Cuando habla el corazón

Capítulo: 8

—¿Dónde están mis bebés? —pregunté nuevamente al ver que todos guardaban silencio con los ojos llenos de lágrimas. Ellos se mantuvieron en silencio, me safé el suero y me senté.

—¡Doctor! ¡Enfermera! —gritó Marcos mientras mi madre me sujetó por el brazo.

—Lisi no te puedes levantar así tan bruscamente, perdiste mucha sangre y te hicieron cesárea. —tragué en seco al escucharla.

—Entonces, ¿dónde están mis bebés? —cuestioné.

—Están bien—respondió mi padre y tanto mi madre como Marcos lo miraron algo asombrados.

—¿Dónde están? Quiero ver a mis niños—dije derramando algunas lágrimas, estaba bastante tensa y agitada. Miré a Marcos y comenzaron a llegar a mi mente de cuando lo vi revolcándose con su secretaria justo el día de nuestro aniversario, pero en ese momento solo me preocupaba una sola cosa y eran mis hijos, es por eso que ni siquiera le reclamé o peleé. Nuestro matrimonio para mí había terminado ese día y ya tendría tiempo de hacérselo saber, aunque imagino que él lo suponía, pero primero quería ver a mis niños, tomarlos entre mis brazos, acariciarlos y abrazarlos como llevaba soñando todo este tiempo.

—¿Cómo te sientes? —cuestionó el doctor acercándose —¿Mareo, dolor de cabeza?

—¿Dónde están mis niños, doctor? Quiero ver a mis hijos —pronuncié.

—Ven, te tomaremos la presión —dijo tomando mi brazo y ya empezaba a preocuparme y me parecía sospechoso tanto misterio.

—¡Qué no! —me negué apartando de mi brazo el equipo y poniéndome de pie, ante lo cual tuve que sujetarme de la cama, pues comencé a sentir un poco de mareo.

—Debes permanecer acostada —orientó el doctor—. Perdiste mucha sangre y aun tu hemoglobina es baja, si sigue así, tendremos que transfundirte.

—Siéntate, cariño—pronunció Marcos tratando de tocarme y aparté su mano de mí.

—¿Dónde están mis niños? ¿Por qué nadie los trae? —volví a preguntar, derramando unas cuantas lágrimas, para ese ya estaba bastante agitada y preocupada.

—Le diré a la enfermera que traiga al bebé inmediatamente—pronunció el doctor—el bebé está bien, lo hemos mantenido unos días en la incubadora porque nació antes de tiempo y un poco bajo peso, pero ya ha ido aumentando de peso y si continúa así en tres o cuatro días podrá regresar a casa con su hijo.

—¿El bebé? Son dos bebés, doctor —pronuncié—. ¿Los dos están igual? —cuestioné y todos miraron al doctor con algo de temor.

—Lo siento mucho—afirmó el doctor—, pero su parto se adelantó y uno de los bebés, la niña hembra que tenía variaciones cromosómicas, no pudo sobrevivir al nacer antes de tiempo.

—Noo—exclamé—Mi niña no puede estar muerta, ella está bien, dime que está bien. —dije mientras unas cuantas lágrimas rodaban por mi rostro y todos se quedaron en silencio bajando la mirada, ninguno se atrevía a hablar.

—Debe calmarse, estar así solo empeorará su salud —pronunció el doctor.

—¿Qué le hicieron a mi niña? —pregunté llorando—. Ustedes no la querían y ahora... Ahora no está. No puede ser, mi bebé no está muerta —dije llorando sentidamente y escuché que la enfermera se acercaba con un bebé en brazos que estaba llorando y no pude resistir mientras todo a mi alrededor empezaba a tornarse oscuro y caí desmayada. 




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