Aún muy sorprendida, tomó asiento y, el apuesto joven, el cual se había presentado como "Oliver Anderson", resulta que era su nuevo socio.
La reunión se desarrolla con normalidad. Oliver es muy inteligente, sabe perfectamente como meterse en el bolsillo a los socios y hasta la propia Brianda queda asombrada ante él.
Tras dos horas finaliza la reunión y, muy caballerosamente, Oliver se despidió de ella y se marchó.
Después de un largo día lleno de sorpresas, al fin llegaron las nueve de la noche.
Brianda se estiró en el asiento de cuero negro y luego cerró su ordenador, ya mañana terminaría de revisar las estadísticas ya que se sentía demasiado cansada.
Salió de su despacho, con el maletín marrón que usaba diariamente en sus manos y caminó hasta el ascensor, pulsó la tecla roja y esperó hasta que se hubieron abierto las puertas ante ella. Acto seguido entró en el y pulsó la tecla que llevaba al garaje, donde esperaba por ella su coche. Un audi Q5, nada del otro mundo, pues era una mujer muy sencilla.
Se subió a su coche y condujo hasta llegar a su casa y, cómo era de costumbre, Shara, su ama de llaves y la que durante su infancia fuera su niñera, la estaba esperando en la sala junto con Roxana y Valeria.
-Buenas noches, niña Brianda —dijo entonces Shara educadamente y regalándole una tierna sonrisa.
-Pues con la cara que traes, cualquiera diría que vienes de un entierro en lugar de venir del trabajo —comentó Valeria en tono burlón.
-Ja, ja —respondió Brianda mientras caminaban al comedor y acto seguido tomaba asiento en la mesa.
-Bueno, mientras Shara nos sirve la cena, podrías irnos adelantando que era eso tan importante que querías decirnos. Valeria me sorprendió realmente cuando me lo comentó –dijo Roxana bastante divertida.
Brianda rodó los ojos al techo y apoyó los codos en la mesa. Las miró a ambas, de una a otra intermitentemente.
Tomó una bocanada de aire, como para darse ánimo y por fin les contó.
-Esta mañana he chocado contra un hombre guapísimo mientras hacía running...
-Tú siempre tan cuidadosa —comenta Valeria y tanto ella como Roxana ríen a la vez.
-Si... Pero aquí lo importante no es mi patosidad. Resulta que este hombre ha aparecido esta tarde en una junta y es mi nuevo socio. Su nombre es Oliver Anderson.
Al escuchar el nombre, tanto Roxana cómo Valeria palidecen. Se miran la una a la otra en silencio, hasta que finalmente es Roxana quien opta por hablar.
-¿Y bien?, ¿Qué te ha dicho?, ¿Pasó algo? —pregunta mientras se muerde las uñas.
-¿Qué se supone que un extraño deba decirme, Roxi? Yo no lo conozco de nada, es cierto que me es familiar su cara pero no le he visto nunca antes o al menos no lo recuerdo... ¿Hay algo que deba saber? —pregunta Brianda con una ceja arqueada mirando a ambas.
-No, no... Nada. Yo le conozco por las revistas, igual que Roxana, su empresa es de las más importantes del mundo de la informática y electrónica —dijo Valeria con voz segura.
Brianda estaba segura de que no le estaban contando todo, pero decidió dejar el tema.
Lo cierto es que gracias a sus amigas ahora sabía algo más sobre él.
Cuando terminó la cena, Valeria se despidió.
Ella tenía una hija de ocho años llamada Milagros.
No estaba casada, pero hasta donde sabía o al menos hasta donde le habían contado, el padre de Milagros no había querido hacerse cargo de la pequeña.
Roxana se quedó un rato más. Brianda aprovechó para tratar de sacarle más información, pero fue en vano, pues según Roxana, ella no sabía absolutamente nada más de Oliver.
Una vez Roxana se hubo ido, Brianda se metió a la ducha y dejó caer el agua caliente sobre su piel. Quería olvidarse de todo por un rato, pero no lo logró.
Media hora más tarde, cuando ya se había alistado, se dispuso a ir a la cama para dormir. Estaba a punto de hacerlo cuando su teléfono vibró en la mesita de noche y ella extendió su mano para cogerlo.
El mensaje provenía de un número desconocido.
No confíes en todo lo que crees saber, trata de recordar, te están robando tu vida frente a tus ojos...