Ella se dejaba conducir por él. Después de Chris había decidido no volver a enamorarse. Había sido muy doloroso vivir sin él, lo más doloroso que había experimentado en su vida. Y esas heridas dejaron una huella profunda en su corazón. Pero borró eso de su mente cuando la señora Nadia apareció.
―Veo que ya se conocieron ―dijo la madre del muchacho sin ninguna emoción en su cara y Mía se soltó enseguida―. En una hora más te veo en mi oficina, Mía. Y tú, Chris ―dijo Nadia mirando al chico―, no hagas sentir incómoda a nuestra invitada.
―Descuide, señora, eso no pasará ―respondió el muchacho en tono juguetón.
Cuando Nadia se fue, Chris le dijo a Mía que se sentara en una banca que estaba junto a lo que parecía la entrada a un jardín mucho más grande, pero no se asomó.
―Vamos a iniciar la entrevista ―dijo él, sentándose también.
―De acuerdo ―asintió Mía.
Él sustrajo de la bolsa de su pantalón una libreta pequeña, una pluma y unas gafas. Se puso las gafas y pareció más intelectual. A Mía le hizo gracia aquella acción.
―A partir de este momento, señorita Mía, iniciamos su entrevista de trabajo para ver si se queda con el puesto de Encargada de su servidor, Christopher Bale. ¿Le parece bien?
Ella lo veía con mucha atención. Le parecía inverosímil que estuviera en aquella situación, pero decidió participar activamente.
―De acuerdo ―respondió ella tomando el papel de una chica en una entrevista de trabajo. Aunque de pronto sintió que estaba con un reportero que le hacía preguntas para un show de televisión.
―Excelente. ¿Cuál es tu color preferido? ―preguntó él en tono serio.
―Azul ―respondió ella con tranquilidad.
―Mmm, muy bien ―asintió Chris, como si aquella respuesta fuera lo que estaba esperando―. Ahora, ¿cuál es tu mayor sueño en la vida?
La chica se detuvo a pensar.
―¿Qué clase de entrevista de trabajo es esta? ―preguntó.
―Quisiera conocerte un poco más. Quiero saber a cargo de quien estaré en los próximos días ―argumentó él.
―¿Y cómo estas preguntas te ayudarán a conocerme? ―cuestionó ella.
―¿Acaso nunca has leído El Principito? ―preguntó seriamente el muchacho.
―Eh… El Principito es un libro para niños ―comentó Mía de inmediato.
―¿Qué? No es un libro para niños ―refutó Chris como si iniciara un debate serio―. Yo lo he leído y no soy un niño ―en ese instante Mía volteó los ojos, pero Chris no se dio cuenta―. ¿Has leído la página principal del libro siquiera?
Mía sí había leído el libro, pero no recordaba la página principal.
―Hace mucho tiempo que lo leí ―comentó ella―, cuando era una niña. Y honestamente no recuerdo esa página.
―Está bien ―dijo Chris serenándose―, te perdono ―y Mía puso cara de ¿whats?
―Y por qué tendrías que perdonarme, yo no te he ofendido ―aseguró la muchacha.
―Te perdono también por hacer esa pregunta. Y no me has ofendido, solo que no comprendo cómo pudiste olvidar la página principal de El Principito, es el corazón de la novela. ¿Qué te pasa?
―¿Qué te pasa a ti? Por qué te pones a discutir por un libro de quién sabe qué año y de quién sabe qué autor.
―No importan el año ni el autor, sino el contenido ―aseguró él con toda la tranquilidad del mundo al ver que su entrevistada había adquirido una actitud desafiante―. En la primera página el autor dice que ese libro es para todos aquellos que alguna vez fueron niños. Eso significa que el libro no es solo para niños, sino para todos los niños, incluidos los que llevamos dentro. Los niños que fuimos alguna vez.
Al oír aquellas palabras, a Mía se le hizo un nudo en la garganta y a sus ojos se asomaron las lágrimas. Volteó la cara hacia donde él no pudiera verla.
―¿Qué pasa? ―preguntó Chris un poco alarmado―. ¿Por qué quieres llorar?
―No es nada ―respondió Mía limpiándose los ojos y mirando al muchacho―. Me parece imperdonable haber perdido ese detalle tan importante de El Principito. Pero no me has dicho, qué tiene que ver la historia del principito con la entrevista.
―Todo ―respondió Chris como si fuera obvio―. El principito me enseñó que lo que uno debe preguntar para conocer a una persona, no es qué marca de ropa usa o qué tipo de carro maneja, sino cuáles son las cosas que disfruta hacer en la vida, a qué hora siente ser más feliz y por qué, quiénes son las personas a las que más ama, etcétera. Entonces decidí que le haría este tipo de preguntas a todas las chicas que vinieran. Y sabes algo, ninguna de ellas me había interrumpido y a ninguna de ellas le había explicado lo del Principito. Por cierto, la siguiente pregunta tiene que ver con libros. ¿Estás lista?
Mía pareció interesada.
―Adelante ―dijo.
―¿Cuál es tu libro favorito? ―preguntó él.
―Hay varios libros que me gustan, pero si solo debo decir uno, está bien: Orgullo y Prejuicio de Jane Casten.
―¿De quién? ―preguntó Chris arrugando el entrecejo.