Dedicado a alguien que ya no está con nosotros, alguien que no intentó bajar ni la luna ni las estrellas, pero que sin saberlo nos dejó claro que cuando lo necesitáramos o extrañáramos había que esperar solo un poco, a que se hiciera de noche para mirar con regocijo hacia la cima del cielo, allí donde siempre esperando, se encuentra la luna.
Para mi gran amigo, Eyrián Kindelnver.
Editado: 20.05.2018