Cuando éramos tú y yo.

Capítulo VIII

Aquella noche no pudo pegar ojo. Su vida era una enorme mentira y cada día lo tenía más claro.
Se dio cuenta de que ya no podía confiar ni siquiera en su fiel Shara y eso le dañaba muchísimo.

El semáforo cambió de color y se puso en marcha nuevamente hacia la empresa, llevaba toda la mañana buscando un nuevo lugar en el que vivir sola, alejada de todo aquello que no era real en su vida. Tras tres horas encontró un buen apartamento con una enorme cristalera que daba vistas a la ciudad, quizá por eso le había gustado tanto y le compró.

Después de unos minutos había llegado a los aparcamientos de los coches de la empresa y, tras aparcar el suyo y bajar, caminó hacia la entrada mientras borraba todos los mensajes recibidos tanto de sus amigas como de sus sirvientes. Chocó entonces contra la espalda de alguien y cuando levantó la mirada se sorprendió al saber que era Oliver.

Ambos se miraron fijamente durante unos segundos que se le hicieron minutos a ella, hasta que éste rompió el silencio.

-Buenos días Brianda, mi presencia aquí se debe a una importante conversación pendiente que tenemos. Por cierto, me alegra saber que te gusta mi espalda tanto, dado que siempre chicas contra ella -dijo en tono divertido el guapo joven Anderson.

-Bueno, he de admitir que como parachoques sirve perfectamente. Y sígueme hasta mi despacho por favor, allí hablaremos más tranquilos -respondió Brianda al percatarse de que todos los empleados les estaban mirando sorprendidos.

Ambos subieron en el ascensor, Brianda pulsó la última planta y se apoyó contra una de las paredes del ascensor, tomando distancias de Oliver. Pero él, en un descuido de ella, pulsó el botón de detener el ascensor.

El pánico inundó a Brianda. Odiaba los espacios cerrados y justo se venía a quedar encerrada en un ascensor con Oliver.

-Brianda, ¿Estás bien? —preguntó Oliver.

-Si... Bueno no, odio los espacios cerrados —dijo Brianda empujando un suspiro.

Ésta, presa del miedo, golpeó la puerta, tocó la campana de llamada de emergencia, la cuál nadie respondió, tocó todos los botones, pero nada. No hubo forma de ponerlo en marcha.
Sacó su teléfono móvil y para su mala suerte no tenía señal.

Oliver aprovechó que Brianda había bajado la guardia y se acercó a ella. Acarició su mano derecha suavemente y susurró en su oído un "Tranquila pequeña, todo va a estar bien." Esto hizo que ella automáticamente se calmara y vino a su mente aquel sueño. No dudó un instante y, aunque al sentirle cerca estaba muy nerviosa, se armó de valor para preguntarle.

-Oliver, he soñado contigo, en una playa... Un bello sueño, pero realmente mi vida ahora no es lo que creí que era y necesito saber si es solo un sueño o ya nos conocíamos de antes —dijo ella suplicante.

Oliver tensó la mandíbula, recordó las palabras del doctor con el que había hablado del caso de Brianda y no podía decirle nada, era algo que simplemente tenía que ir recordando poco a poco o le haría mal a su cerebro.

Después de unos segundos, Oliver decidió seguir el consejo del doctor, mantener todo aún en secreto hasta que ella pudiera recordarle.

-Si, nosotros nos conocemos desde hace muchos años, siempre nos hemos llevado muy bien, pero tranquila, no hablemos de eso ahora.

Luego de estas palabras Oliver acarició su cabeza dulcemente y Brianda se sintió más tranquila, sentía que poco a poco iba confiando en él y no entendía como podía hacerlo dado que, a pesar de sus palabras, para ella Oliver aún era un desconocido, pero al menos le había dicho la verdad.

Pasaron un buen rato sentados en el suelo del ascensor contando anécdotas de sucesos en sus respectivas empresas y con ello, Oliver hizo el tiempo más ameno.

Tras un buen rato, Oliver pulsó de nuevo el botón de llamada de emergencia del ascensor y está vez si funcionó. Una operadora les dijo que en una media hora les sacarían de allí y así fue.

Cuando llegaron al despacho, Oliver se sinceró con Brianda y le pidió que lo ayudase a hablar con su padre para mantener la presidencia de la empresa. Ella prometió hacerlo aunque no se le ocurría cómo.

Cuando llegó las nueve de la noche, Oliver había pasado todo el día en la empresa arreglando el supuesto fallo de los ascensores.

Se ofreció a llevar a Brianda a cenar y está aceptó.
Cuando llegaron al restaurante, uno de los altos zapatos de tacón de Brianda se rompió y su pie hizo un crujido justo antes de ella caer al suelo. Su pie estaba hinchado y morado.
Alarmado, Oliver la llevó al hospital y tras varias radiografías y pruebas, les informaron de la rotura del pie y le pusieron un yeso.

Sintiéndose culpable sin serlo, Oliver le ofreció llevarla a su casa pero ésta le informó de que ya no residía en su hogar sino en un departamento sola. Entonces Oliver le sugirió que se quedara en su casa al cuidado de Rosi y suyo. Tras varias discusiones, consiguió que Brianda aceptara.

Una vez en la casa de Oliver, Brianda fue subida por éste a una habitación que estaba junto a la de él. Su casa era de colores apagados, Brianda prefería los tonos un poco más vivos y que dieran luz. Pero solo serían unos días así que decidió no protestar.

Rosi le subió algo de cenar y Oliver ejerciendo de doctor le dio la medicina que le habían recetado para el dolor.

Poco a poco iba conociendo a Oliver y sentía que le conocía de toda la vida. Era algo que ella no podía explicarse.

Gracias a las muletas pudo ir al baño sola. Al salir casi le parte la muleta en la cabeza a Oliver por el susto que le dio estando detrás de la puerta al abrir.
Él había venido a acostarla. Se quedó a su lado hasta que ella se quedó profundamente dormida esa noche.

 

A la mañana siguiente, Brianda despertó y escuchó que Oliver estaba en el pasillo diciéndole a Rosi que la tratara como una princesa, que la cuidara las dos horas que él iría a la empresa porque iba a traerse todo el trabajo a casa para atenderla mejor.



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En el texto hay: amor, amor tristeza, amor desamor

Editado: 30.06.2020

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