Cuando éramos tú y yo.

Capítulo XVIII

Al rededor de las dos de la madrugada fue cuando Brianda se quedó profundamente dormida. Oliver por el contrario no fue capaz de pegar ojo.

Se levantó a las cinco, cansado de dar vueltas en la cama. Se vistió y salió a correr.

Cuando se disponía a salir de su casa, de frente se topó con Daniel. No recordaba cuánto tiempo hacía que ambos no salían a correr juntos, algo que antes era parte de su rutina.

Cuando hubo pasado un pequeño rato, ambos comenzaron a hablar y a contarse todo lo que pensaban sobre los últimos acontecimientos.

-Oliver, sabes que tarde o temprano Violeta va a joderte si no haces algo pronto... No me malinterpretes, pero si estás decidido a conquistar a Brianda primero deberías eliminar ese dolor de cabeza de tu vida. -Comentó el joven.

-Sé que tienes razón, pero no sé cómo librarme de ella, ya le dejé muy clara mi postura y aún así se ha atrevido a aparecer en mi vida ocho meses después. -Respondió el joven Anderson.

-Ya lo sé, pero es importante que Brianda también lo sepa.  Además, creo que ahora más que nunca te va a costar hacer que ella crea en ti, recuerda que ella desconoce quien eres. Quizá deberías convencerla de lo del médico ese. -Señaló el joven en sus palabras.

-¡El doctor Wilson! Me había olvidado por completo de él. Quizá sea buena idea proponérselo, tal vez ahora que están mi madre y la niña acepte. -Oliver posó su mano en su barbilla al tiempo que decía esto.

Una hora más tarde estaba de vuelta en su casa. Caminó hasta la ducha y una vez se hubo puesto su ropa interior, al salir se chocó contra Brianda. 

Ella lucía adormilada, frotando sus ojos. Vestía una camiseta de las Spice Girls y unos culotes de las mismas. Hasta eso le quedaba sexy.

Oliver tuvo que evitar mirarla, no podía evitar sentirse tan atraído por ella y le costó un tremendo esfuerzo que su amiguito no le jugase una mala pasada y se hiciera evidente su excitación.

Ella no se dió ni cuenta y pasó al baño aún con los ojos medio cerrados.

Oliver aprovechó entonces para alistarse y se ajustó el nudo de la corbata como buenamente pudo. 

Cuando Brianda salió del baño ya arreglada, vio el desastre  de Oliver en la corbata y se la reajustó al tiempo que la señora Petra entraba por la puerta y observó sorprendida la escena.

Brianda la saludó y salió de la habitación dirigiéndose a preparar a la pequeña Milagros para el colegio.

-Vaya, vaya... Parece ser que las cosas están al menos en calma... Si me lo permites, hablaré con ella más tarde, ahora que las aguas están más mansas. -Espetó la señora Petra.

Oliver asintió y juntos bajaron a la cocina, donde ya estaban Brianda y la pequeña Milagros disfrutando un delicioso desayuno.

La niña al ver a su padre y su abuela corrió hasta ellos y Brianda miraba alegre la escena.

La señora Petra se ofreció a llevar a la pequeña al colegio y tanto Oliver como Brianda salieron al trabajo aunque en distintos coches esta vez.

Oliver observó a Brianda mientras se marchaba, ella se despidió con la mano desde el interior del coche, ya no parecía tan enfadada con él pero si que se le notaba decepción en el rostro.

Pensativo, fue conduciendo hasta su empresa, por más que quería no lograba quitarse de la cabeza esa última mirada de Brianda antes de marcharse.

Tampoco fue capaz de concentrarse en la reunión ni mucho menos durante la tarde. Solo deseaba que llegara la hora de volver a casa y poder verla.

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En su oficina, Brianda no estaba teniendo un buen día. 
Su llegada al trabajo fue como siempre, aunque su ánimo estaba hoy por los suelos.
Tenía que admitir que ver esta mañana a Oliver semi desnudo y fingir que no había visto nada probablemente había sido lo más difícil que había tenido que hacer en años. No podía evitar sentir deseo hacia él.
Luego se le venía a la mente todo lo que había sucedido el día antes y el nudo a la garganta volvía y alguna lágrima de decepción se le escapaba.
No entendía que le pasaba, pero no le gustaba la idea de que Oliver tuviera otra mujer en su vida que no fuera ella.
Pero, ¿qué le estaba pasando?... Oliver nunca había sido suyo, no podía sentir eso por él, no le estaba permitido.

O eso creía ella.

Cuando llegó la hora de irse a casa, una vez bajó al aparcamiento de fuera, donde hoy había decidido dejar el coche por comodidad, se llevó otra sorpresa desagradable: la rueda se había pinchando.

¡Qué maravilla!

Cuando pensaba que su día no podía ir peor, resulta que al cambiar la rueda, una vez se montó, el coche no arrancaba.
La situación mejoraba por segundos.

Irremediablemente tuvo que llamar a Oliver, quien a los pocos minutos llegó y llamó a la grúa.

¡Bravo!

Cuando peor está la situación justo sucede esto, ahora le tocaría volver a casa con él en el coche.

Una vez la grúa se llevó su precioso Seat, Brianda se marchó en el Aston Martin de Oliver rumbo a casa, suspirando pesadamente mientras miraba por la ventana.

El trayecto parecía diez veces más largo debido al silencio que les rodeaba.

En el aparcamiento, cuando Brianda se dispuso a bajar del coche, Oliver puso seguro a las puertas, obligandola así a quedarse dentro.

-Brianda, escuchame, lo que pasó ayer fue un malentendido. Es cierto que la he jodido, pero quiero que sepas que lo que tuve con esa mujer acabó el mismo día que volví a verte, créeme por favor, sabes demás que jamás te mentiría y menos mirándote a los ojos... Me conoces. -dijo Oliver mientras sujetaba su rostro para que ella le mirase- ¿Me crees?.

Brianda no pudo resistirse, solo podía mirarle a los ojos y pasar la mirada de sus ojos a sus labios, se moría de ganas por un beso suyo, por más que ella se autoconvencía de que eso estaba mal, de que no era para ella, no podía evitar desearlo con todas las fuerzas de su ser.
Instintivamente se mordió el labio inferior suavemente mientras le miraba los labios a él.



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En el texto hay: amor, amor tristeza, amor desamor

Editado: 30.06.2020

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