Cuando éramos tú y yo.

Capítulo XIX

Cuando llegó a la habitación, Brianda se encerró en el baño.
Sonreía al tiempo que con la yema de sus dedos acariciaba sus labios y sonreía al pensar en la sensación que aún tenía. Ese beso, le había hecho entender que sus sentimientos por Oliver eran muy fuertes.
Pero se negaba a admitir que estaba enamorándose de él. No podía hacerlo, no sin recordarle en absoluto. 
Pero, ¿estaría bien enamorarse de alguien que una vez fue parte de su vida? Ni siquiera sabía que tan cierto era eso de que habían sido pareja o si simplemente fue un matrimonio de conveniencia que estaban tan de moda en ese mundo que ellos se movían.

Se desnudó y se metió en la ducha una vez puso el seguro a la puerta. Lo último que quería era que Oliver pudiera entrar.

Dejó el agua caer sobre su cuerpo, pero no conseguía quitarse el fuego que Oliver había encendido en ella.
Se maldecía a si misma por ello.

Quince minutos después salió del agua.
Se colocó un albornoz que le quedaba enorme, debía ser de Oliver.

Abrió la puerta y miró, intentando asegurarse de que Oliver no estaba por allí y una vez lo hubo logrado, se colocó su pijama y se tumbó en la cama. Encendió el televisor y trató de distraerse y no pensar, pero ese beso venía a su mente una y otra vez, y con el cada sensación que había sentido.

Un rato después Oliver entró a la habitación y Brianda se sobresaltó.

-¿Qué haces aquí?. -preguntó mirándole  fijamente.

-Te recuerdo que es mi habitación también y que aquí esta toda mi ropa... ¿Se me permite ducharme, señora Anderson?. -respondió Oliver divertido.

Brianda bufó y le quitó la mirada de encima, se centró nuevamente en la televisión o eso intentaba hacerle creer a él.

Oliver por su parte cogió su ropa y se metió al baño. 
Al igual que ella había hecho antes, él también dejó caer el agua en su piel para intentar quitarse el fuego que le quemaba en la piel, pero tampoco pudo.
Si a eso además le sumaba que la había visto en ese pijama corto de seda que mostraba su lado más sensual, aunque ella no parecía ser consciente de sus encantos.

Le costaba contener sus deseos más intensos hacia ella. No podía evitar sentirse así. Ella siempre había sido el centro de su deseo, la única mujer que era capaz de excitarle con solo una mirada.

Una vez se secó, se colocó su ropa interior y su pantalón, él no era amigo de las camisetas.

Cuando salió, Brianda le miró y nuevamente el fuego se avivó en ella.
Le quitó la mirada, pero el deseo se había apoderado de ella.

Oliver le hizo un gesto para que le hiciera un hueco a su lado y ella asintió y se separó de él lo más que pudo.

Pusieron una película de comedia, pero pasaron más tiempo mirándose de reojo que atendiendo a la película.

-Lo he pensado, y sí, creo que Juan Antonio tiene razón, tal vez debería ir con el médico ese... Ya sabes, para intentar conseguir otro diagnóstico, tal vez así recuerde algo sobre el embarazo de la niña. -dijo Brianda, mirando directamente a Oliver.

-Creo que sería la mejor decisión para todos... Espero que, con un poco de suerte también te acuerdes de mí. -Respondía Oliver al tiempo que cogía sus manos y se encontraba en su mirada.

Oliver se acercó lentamente a ella, por una parte quería tenerle muy cerca, que la besara y le hiciera tener nuevamente esos sentimientos que le nacen cuando sus labios se unían pero, por otro lado, tenía miedo de dejarse llevar y hacer algo de lo que pudiera arrepentirse.

-No Oliver. No te acerques más... -Brianda pronunciaba estas palabras con dificultad, el deseo que sentía al ver los labios de Oliver a escasos centímetros de ella solo le provocaban el deseo de lanzarse sobre él, le estaba siendo difícil contenerse y eso era algo que nunca le había sucedido con nadie que ella recordara.

Ignorando estás palabras, Oliver la sujetó por el cuello suavemente y la atrajo hasta él, fundiendo sus labios en un beso nuevamente.

Poco a poco se iba intensificando el beso, las lenguas de ambos jugaban, se entrelazan y Brianda perdió el equilibrio, dejando su cuerpo completamente apoyado en la cama, Oliver estaba sobre ella y sus manos solo buscaban acariciarle.
Su cuerpo reclamaba las caricias de Oliver, su intimidad estaba completamente humedecida por la excitación y no podía evitar gemir entre los labios de Oliver.

Éste, acariciaba su muslo, subiendo desde la rodilla, paseaba la yema de sus dedos por su suave piel, lo que le arrancaba pequeños jadeos.
Oliver notaba que su miembro buscaba fundirse con ella, el roce de sus sexos sobre la ropa les hizo gemir a los dos.

Brianda deslizó sus dedos sobre la espalda de Oliver y apretó suavemente sus dedos sobre su trasero, el roce de su piel bajo sus manos solo hacia que el fuego que habitaba en ella se hiciera más intenso, necesitaba tenerle dentro, no podía aguantarse más.  
Le miró, tratando de hacerle ver le necesitaba y él asintió, tampoco era capaz de controlarse más.

Cuando comenzó a desnudarla, la puerta se abrió de pronto, era Rosi, que venía a dejar las toallas.

Brianda, muerta de vergüenza, soltó un grito y corrió a esconderse en el baño.

Oliver, molesto por la interrupción de su ama de llaves, golpeó la cama con el puño cerrado, tanto que le había costado que ella se dejara llevar, para que ahora en segundos le hubieran robado la posibilidad de volver a sentirla siendo uno con él.

-Lo siento mucho joven Anderson, no era mi intención, solo hacia mi trabajo. -dijo nerviosa y apenada la mujer.

-¡¿Cuántas veces tengo que decirte que toques la puerta?!. -dijo Oliver furioso.

Brianda, al escuchar los gritos, salió del baño.

-Calmate Oliver, no ha pasado nada, de verdad... Esta todo bien. -Brianda sujetó el rostro de Oliver entre sus manos, haciendo que éste se calmara.

Rosi se disculpó nuevamente y salió de la habitación.

Nuevamente se quedaron solos, pero esta vez Brianda fue quien habló con Oliver.



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En el texto hay: amor, amor tristeza, amor desamor

Editado: 30.06.2020

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