Esa mañana fue diferente. Se sentía en paz. Por fin después de tanto tiempo su familia estaba bajo su techo, aunque no de la forma que hubiera deseado.
Oliver se levantó de la cama de un salto y se fue directo a la ducha. Una vez se alistó, bajo siguiendo el dulce olor de un desayuno y en la mesa de la cocina estaban ellas. Las mujeres de su vida.
Brianda y Milagros desayunaban silenciosamente, aunque la primera estaba pendiente de cada detalle de la última.
Una media hora más tarde, Brianda estaba terminando de recoger los útiles escolares de la niña y salieron juntos por la puerta.
Milagros miró a Oliver y éste la sonrió dulcemente.
-Madre, ¿por qué no vamos con mi padre en el coche?, ¿por qué vamos por separado?. -Preguntó la pequeña mientras tiraba del brazo a Brianda.
-Eso Brianda, ¿por qué no vamos juntos? Explícanos. -Oliver miraba divertido la situación, mientras su mujer le lanzaba una mirada con desaprobación.
-Está bien, ustedes ganan. Pero solo por hoy. -Espetó Brianda suspirando pesadamente, si bien tenía una tregua con Oliver y habían acordado ser un matrimonio normal frente a todos, no creía que tuviera que ser tan inminente.
Durante el camino, la pequeña comenzó a hablar con Oliver, Brianda observó como ambos tenían el mismo gusto musical y la misma risa. No podía evitar sonreír al mirarles.
Cuando llegaron al colegio, Oliver se había ganado la confianza de su hija, algo que para nada sorprendía a Brianda.
-Te esperaré aquí, Brianda. -Dijo Oliver.
-¿No quieres venir con nosotras?. -Brianda le miraba a los ojos y pudo ver la expresión de sorpresa y alegría mezcladas en su mirada, al tiempo que asentía y bajaba del coche sin pensarlo dos veces.
Milagros se agarró a las manos de ambos y fue saltando hasta la puerta de su nuevo colegio, donde ambos se aseguraron de la protección de la pequeña en su ausencia.
Luego caminaron juntos al coche de vuelta, ambos charlaban animadamente sobre la pequeña, sin darse cuenta comenzaban a unirse.
Durante el trayecto a la empresa de Brianda, Oliver fue hablando también con ella sobre cómo ajustar el horario de ambos para el cuidado de la pequeña, incluso bromearon y rieron juntos.
Oliver le sugirió a Brianda que le acompañara a la empresa, así podrían asociarse nuevamente con sus nuevos productos y ella aceptó, se sentía cómoda con él y no le parecía mal hablar de negocios.
Pero no todo saldría como Oliver esperaba.
Cuando llegaron a la empresa, Brianda saludó a la mayoría de los empleados, los conocía de las otras veces que se había reunido con ellos para tratar algún problema surgido de último momento y ellos la tenían estima, algo que para Oliver no era sorpresa dado que conocía el carisma de su mujer.
Unas horas más tarde, Brianda estaba leyendo el acuerdo con Oliver frente al abogado de éste, cuando de pronto una mujer,de cabello oscuro, ojos negros, vestida de rojo, elegante, hermosa y con voz arrogante, entró en el despacho de Oliver sin llamar.
-¡Con que aquí estás Oliver!, ¿Por qué no contestas mis llamadas?. -Reclamó ésta, mientras se acomodaba la falda.
-Lo siento señor Anderson, le dije que estaba usted ocupado y aún así me ignoró y entró a la fuerza. -Lamentaba la secretaria de Oliver.
-Descuida, ya la atenderemos nosotros. -Respondió Daniel, la mano derecha de Oliver en la empresa.
Oliver observaba insólito la escena. Jamás pensó que esta mujer pudiera irrumpir así en su despacho, más aún cuando él había roto todo tipo de relación con ella meses atrás, en el mismo instante que volvió a ver a Brianda.
-¿No vas a decir nada? Creo que me merezco una disculpa por tu parte -dijo molesta- Tú, traéme un café, pero a la de ¡YA!. -Gritó señalando a Brianda, a la cuál creía personal de la empresa.
-¡BASTA! -dijo Brianda, alzando la voz enfadada- No esperaba esto de ti, Oliver, por un momento casi creía que podría funcionar lo nuestro, pero ya veo que tú tienes ya tu vida montada y esto es una simple farsa por la niña, en adelante lo tendré en cuenta. Y en lo que a volver a asociarnos se refiere, olvídalo. Que tengan buenos días. -Brianda se puso en pie y salió de allí sin dejarles si quiera pronunciar palabras.
Oliver, miró a la mujer furioso y seguidamente a Daniel.
-Vete de aquí Violeta, ya te dije que no quería saber nada más de ti. Y la próxima vez que le faltes así al respeto a mi esposa, me vas a conocer. Y no creo que quieras hacerlo. Ahora lárgate, no quiero volver a verte, te lo dije en su día y te lo reitero, te quiero fuera de mi vida. -Oliver agarró del brazo a la mujer y la sacó del despacho.
-¡VAS A TENER NOTICIAS MÍAS, ESTO NO SE QUEDARÁ ASÍ, OLIVER! -Gritaba ella desde fuera.
Daniel cerró la puerta del despacho y se sentó a hablar con Oliver.
-Amigo, sabes que jamás me he metido en nada, pero, fuisteis amantes y pareja en secreto durante meses, te dije que era mala idea, que te acabaría pesando y ahí tienes las consecuencias, no sé cómo se lo vas a explicar a Brianda, pero te deseo suerte si sigue siendo igual de terca y desconfiada que siempre. -Comentaba Daniel con tono burlón.
-Sí, sigue siendo así o más, la verdad es que no sé cómo decirle que por lo mucho que extrañaba su ausencia y ante la idea de que ella había fallecido, busqué refugio en malos brazos, acabo de ver que no es para nada la mujer que siempre me mostraba ser. La gran Violeta Vianey, por la que todo el país suspira, resulta ser tan arrogante o más que la mayoría. -Dijo Oliver mientras pasaba su mano izquierda por su rostro.
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Cuando llegó a su oficina, Brianda estaba psicológicamente devastada.
Por un instante creyó en Oliver, en que realmente podía quererla, pero ya le había quedado claro que él tenía otras prioridades en su vida y que esto era simplemente por Milagros.