Abrí los ojos lentamente y estaban todos a mi alrededor mientras el médico me examinaba, miré mi brazo y tenía el suero puesto y empecé a llorar nuevamente al recordar todo. A mi lado estaba la enfermera con mi bebé en brazos, se acercó a mí
—Mira tu pequeño—dijo entregándomelo y lo tomé en brazos mientras miraba su pequeña carita, su rostro blanco, sus pequeños labios y sus ojitos azules que imagino luego cambiarían, estaba llorando y yo también lo hacía.
—¿Y mi niña? —pregunté con un nudo en la garganta y la enfermera bajó la mirada.
—Lisi nuestra hija ya no está—respondió Marcos.
—¡Sal de aquí! ¡Todo esto es culpa tuya! —le grité—Nuestra hija murió por tu culpa, pero que te importa si nunca la quisiste.—agregué llorando.
—No me iré, ese niño también es mi hijo—dijo cínicamente—y no me iré de aquí sin él, cuando salga me los llevaré a ambos a casa.
—No volveré contigo, Marcos, no después de lo que le hiciste, me fuiste infiel, todo este tiempo me estuviste engañando, por tu culpa mi hija está muerta—exclamé sin parar de llorar y el pequeño también lloraba intensamente.
—Debes calmarte que estés tan agitada, solo le hace daño al bebé—pronunció la enfermera.
—¡Que se vaya de aquí! —grité—no quiero verlo nunca más—dije sin que hiciera caso.
—¡Que no la escuchaste! —interrumpió mi hermano entrando a donde estábamos y mirando con odio a Marcos, se acercó y me abrazó mientras me desplomé a llorar y besó mi frente.
—Estoy aquí, hermana y no dejaré que nadie les haga daño—pronunció.
—No quiero verlo—dije llorando.
—Vete de aquí Marcos... —le ordenó Ander.
—Alessia es mi mujer y ese bebé es mi hijo—dijo Marcos tranquilamente y Ander caminó furioso hasta él, pero mi madre se interpuso en su camino.
—Calma estamos en el hospital —imploró mi madre y mi padre lo miró con desagrado.
—No hagas una escena aquí—opinó mi padre.
—Si no sales ahora mismo de aquí te echaré a patadas de este lugar y te juro que te vas a pasar una semana sin poder pararte —le gritó mi hermano enojado a Marcos.
—Es la segunda vez que me amenazas en público, si me sucede algo tú serás el principal responsable. —pronunció Marcos.
—Ya quisiera ser yo el responsable, de que algo te pasara poco hombre—agregó Ander caminando hacia Marcos para pegarle, pero mi madre lo sujetó con fuerza por el brazo . —Y que sepas que la muerte de mi sobrina no se va a quedar así, investigaré qué pasó realmente con ella y si le hiciste algo lo vas a pagar muy caro —afirmó y Marcos solo se rió con sarcasmo y salió de allí. Mi padre negó con la cabeza y fue tras de él.
—Marcos—pronunció mi padre llegando a la terraza tras de él. —disculpa a mi hijo, él no tiene idea de lo que hace, está muy dolido por la muerte de la niña
—¿Y eso es mi culpa? —cuestionó Marcos enarcando ambas cejas con cierto grado de enojo.
—Por supuesto que no hijo—afirmó mi padre golpeando su hombro—Ander es muy impulsivo, pero todo se va a resolver.
—Y Lisi no quiere ni verme—pronunció Marcos encendiendo un cigarrillo —yo que no he hecho más que desvivirme por ella, comprándole todo lo que pide. ¿Vio ya el cuarto de su nieto? No le falta nada, ropa, juguetes e incluso un futuro asegurado, todo para nada, para que me vean como el malo.
—Lisi acaba de perder a un bebé, pero ella te ama y te aseguro que regresará a casa contigo, eres un buen hombre —dijo mi padre y Marcos suspiró sacando el cigarrillo de sus labios y soltando una bocanada de humo.
—Por cierto, señor López, cómo van los negocios—.
—Gracias al donativo que le hiciste a mi empresa logramos sacarla de la quiebra. Nuestra familia te debe mucho Marcos—afirmó mi padre .
—Me alegro mucho.
—Ya verás que todo se soluciona hijo—pronunció dándole unas palmaditas a Marcos en el hombro.
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—Iré a ver dónde está tu padre—dijo mi madre saliendo de la habitación y la enfermera se llevó al bebé para la incubadora nuevamente, toqué mi vientre con nostalgia y derramé unas lágrimas.
—Lisi—pronunció mi hermano en voz baja acercándose a mí y miró hacia fuera para asegurarse de que no hubiera nadie cerca—No creo que nuestra Antonella esté muerta—pronunció dejándome algo confundida, así es como pensaba llamar a mi hija.
—¿De qué hablas? —cuestioné con la voz entre cortada.
—Olvídalo—suspiró—no quiero crearte falsas expectativas.
—Ander...¿falsas expectativas?... Se me está desplomando el corazón, perdí a mi niña, nada —pronuncié llorando—nada va a dolerme más que eso —terminé diciendo con un nudo en la garganta.
—Marcos no quería a esa niña ¿lo recuerdas? —cuestionó y asentí—y él ni siquiera nos avisó a tu familia de que habías empezado el trabajo de parto, cuando nuestros padres llegaron ya habías dado a luz y Marcos había mandado a incinerar el cuerpo de la bebé—dijo y cubrí mi rostro llorando al escuchar eso que me dolía tanto y él carició mi cabello—todo eso me parece demasiada coincidencia, demasiado beneficioso para Marcos.
—¿Crees...? —cuestioné con un nudo en la garganta sin atreverme a decir lo que creía que mi hermano pensaba.
—Creo que nuestra pequeña está viva Lisi y si lo está te juro por mi vida que la voy a encontrar.