Cuando éramos tú y yo.

Capítulo XVI

Seis meses. Habían transcurrido seis tristes meses desde que decidió no saber de Oliver, Roxana, Rosi, Shara y hasta del propio mundo.

Consiguió recuperar su salud al menos. 

Juan Antonio, su hermano, no la dejó sola ni un instante. Sentía que le había recuperado a él al menos.

Pero, por más que se repetía a si misma que Oliver era un vil mentiroso, no dejaba de pensar en él. Podría decir que le extrañaba. Tal vez sonaba ridículo, extrañar a  alguien que la había mentido todo el tiempo... pero no podía evitarlo.

Cerró su agenda y continuó haciendo llamadas de trabajo. Estaba realmente ocupando su mente para no pensar... Así al menos conseguía distraerse, mas no lograba disminuir el dolor que todo esto le había producido.

Pero sus problemas no habían cesado.

La noche anterior recibió un correo que le decía que la hija de su mejor amiga, Valeria, no era realmente de Valeria, algo que ella ya sabía gracias a la tía de la propia Valeria. Pero, además, el correo le sugería que ella era la madre de esa niña y le adjuntaba un acta de nacimiento, pero ella no estaba segura de si podía creerlo o no.

¿Cómo poder creerse un e-mail anónimo?. No, no podía creer nada en absoluto trás los últimos acontecimientos de los pasados meses.

¿Y si ese correo era sólo para hacerle confundirse más?, ¿Y si era otra mentira?...

Definitivamente, ya no sabía cuál era verdad y, por más que se esforzaba, solo había logrado recordar que tuvo un accidente y que iba hablando por teléfono con Valeria cuando un enorme autobús se salió de control y les golpeó, rodaron por una cuneta durante unos minutos y desde ahí todo era negro.

Así se sentía, en medio de la nada, porque era así: No tenía recuerdos, no tenía nada.

Para poder dejar de dudar, había puesto todo en manos de un detective y un notario.

Esperaba nerviosa alguna respuesta, algo, lo que sea.

Tomó un sorbo de su café, suspiró y revisó el calendario.

-¡MIERDA!. -Exclamó. No se había acordado de que esa misma noche era una reunión benéfica a la que ya se había comprometido ir personalmente. Eso significaba que su representante no podría ir esta vez y no estaba segura de si Oliver iría.

Resopló, soltó el café sobre el escritorio y se dejó caer en la silla. No podría escaparse toda la vida de él, eso lo sabía, pero le hubiera gustado poder huirle un poco más, hasta sentirse lo bastante fuerte como para hacerles frente a todos y obligarles a decirle la verdad.

No le quedaba más remedio: iría y le haría frente.

O mejor le evitaba entre la gente, tenía entendido de que habría un gran número de invitados.

Cerró su ordenador, tomó su maletín y se dispuso a irse, cuando sonó su teléfono móvil.

-Buenas tardes señorita Paredes, o debería decir señora Anderson... -Sonó la voz del notario al otro lado del teléfono.

-Perdone, creo que hay un error, no tengo nada que ver con ese apellido. Mejor cuénteme que ha averiguado con el acta de nacimiento que le envié, ¿era falsa?. -Brianda no pudo evitar morder su uña mientras esperaba una respuesta.

-Señora, no solo es real ese acta, sino que hemos averiguado que existe un acta de matrimonio de usted y el señor Oliver Anderson... Así que, usted esta casada y ese acta de nacimiento es real, esa menor es hija de ambos... -dijo el señor Miguel Ríos, el notario de confianza de Brianda.

Ésta, sin poder evitarlo, dejó caer el teléfono sorprendida.

Pasó un buen rato hasta que pudo reaccionar y, llena de rabia, bajó el ascensor a toda prisa y se puso en marcha hasta la oficina de Oliver.

Una vez allí, subió hasta su planta con el ascensor y no espero a que su secretaria le avisara, ella directamente entró y allí estaba él, sentado en su silla de cuero negro, que nada más verla se puso en pie.

-Brianda. -dijo sorprendido.- ¿Cómo es que has venido a verme?.

Ella no respondió, camino hasta él y le propinó una sonora bofetada. Él la miraba sin entender nada.

-Me has mentido todo este tiempo en todo... ¿Cuando me pensabas decir que estamos casados y tenemos una hija?, ¿Hasta cuando ibas a mentirme Oliver?. -Brianda rompió en llanto.

Oliver trató de abrazarla, pero ella se soltó de él.

-Brianda yo te puedo explicar todo... Fue tu médico, él nos dijo que no podíamos decirte nada... -Trató nuevamente de acariciarla pero ella se apartó.

-No quiero volver a saber nada de ti, ni de esa gente que dice quererme y me miente en la cara, he perdido todo, pero voy a recuperar a lo único que me queda realmente mío y esa es nuestra hija. Adiós, pronto te mandaré a mi abogado para arreglar lo del divorcio, no quiero verte nunca más.

Oliver trató de agarrarla del brazo pero ella se zafó y se largó del lugar.

Condujo hasta la casa de Valeria, allí la esperaban la jueza Sánchez y su abogado. Una vez aparcó y bajó del coche, se reunió con ellos y se pusieron camino hasta la puerta de entrada.



#47184 en Novela romántica
#12224 en Joven Adulto

En el texto hay: amor, amor tristeza, amor desamor

Editado: 30.06.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.