Aquella noche Brianda soñó con Oliver. No podía decir muy bien en qué lugar se encontraban, puesto que no le sonaba de nada. Pero, ¿a quién no le gusta estar en medio de la naturaleza?, y más si es con el amor de su vida.
Oliver había preparado un picnic. Era un lugar precioso, rodeado de verdes árboles. Había unas amapolas rojas, que por alguna razón le encantaban. Delante suya, en el suelo, había la típica manta en el suelo, con la cesta y unas flores. Una sonrisa se dibujó en sus labios. Era perfecto.
Oliver la abrazó desde atrás, besó su nuca y respiró su aroma. Le encantaba que hiciera eso, pues la hacía sentirse única y especial.
Se sentaron unos minutos más tardes y Oliver sacó varios tuppers con comida, unas latas de refrescos y fruta. Comieron mientras charlaban animadamente.
-Quiero que se llame Patricia. -dijo Oliver al tiempo que mordía un pedazo de fresa.
-¿QUÉ? ¡NI LO SUEÑES!. -gritó molesta Brianda- ¡JAMÁS LE PONDRÉ EL NOMBRE DE UNA DE TUS EXS!. -terminó de decir mientras cruzaba los brazos bajo su pecho, mostrando su enfado.
Oliver se echó a reír y entonces entendió que era una broma. Se sintió boba por no darse cuenta de que, una vez más, la había estado tomando el pelo.
Terminaron de pasar el día y después Oliver la llevó a una enorme mansión. Debía conocerla pero a ella no le sonaba de nada.
La besó dulcemente en la puerta, se miraron a los ojos y luego entró. Vio desde la ventana como Oliver se marchaba en su coche y luego ella se giró sobre sus talones, poniéndose en marcha al piso de arriba, subiendo cuidadosamente los escalones.
Y ahí despertó. No sabía si era producto de su mente o si se trataba de un recuerdo. Suspiró y se asomó al balcón.
Por un lado sabía que había hecho lo correcto pero por otro lado le dolía mucho haber perdido a Oliver. Le amaba, se había enamorado... ¿O se habían despertado sus sentimientos?. Si lo que todos le decían era verdad seguramente no era la primera vez que se enamoraba de él.
Le dolía la cabeza de tanto pensar.
Miró entre sus papeles y vio el número de teléfono del especialista de que tanto le había hablado Oliver. Decidida, llamó y sacó una cita para el día siguiente.
Se preparó y salió a correr, lo necesitaba. Descargar toda la energía que solo le estaba haciendo comerse la cabeza una y otra vez.
Después de media hora, coincidió en una plaza con Daniel. Parecía estarla esperando, pero no estaba segura.
-Buenos y deportivos días. -saludó el joven.
-Buenos días, Daniel. -Brianda fue muy seria.
-Brianda, sé que no es asunto mío y sé que no quieres que me meta, porque he podido conocerte muy bien. -hizo una breve pausa y prosiguió- pero déjame decirte lo que sucedió aquel día, porque yo estaba en la oficina y lo presencié todo. Sabes que yo jamás te mentiría y menos a ti. -la miró a los ojos al tiempo que corría a su compás.
-De acuerdo, te escucho... Pero sólo porque eres tú. -Le miró y él asintió.
Daniel le contó todo tal y como había sucedido. Ella no puso duda en sus palabras.
Se despidió de él y continuó hasta llegar a casa. Se aseó nuevamente y puso rumbo a su empresa, su trabajo, donde esperaba despejar la mente. No lo consiguió.
Se reunió con Rosi, la cuál le contó la misma versión que Daniel y cómo había estado Oliver desde su marcha.
Oliver tampoco se dio por vencido y se presentó en su oficina. Se negó a recibirle, pues había tomado una decisión y así se la hizo saber a él por medio de Daniel: No volvería a verle hasta que no le recordara.
Fue entonces cuando Oliver cayó en cuenta de algo... ¿De qué se conocían tanto Brianda y Daniel como para que ella haya creído en sus palabras?...