Cuando el sol se esconde

12

    Maya tenía un ligero temblor de manos pero trataba de ocultarlo enlazando los dedos entre sí. Una parte de ella sabía lo que había ocurrido desde el principio, pero había estado intentando negárselo a sí misma.

    —¿Me voy a convertir en...? —Maya no fue capaz de acabar la frase.

    —No —se apresuró a negar Viktor—, eso sería si justo antes yo hubiera bebido de ti. Al ser lo contrario tú te sentiste revitalizada, pero habrás comprobado que se pasa a lo largo de los días.

    —¿Tiene alguna consecuencia a largo plazo? —preguntó Maya.

    —Depende, si bebes sangre de uno de los míos de forma regular sí, pero si es esporádico no —. Viktor guardó silencio antes de continuar-. Para mucha gente es como una droga, podríamos decir. Mucha gente se obsesiona con ello. Podríamos decir que ambas partes nos aprovechamos de ello.

    —¿Es el caso de Ethan?

    Viktor asintió con la cabeza, esperaba que fuera Maya la que llevara la conversación. Él no quería decir más de lo que ella quisiera escuchar, porque sabía que era un tema delicado y podría espantarla para siempre y eso tenía una consecuencia muy clara: Ella no podía seguir viviendo si no colaboraba y él no podía hacer nada para evitarlo.

    —Aquella noche, en el club —Maya hablaba sin mirar a Viktor— no tenías intención de ligar.

    A Viktor no se le escapó que Maya no lo había preguntado, pero la respuesta no era tan fácil de dar.

    —Sí y no. Muchas veces va de la mano —Viktor también apartó la mirada de ella al hablar— pero tu vida nunca estuvo en peligro si es lo que me preguntas. No te hubieras acordado de eso a la mañana siguiente, pero sí de todo lo demás.

    Un silencio incómodo volvió a posarse en la estancia. Ninguno sabía qué decirle al otro ni ninguno quería dejar la conversación ahí. Al final fue Viktor quien rompió el silencio.

    —Es decir, al menos si no soy muy mal amante.

    Maya lo miró de reojo con incredulidad, Viktor se quedó muy quieto hasta que ella rompió a reír con nerviosismo.

    —Eso no parece algo que diría una criatura inmortal —dijo entre risas Maya.

    —¿A cuantas conoces tú para saberlo? —contestó Viktor con una media sonrisa.

    —Touché.

    —Soy una persona, Maya —dijo Viktor cogiendo su mano con suavidad—. Somos personas. Gastamos bromas, nos ponemos tristes, a veces no sabemos qué decir y la cagamos lo mismo que si nos hubieras conocido cuando éramos humanos.

    Maya bajó la vista. Había algo que la hacía sentir rara en el tacto frío de su mano ahora que sabía la causa, pero también sentía cómo se le erizaba el vello de la nuca cuando escuchaba su nombre en sus labios.

    —Tengo muchas dudas —. Maya seguía mirando hacia abajo—, pero no tengo claro de si quiero resolverlas.

    —Puedes tomarte tu tiempo —contestó Viktor—. No hace falta que te satures ahora. Aquí estás a salvo, tenemos todo el tiempo del mundo.

    —¿También estoy a salvo de los tuyos? —dijo Maya recordando las palabras de Viktor.

    Viktor se mordió la lengua. Había tocado un tema delicado, pero no podía dejarla sin respuesta, menos si quería que colaborara con ellos.

    —Sí, mientras sigas conmigo —. Viktor pensó sus siguientes palabras—. Has descubierto algo que no deberías haber descubierto, es cierto, pero creo que podemos aprovecharnos ambos de una situación que ya no tiene arreglo.

    —¿Beneficiarme siguiendo con vida? -dijo amargamente Maya.

    Viktor suspiró. Era dura.

    —Económicamente, por ejemplo. —Viktor soltó su mano y encendió su smartphone para buscar algo—. Según mis informes eres capaz de entrar en bases de datos gubernamentales, ¿es eso cierto?

    —No sé de dónde habéis sacado esa información —. Maya no negó que fuera cierto, porque lo era, pero no sabía que alguien lo sabía-, pero dudo que necesitéis mi ayuda si habéis averiguado algo que ni los implicados pudieron averiguar.

    —Claro que sí, tus conocimientos son muy importantes en este siglo y además tendrías nuestra protección mientras damos con estos atacantes.

    Maya no contestó inmediatamente. Una parte de ella estaba decepcionada o enfadada de que lo que quisiera de ella fuera eso, de alguna forma se había hecho ilusiones.

    —¿Y qué tendría que hacer? —dijo por fin.

    —No lo sé —dijo Viktor con sinceridad—. Tengo que presentarte a unas personas que saben más de esto que yo. Haremos buen equipo tú y yo, ya lo verás.

    Viktor sonrió y volvió a tomar su mano con suavidad, esta vez llevándosela a los labios para besarla con suavidad. Maya sintió que se le subían los colores, pero trató de disimularlo.

    —Te enseñaré la habitación de invitados, debes estar muy cansada. Si necesitas comer antes debe de haber algo en la cocina o puedo pedir algo.

    —No te preocupes, con que me enseñes la habitación está bien —dijo Maya.

    Estaba cansada pero estaba segura de que no iba a poder pegar ojo en lo que quedaba de noche. Se levantó y siguió a Viktor a una de las habitaciones que estaban a la derecha.

    —Mi habitación es la que está justo enfrente. Si despiertas siendo de día yo estaré dormido —dijo Viktor abriendo la puerta y haciéndose a un lado para dejarla pasar—. No me despiertes si no es tremendamente urgente, ¿de acuerdo?

    Maya asintió con la cabeza y entró en una habitación exquisitamente decorada en tonos blancos y dorados, con oscuros suelos de marmol y un ventanal que ocupaba una pared entera, justo como en el salón. La cama, en el centro de la estancia, era queen size y parecía muy cómoda. Había, también, un enorme armario empotrado, un tocador, un espejo de cuerpo entero y un diván mirando al ventanal junto a una mesa pequeña a juego.

    —Espero que sea de tu agrado —dijo Viktor dejando la mochila de Maya encima del diván.




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