. Lo noto.

Sus dedos delinearon mi rostro, pasando por mi quijada, mandíbula hasta llegar a mi barbilla, sosteniendo mi cara para evitar que apartara la mirada.

—Eres un misterio con muchas sorpresas para mí, Hannah, todo de ti me tiene en completo suspenso e intriga, y solo puedo pensar en intentar descubrirte paso a paso.

Una de sus manos siguió bajando, llegando a la curva de mi cuello, alterando aún más mi pulso; mientras la otra me mantenía en mi mentón, sujetándome con delicadeza.



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En el texto hay: verdades, amor, gemelas

Editado: 26.10.2021

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