Maya no tardó ni una semana en obtener acceso a los sistemas de seguridad internos del hospital desde el ordenador al que tenía acceso. La mayor parte del tiempo, especialmente antes del fin de semana, la cosa estaba muy tranquila y si no había algún compañero dando vueltas por ahí se dedicaba exclusivamente a la tarea que se había encomendado.
Había coincidido ya con varios voluntarios, pero nunca había dado con el enfermero que estaba aquella noche con el hombre misterioso. Esa noche se había dedicado a bajar toda la información a un disco duro externo. Quería mirar, antes que nada, los horarios de los demás de varios meses atrás, y después, el registro de las grabaciones del día que ella había conocido al hombre y del día que se habían encontrado por segunda vez. No quería tener que verse obligada a mirar los registros de los donantes por respeto a esas personas.
La cantidad de información en algunas de las carpetas era abrumadora. Desde registros de grupos sanguineos, hasta enfermedades y cantidades de plasma almacenadas. Fue ahí donde encotró lo primero que le llamó la atención. Algunos días cantidades donadas y registradas no coincidían. Por ejemplo, hacía dos semanas habían entrado unas veintitrés personas a donar y habían acabado con unos ocho litros al final del día. Eso eran más de dos litros menos de los que se supone que debía de haber. Algo no encajaba, ¿quién iba a robar sangre?, ¿había algún tipo de mercado negro con eso? Maya no lo sabía, pero estaba segura de que se podía cometer fraude con casi todo. De repente se le iluminó la bombilla, ¿estaría el hombre misterioso implicado en eso? Consultó rápidamente el registro y sonrió al encontrar lo que buscaba. Ethan, el enfermero, estaba en todos los turnos en los que había encontrado alguna discrepancia entre lo donado y lo recaudado, y había otro nombre que también se repetía de vez en cuando: Claudia. De la que no sabía nada.
Extrajo el disco duro y lo guardó en su bolso. En cuanto llegara a casa echaría un ojo a las cámaras de seguridad de los días que sabía seguro que había habido alguna discrepancia.
***
—Adivina lo que he descubierto —dijo Ethan nada más ver llegar a Victor.
El enfermero estaba esperando a Victor en la recepción. Muchas veces se las ingeniaba para hacer que cuando Victor llegara no hubiera nadie en la recepción que no fuera él, cuando no lo conseguía Victor entraba como cualquier otro donante.
—¿Algo relacionado con el asunto que te pedí?
—Parecido —contestó Ethan mostrándole unos informes y señalando un nombre— ¿Te suena este nombre de algo?
Victor cogió el registro de voluntarios que Ethan le había tendido y comprobó el nombre que el enfermero le señalaba. No reconocía el apellido, pero sí el nombre.
—¿Es esa Maya? —preguntó Victor enarcando una ceja.
—Sí, lo he comprobado mirando su foto en la base de datos. Lleva aquí de voluntaria desde casi recibir el alta. Yo nunca había coincidido con ella —dijo el enfermero—. Se encarga de la recepción y no sé qué rollo con los ordenadores.
Victor asintió con la cabeza justo antes de mostrar una expresión de preocupación que no pasó desapercibida por Ethan.
—¿Ocurre algo? —se preocupó Ethan.
Victor se dirigió al ordenador antes de contestqar e hizo una cosa muy sencilla: Entrar en el explorador de archivos del PC.
—¿Cuando fue la última vez que tuvo turno?
—Ayer en este turno —dijo Ethan tras pensarlo unos segundos. Preocupado ahora por la reacción de su compañero— ¿Por qué lo preguntas?
Victor se llevó una mano al rostro en señal de preocupación y dirigió la pantalla del ordenador en dirección a Ethan. Este se acercó y comprendió la preocupación del otro. Maya había habierto los registros de las cámaras, de las donaciones de varios años y de todos los trabajadores y donantes que habían pasado por allí desde que se tenía registro informático. Ninguno de esos archivos se consultaban diariamente durante una noche normal de trabajo, y mucho menos todos ellos en un mismo día.
—¿Qué se supone que tenemos que hacer? —Ethan miró a Victor a los ojos— ¿No crees que pueda ser una casualidad?
—¿Una casualidad? Está buscando algo, joder —. Victor se levantó del asiento frente al ordenador y sacó su móvil— Dame lo mío. Tengo que informar de esto. Podríamos estar en un apuro.
Ethan entró corriendo en la sala de extracción y volvió con la característica nevera portatil.
—Ya lo tenía preparado. Vete si tienes que irte.
Victor cogió la nevera y se fue de allí casi sin despedirse. Lo que Victor no le había dicho a él, ni a nadie, es que el apuro había sido causado enteramente por él mismo. Nunca debió darle a beber su sangre. Conocía las consecuencias de ello. Pero a la vez, se sentía culpable de lo que le había pasado. Él había estado allí. cegado por sed. En cualquier otra circunstancia habría detectado el peligro mucho antes de que se acercara y nadie habría salido herido, ¿qué otra cosa podía hacer a parte de curarla?
Al otro lado de la línea alguien descolgó el teléfono y se quedó a la espera de que Victor dijera algo antes de contestar él mismo.
—Tenemos un problema —dijo Victor finalmente—. Alguien podría tener información sobre nuestras actividades en el hospital Vandelvira.
—Tienes que ocuparte tú mismo del problema con la mayor contundencia posible —dijo una voz ronca a través del auricular del teléfono—. Sabes lo mucho que está en juego si esto sale a la luz.
—Voy a necesitar información sobre una persona. Su dirección y esas cosas —dijo Victor—. Para poder hacer mi trabajo debidamente.
—¿Cómo se llama? —preguntó la voz.
—Maya Cid.
—Toole te enviará la información en unos minutos. No nos falles, Victor —dijo la voz—. Hay mucho en juego en la ciudad ahora mismo, y tú lo sabes. No podemos dejar cabos sueltos de ningún tipo.