Cuando el sol se esconde

11

 

   Maya abrió la puerta de su apartamento temblando. Le costó mucho meter la llave dentro de la cerradura del temblor de manos que tenía. Viktor se adelantó y entró delante de ella, comprobando que no hubiera nadie.

   —Dios mío, dios mío, dios mío —atinó a decir la joven.

   —Coge rápido lo que te sea imprescindible y vámonos —azuzó Viktor.

   —¿Qué?

   Maya lo miró con incredulidad. No entendía qué decía. Ella sólo quería descansar y olvidarse de lo ocurrido.

   —¿No te has dado cuenta? —preguntó Viktor?— ¿No hay algo que te resulte ilógico en toda esta situación?

   —Los vecinos —contestó Maya tras pensarlo un momento— ¿no deberían haber llamado a la policía por los disparos?

   —¿Y no debería haber llegado ya la policía? —. Viktor se asomó sigilosamente por el ventanal—. No ha venido nadie, y abajo no hay ningún coche patrulla.

   —¿Qué les ha pasado a los vecinos? —El miedo estaba volviendo a apoderarse de Maya.

   —No lo sé, y no quiero quedarme a averiguarlo —dijo Viktor—. Date prisa, te encontraré un lugar donde quedarte.

   Maya corrió a su despacho y cogió su bolsa de viaje, tres memorias externas que contenían datos importantes, un portatil y su documentación, luego corrió al dormitorio y agarró las primeras prendas que pilló. No era momento de pararse a pensar en moda. Entró al servició y se subió a la tapa del retrete, abrió una baldosa del techo y sacó de ahí una bolsa de plástico con mil euros en efectivo, la metió en su bolsillo y volvió al salón con Viktor.

   —Vámonos —dijo Viktor al verla, que no se había apartado de la ventana—. Voy yo delante. No abras la boca. Bajamos por las escaleras.

   Maya asintió con la cabeza y sujetó más fuerte su bolsa. Se sentía muy presionada por la situación. Viktor salió y le hizo un gesto con la cabeza para que lo siguiera. Maya se puso en marcha al momento. Cada vez que tenían que doblar las escaleras para seguir bajando Maya notaba que el corazón le daba un vuelco. No estoy hecha para la acción, pensó. Cuando por fin vio la puerta de salida del edificio sintió que sus hombros se libraban de una pesada carga. Al menos eso fue lo que sintió hasta que vio a un nuevo par de personas armadas entrar por la puerta. Viktor se colocó delante de ella, tapándola completamente con su cuerpo. Maya escuchó disparos y vio como al menos dos de ellos atravesaban a Viktor. Uno en el abdomen, el otro a la altura de la clavícula. Voy a morir, fue lo último que pensó Maya antes de perder la conciencia.

                                                                              ***

   Maya se despertó tumbada en el asiento trasero de un coche. La ciudad de noche pasaba rápida ante sus ojos. Cuando los recuerdos llegaron todos de golpe se incorporó de un salto.

   —¿Estás bien? —preguntó Viktor, mirándola por el retrovisor.

   —¿Dónde estamos? ¿Qué ha pasado? —Maya no podía creerse que Viktor se encontrara tan fresco después de haber recibido dos disparos—. Yo vi cómo te disparaban.

   —No fue nada, no te preocupes —dijo Viktor.

   —Eres lo mismo que ellos, ¿no? —preguntó Maya con temor a escuchar la respuesta— Y fue lo mismo que me atacó en aquel local.

   —Aun no sé qué te atacó en el pub —contestó Viktor tras unos instantes—, pero no es lo mismo que lo de esta noche, eso lo sé seguro.

   Maya guardó silencio. Había mucho que procesar y, además, ahora ya no se sentía segura con su acompañante. Una cosa es que una persona pudiera tener ciertos negocios de índole poco ética y otra es que desafíe su entendimiento de lo que es una persona.

   —Mira, te llevo a mi apartamento, que es seguro, y allí lo hablamos más tranquilos—. Viktor no aguantaba más el recién formado silencio incómodo—. No tienes nada que temer.

   —¿Alguna vez le has dicho a alguien que no tenga miedo y te ha funcionado?

   Esta vez fue Viktor el que guardó silencio.

                                                                                 ***

   El edificio donde vivía Viktor era mucho más grande que el de Maya. Ya solo el recibidor medía tanto como su planta entera con los cuatro apartamentos que había en ella. Los techos eran altos y estaban esculpidos. Las columnas eran de mármol blanco, y el suelo de Marmol negro. La recepción, que estaba en medio de la amplia sala y tenía forma circular, era blanca con detalles dorados. Dentro había un guardia de seguridad, como también los había en los exuberantes jardines donde un aparcacoches esperaba a Viktor para aparcar su coche.

   —Buenas noches, señores —dijo el hombre al reconocer a Viktor, haciendo caso omiso a la camisa claramente rasgada por disparos de bala que llevaba.

   Viktor hizo un gesto con la cabeza como forma de saludo, le entregó las llaves y condujo a Maya dentro del edificio, donde también saludaron a Viktor nada más entrar.

   En el edificio había, según veía Maya, al menos ocho ascensores. Cuatro a cada lado de una especie de sala de espera exquisitamente decorada con muebles estilo art déco. Los ascensores no tenían botón, sino directamente un lector de tarjetas. Viktor se acercó a uno de los lectores y acercó una tarjeta negra, sin ningún tipo de identificación en ella, que llevaba en la cartera. La flechita de "bajando" se iluminó al instante.

   El silencio esperando al ascensor era incómodo, o al menos así lo veía Maya. Viktor sacó su móvil del bolsillo y comenzó a escribir algo, pero Maya no podía ver de qué se trataba. La campanita que anunciaba la llegada del ascensor la sacó de sus pensamientos. Viktor le hizo un gesto para que fuera delante. Dentro, el ascensor tampoco tenía botones normales, sino lectores circulares, ordenados en filas y columnas pero sin marcar. Viktor acercó una especie de chapa negra del mismo tamaño a uno de ellos este se iluminó verde y el ascensor comenzó a subir.   




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