Cuando éramos tú y yo.

Capítulo XIII

No sabía bien cuántas noches había pasado lejos de ella. Pero cada segundo la extrañaba aún más. 

Ahora sabía que estaba tan cerca y tan lejos como nunca antes.

Tantos años buscándola y ya no podía acercarse a ella porque ella no quería verle más. Incluso en las reuniones de empresa, siempre mandaba a la señora Ruiz, su representante, para no tener que verle y evitaba coincidir con él en cualquier evento o reunión. Su desesperación aumentaba.

Dio un último sorbo de su vaso y acto seguido se levantó de su silla de cuero marrón. Estaba en el despacho de su casa, mirando por el enorme ventanal el paisaje de toda la ciudad que éste le ofrecía, como ya se le había hecho de costumbre.

6 meses habían transcurrido desde ese día que la vio por última vez. Ella incluso había cambiado de número telefónico.

Todo se había vuelto un enorme caos. Había perdido todo: las pruebas, la confianza... Y a ella.

Lleno nuevamente su vaso de cristal de Bourbone. Lo llevó a sus labios y nuevamente tomó un sorbo. Recordaba que el Bourbone era su alcohol favorito de Brianda y desde la última vez que la vio se había vuelto su compañero.

Caminó hasta el enorme ventanal, apoyó su mano izquierda en el mientras en la derecha sostenía el vaso y posó su mirada en la Luna. La misma a la que cada noche le había pedido y le pedía volver a verla cada noche. 

Caminó de nuevo hasta su mesa y se sentó. Abrió su ordenador y trató de centrar su mente en el trabajo, aunque fue un intento en vano. Solo conseguía que los recuerdos golpearan una y otra vez su mente. Si cerraba los ojos, podía ver claramente su hermosa sonrisa y su dulce mirada.

Suspiró pesadamente. Se tragó el nudo de su garganta y abrió su agenda. Revisó sus reuniones del día siguiente y notó que solo tenía una hora libre. Eso era mucho para Oliver, ya que quería evitar pasar el tiempo solo. Bastante tenia con las noches en las que no conseguía dormir.

Unas horas más tarde, mientras estaba revisando unos correos importantes de unos socios, recibió uno totalmente anónimo. Éste, nada más haberle abierto le hizo palidecerse.

Comenzaba con la siguiente descripción: "He aquí, el acta de nacimiento de la menor Milagros Anderson Paredes. Le adjunto el documento oficial que prueba lo que le acabo de escribir señor Anderson, pues usted no me conoce, pero yo a ustedes sí."

Milagros. La misma niña que se suponía que era hija de Valeria resultaba ser hija de Brianda. Y suya. No daba crédito al documento oficial que tenía ante sus ojos. Le dolía saber que el amor de su vida no recordaba nada.

Ahora todo encajaba. Por eso esa niña se parecía tanto a él. Por eso sentía que la conocía de toda la vida.

Llamó inmediatamente al detective Flores, sin pensar las altas horas de la madrugada que era y le reenvió el correo con los datos, no sin antes haberlo imprimido y guardado en un USB.

Flores no sólo le respondió la llamada y leyó el correo, sino que además prometió una respuesta de si era falso o no ese documento, pero tendría que esperar hasta el día siguiente dadas las horas que se encontraban.

Esperaba con ansias que ese documento, que había llegado hasta él cómo por arte de magia, fuera real. Deseaba gritar al mundo que había descubierto algo grandioso: su hija estaba viva. Era padre. 

Tomo asiento otra vez.

Lleno de emociones encontradas, enterró su rostro entre sus manos y se prometió a sí mismo recuperar al amor de su vida. A su familia. Y no le importaba cuánto le costara, lo iba a conseguir.



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En el texto hay: amor, amor tristeza, amor desamor

Editado: 30.06.2020

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