Nada más ver el cambio de expresión de Oliver y la forma en la que aquella mañana se había marchado de su habitación le hizo plantearse si para Oliver era simplemente una inquilina más.
Pasó toda la mañana muy inquieta, dando vueltas al tema y teniendo en claro que se lo preguntaría nada más estuvieran a solas.
Aquella mañana, que había empezado siendo especial por el hecho de que él hubiera ido a despertarla se torno preocupante para Brianda. Y eso que realmente le había gustado que él fuera a despertarla, aunque probablemente jamás se lo diría a él, ella no podía engañarse a sí misma.
Sentía atracción por él. Se auto-convencía de que no podía sentir nada más allá dada su amistad y también teniendo en cuenta que muy pronto se casaría con cualquier mujer, sólo por el hecho de que era para salvar la presidencia de la empresa. Por ello, no tenía permitido sentir nada más por Oliver.
O eso quería creer.
Miró su reloj, aún eran solo las 13:00 del mediodía y tal vez Oliver no llegaría hasta dentro de una hora o algo más.
Estaba sentada en la sala. Aburrida, cambiando sin parar de canales ya que nada la distraía y observó un estante lleno de lo que parecían ser libros de lectura.
Se puso en pie con cuidado y ayudada de las muletas consiguió llegar hasta el mueble. Estiró el brazo y alcanzó a tomar un libro del estante.
Volvió de nuevo al sillón y una vez pudo sentarse abrió dicho libro, que resultó ser un álbum de fotografías muy antiguo. En las fotos aparecía un niño que tenía toda la pinta de ser Oliver. Sonrió y al momento cayó en cuenta del gran parecido con la pequeña Milagros. Eran realmente idénticos.
-Era muy guapo de niño, ¿verdad, señorita?. -La voz de Rosi la hizo sobresaltarse y llevarse la mano al pecho.
-Rosi, me has dado un susto mortal, tipo pre-infarto, en adelante avisa que estás ahí mujer. -Dijo Brianda aún ceceando.
-Si, niña, pero yo creía que me había visto pasar frente a usted hace un momento. -Alegó en su defensa la niñera.
-Y sí, era muy guapo... Rosi, me gustaría hacerte una pregunta y quiero total sinceridad en tu respuesta. -La voz de Brianda era firme y segura.
Rosi, que estaba limpiando un jarrón con un paño, accedió a la petición de Brianda con una sonrisa.
-Claro, pregunte lo que desee. -Afirmó la mujer.
-Rosi, ¿Oliver tiene algún hijo?. -Brianda fue sin rodeos directamente al grano.
La niñera palideció y sus manos temblaron al punto de hacer caer el jarrón que sostenía.
Cuando reaccionó rápidamente se dispuso a limpiar, evadiendo a Brianda y dejándola con la duda.
Se marchó tan pronto recogió los pedazos de porcelana del jarrón y la joven Paredes estaba bastante molesta.
Miró nuevamente las fotos y en una de ellas aparecía ella misma junto a él. Por su cara no podría tener más de diez años.
Abrió los ojos como platos y comenzó a gritar llamando a Shara. Quería una explicación inmediatamente. Pero ninguna de las amas de llaves reaccionó a su llamado.
Completamente enfadada, miró el reloj y era casi las 15:00 de la tarde y Oliver no había aparecido.
En un arrebato de enfado, llamó a un taxi y se marchó a su nuevo apartamento. Eso sí, se llevó las fotos consigo y llamó a un detective que vio anunciado en el periódico. Se citó con éste en su nuevo hogar unas horas más tarde.
Contrató además a un nuevo personal de servicio y aviso por sms a su hermano de su nueva ubicación.
Solo media hora después tenía el teléfono con un sinfín de llamadas de Oliver, Shara, Rosi y hasta de Roxana. Pero no devolvió ni una sola.
Quería estar sola. Se sentía sumergida en medio de una mentira.
Era todo como una horrible pesadilla de la que iba a despertar con o sin ayuda.