Cierto sitio de internet publicó: “Siempre se conoce al candidato, pero poco a las personas que hacen que su candidatura sea posible. Detrás de una campaña y promoción para ser elegido, hay un gran equipo de personas que trabajan en la planeación y comunicación de sus estrategias”.
Una de esas personas es el Director, Gerente o Coordinador de campaña. Esta persona cuenta con una gran trayectoria política. Es un líder nato de opinión y a la vez, la cara del candidato, quien trabaja arduamente para lograr que el candidato logre llegar al cargo que aspira obtener.
Es un puesto que muchos desean, incluso desde las sombreas, pero que solo uno logra tener. Quien tiene más probabilidades de conseguirlo es aquel que ha estado previamente junto al candidato como Asesor político de campaña, una suerte de dictador a quien debe seguir todo el personal comprometido en dicha elección. Del Asesor depende en gran medida el éxito o fracaso de la campaña.
Roberto Cienfuegos, Senador del partido “Libertad Unida”, candidato a la reelección en las próximas primarias, a falta de un Asesor, tenía dos. ¿Quién en su sano juicio tendría dos cuando solo se necesita uno? Pues Roberto Cienfuegos. No le gustaba para nada la idea, pero dos de sus viejos amigos, donantes generosos de fondos para sus campañas a lo largo de su vida, le habían solicitado el puesto para sus hijos. Sin embargo, para no ser acusado de nepotismo, les hizo saber que accedería, siempre y cuando ambos pasaran por un período de prueba para demostrar qué tan capaces eran a la hora de elaborar una exitosa campaña electoral.
Héctor y Maya, los jóvenes en cuestión, resultaron ser mucho más competentes de lo que a Roberto Cienfuegos le hubiera gustado aceptar. De hecho, la primera vez que se postuló como Senador en la ciudad en donde ahora residía, ambos muchachos, en su calidad de novatos, aportaron innovadoras ideas para aquella campaña, gracias a las cuales había logrado ser elegido con un amplio margen por sobre el candidato opositor.
Roberto entonces, para tratar de seguir contando con los fondos y el apoyo importante de sus colaboradores y amigos, decidió darle una oportunidad al par de muchachos. Colocó a cada uno a cargo de un equipo de trabajo, esta vez sí en calidad de Asesores Políticos, para que organizaran con dos años de anticipación la siguiente campaña. La campaña de la reelección. Creyó que todo sería miel sobre hojuelas al contar con ambas joyas políticas, pero grande fue su decepción cuando la rivalidad entre ellos comenzó a aflorar. Lejos de aumentar la popularidad del Senador, en el primer año habían conseguido disminuirla. ¿Por qué? Por al menos tres razones. La primera: Porque no había unión en el objetivo común, que era dar popularidad al Senador y conseguir los votos de la gente. Segundo: Porque la animosidad entre Héctor y Maya se hacía evidente no solo para el partido, sino también para el pueblo. Y Tercero: Porque comenzaron a sabotearse cada una de las ideas que ponían en marcha para ganar dichos votos, lo que consiguió dejar una mala imagen del candidato.
- Creo que es hora de que hablemos seriamente, muchachos. – Les dijo Roberto sentándose a la cabecera del salón de reuniones del partido mientras se fumaba un puro y tamborileaba los dedos.
Ningunos de los dos decía nada porque en el fondo sabían por qué Roberto los había citado allí. Luego de sus últimos boicots, esperaban una reprimenda y de las grandes. Se les había pasado la mano y lo sabían bien.
- Conozco a sus padres de toda la vida. A ti, Maya, te conozco desde que llevabas pañales y a ti, Héctor, desde que tus padres te adoptaron siendo tan solo un muchachito. Los vi llevar a sus casas sus primeros novios. Los apoyé cuando quisieron entrar en el mundo político y les di una oportunidad de trabajar codo a codo conmigo en un puesto de mucha confianza. Sus decisiones acertadas y sus ideas para la primera campaña en la que participaron les hicieron ganarse a pulso ser llamados Asesores políticos. Me sentí realmente orgulloso de ustedes. – Héctor y Maya evitaban mirar a Roberto. La vergüenza los consumía. – Sin embargo hoy, no puedo decir lo mismo. Me han decepcionado. Ustedes saben que soy un político honrado, transparente en todos mis tratos y jamás me he visto envuelto en asuntos sucios o corruptos. Pero gracias a SU actuar aquella reputación está a punto de irse al carajo. Esa maldita rivalidad que tienen la han llevado demasiado lejos. Sus constantes luchas de poder han logrado ensuciar mi nombre ante la gente. Han jugado sucio entre ustedes por el simple hecho de que creen ser mejor Asesor que el otro y a la vez dignos de ser mi Gerente de campaña para mi reelección, pero ¿saben qué? Eso se acabó.
- ¿A qué te refieres, Roberto? – Preguntó exaltada Maya.
- Ya no habrá más dos equipos de trabajo. De ahora en adelante solo será uno, así como uno solo de ustedes logrará convertirse en mi Gerente de Campaña. Para conseguirlo, tendrán que trabajar juntos. Ya no más odio, ya no más animosidad, ya no más pugna entre ustedes. Si no son capaces de lograr trabajar juntos en unidad, pueden ir despidiéndose del partido. A partir de mañana compartirán oficina y elaborarán en conjunto una estrategia de trabajo para las próximas primarias. No quiero errores esta vez. Ustedes deciden. ¿Están dentro?
- Estamos dentro. – Se oyó decir a los dos al mismo tiempo.
- Bien. A trabajar se ha dicho. Cualquier cosa, estaré en mi oficina. ¡Ah! Otra cosa más. Los estaré vigilando de cerca. Un sabotaje más entre ustedes y los despediré a los dos por igual. – Roberto apagó el puro, se levantó de la mesa y salió de la sala de reuniones, dejando al par de enemigos sentados en completo silencio mientras cruzaban miradas de aversión.