─Por aquí ─dijo la mujer al entrar a una especie de oficina─. Toma asiento por favor ─y Mía obedeció.
El lugar era agradable y la luz se colaba por grandes ventanas.
─Gracias ─dijo Mía un poco nerviosa y se sentó.
La mujer elegante también se sentó y pidió a Mía su currículum. Ella le entregó una carpeta y la mujer se puso unos lentes y además de guapa, se veía intelectual. Luego comenzó a leer.
Un momento después miró a Mía y se quitó los lentes.
─Tus referencias son muy buenas ─dijo la mujer─. Pero… yo prefiero, y por mucho, escuchar a los aspirantes por qué quieren o merecen el trabajo.
Mía se mordió un labio y ofreció una sonrisa sincera.
─No lo merezco, sinceramente ─confesó─. La verdad es que lo necesito. Quiero ahorrar este verano para continuar mis estudios el próximo ciclo escolar.
─¿Qué estudias? ─indagó la mujer de pelo corto.
─Terapia física, terminé segundo año. El próximo ciclo concluyo mi tercer y último año. Es una carrera técnica.
─Ya veo. Con razón tu experiencia. Entiendo, querida. Te seré sincera y lo haré porque es mi costumbre decir de frente lo que pienso. Tu vestuario no es el más presentable para una entrevista de trabajo, pero me gusta tu originalidad.
Mía no lo sabía aún, pero aquella elegante mujer era la directora de una importante agencia de modelos. Ella era la diseñadora de modas de la prestigiosa marca de ropa Danevi.
Ante aquel comentario, Mía se sintió abochornada y halagada. Miró su suéter, sus cabellos desordenados y el pantalón de rodillas rotas. Pensó que desde que había entrado, aquella señora la había estado observando. Solo sonrió y luego de tragarse su vergüenza, dijo:
─Gracias por sus palabras. Creo que tiene razón. Pero pienso que muchas veces es mejor ser una misma y que los demás te conozcan tal como eres para que en el futuro no se sorprendan por la verdadera personalidad que tarde o temprano dominará.
─Es muy acertado tu comentario. Espero que no te moleste el mío, Mía, ¿cierto?
─Así es. ¿Usted se llama…?
─Dime Nadia, por facor.
─Así lo haré, Nadia.
─Gracias, querida. Bueno, pasemos al asunto que nos compete: Christopher.
Aquel nombre, Christopher… Mía tuvo un vago recuerdo, oír aquel nombre lo evocó. El amor de su adolescencia. El muchacho que así como llegó, se fue. Pero no manifestó ninguna reacción en su rostro, más bien esperó que Nadia continuara.
─Veo que tienes bastante experiencia cuidando niños y personas adultas. ¿Has cuidado alguna vez algún muchacho de veintitrés años con dificultades motrices? Christopher es un caso particular. No es inválido, de hecho puede pasear por el jardín, le encanta hacerlo. Pero necesita terapia física. Además de una agradable compañía, que es lo que más me interesa en este momento. Yo no puedo cuidarlo porque necesito trabajar, por eso, después de que estuvo encamado, le busque varias personas para que lo cuidaran, le hiciera compañía y platicaran con él. Han sido ya más de diez muchachas y hasta el momento ninguna ha durado más de una semana, que es el tiempo de prueba.
─¿Tiempo de prueba? ─preguntó Mía con interés.
─Así es. Los primeros siete días son solo de prueba. Es pasar con Christopher ciertas horas al día durante ese tiempo. Es una prueba tanto para las candidatas como para él. Si él se siente cómodo con alguna de ellas o alguna de ellas con él, entonces es la que se queda con el puesto.
─¿Y ninguna se ha quedado entonces? ─preguntó Mía intrigada.
─La que más ha durado fue por dos días. Al tercer día ya no regresó.
─¿Qué problema tiene su hijo, exactamente? ─quiso saber Mía─, pues nunca he cuidado jóvenes con discapaci…
─Mi hijo no es discapacitado ─interrumpió con seriedad Nadia─. Mira, Mia, Christopher tuvo un accidente y… está en proceso de recuperación.
─¿Cuál será mi trabajo entonces? ─preguntó la muchacha.
─Tú solo tendrás dos trabajos: hacerle compañía y darle terapia física dos veces al día, por la mañana, cuando llegues y por la tarde, antes de irte. Es demasiado solitario y casi no platica con nadie después del accidente. La finalidad de contratarte es que seas su apoyo emocional y físico.
─¿Quiere que lo entretenga?
Aquella pregunta le pareció ociosa a la señora.
─No quiero que seas su payasa ─aclaró Nadia─. Lo único que debes hacer es cuidarlo. Estar al pendiente de él. Cambiarle el ánimo y auxiliarlo en todo lo que él necesite. Ah, y lo principal, las dos terapias que te comento. Tú sabes más de terapia física que yo, así que no será ningún problema.
─De acuerdo, yo creo que no será muy difícil ─dijo Mía no muy convencida.
─Ya verás que no. Me gusta tu optimismo. Hoy será tu día de prueba. ¿Sí tienes una hora de tiempo? Solo que se retire la muchacha que está con él ahora y enseguida sigues tú. La verdadera entrevista te la hará él. Estarás una hora a su lado y después, él elegirá a una de las chicas. Si dependiera de mí, no te daría el empleo porque tu sentido de la moda no es el mejor, pero… tienes otras cualidades y la última palabra la tiene Christopher. Por lo tanto irás con él y al concluir la hora, él decidirá si eres tú la elegida o alguna de las diecinueve chicas que han hecho la entrevista. Tú eres la última de esta semana. Como has de imagina, mi hijo es bastante especial y ninguna de las chicas ha podido cumplir con sus expectativas. Sinceramente algunas de ellas, como diez, eran muy hermosas. Por mí las hubiera contratado, pero a Chris le parecieron bastante… ¿desabridas? No recuerdo qué palabra uso exactamente, qué termino. Pero algunas son ya parte de mis modelos para la próxima colección otoño-invierno. Espero de verdad que tú puedas superar a esas chicas. Te deseo mucha suerte.