Cuando la elección es solo una

3.1

La siguiente hora intenté de mil maneras sacar de mi cabeza los eventos que ocurrieron mientras Vladislav y Larisa estaban ausentes. Pero no lograba hacerlo de ninguna manera.

A pesar de las prohibiciones, pensaba en Maxim. Ni siquiera prestaba atención al grito interno que me estaba tapando los oídos. Todo se reducía a una sola cosa...

Mis manos aún sentían su suave calor, y mis labios temblaban ofendidos. Nos faltaban unos centímetros para que todo sucediera...

Locura…

¡No! ¡Así no debería ser! ¡Zoya, deja de soñar! ¡Baja a la tierra! ¡Sumerge tu cabeza en la realidad! ¡Es irracional dejarse llevar por la pasión durante dos minutos!

Por supuesto, esto provocará una gran explosión de emociones, pero ¿cómo miraré después a los ojos de Vladislav y Larisa?

Fruncí el ceño. A regañadientes tomé un sorbo de vino. El alcohol seguía abrazándome, pero ya había apresado a algunos: Miroslava, Vladislav y Larisa. Esos tres, que trabajaban en el mismo lugar, comenzaron a discutir sobre un proyecto en el que llevaban más de tres meses trabajando. Se trataba de la construcción de un puente que debía cruzar un río. Vale la pena señalar que eran arquitectos y trabajaban en una firma de construcción.

Escuché esas conversaciones aburridas y no entendía: ¿de verdad les interesa hablar de esto fuera de la oficina?

Gente enferma...

O no entendía algo. En casa, y mucho menos en un estado en el que todo giraba a mi alrededor, no tenía ganas de hablar de trabajo. Todos mis informes contables debían quedarse fuera de la oficina.

- Son tan aburridos, - dijo Maxim. - Hablan de sus vigas, tipos de acero, y Zoya y yo estamos aburridos. Hablemos de temas más cercanos a la tierra.

- Nadie te retiene, - dijo Larisa, mirándolo con desdén. - Puedes ir a la cocina y allí hablar de recetas de sopa de queso y macetas.

- ¿De verdad? - levantó las cejas claras Maxim.

- Entonces nadie le molestará a nadie, - respondió mi novio, que ya estaba bastante ebrio, dibujando algo con entusiasmo en el papel.

Estaba sentada en shock. Ellos me mandan a mí y a Maxim a la cocina. Esa idea no me daba ninguna alegría. Era aterradora.

- Zoya, vamos, porque con estos nerds te puedes morir de aburrimiento, - se levantó Maxim.

- Uh-huh, - murmuré, terminando el vino de la copa.

- Lleva la jarra contigo, - señaló hacia el vaso en mis manos.

No me quedaba otra que hacerle caso a este chico bastante alto. Por dentro, todo se apretó de repente, y mi respiración se volvió dolorosamente entrecortada.

Entramos en una cocina muy pequeña, donde aún esa mañana había cortado ensaladas y decorado el pastel con crema rosa casera. Este último, por cierto, seguía en el refrigerador. Tendré que recordar servirlo, porque sería una pena que nadie viera tal belleza. Pasé más de dos horas en él.

Maxim puso la botella de vino en la mesa y se sentó en una silla. Detrás de él había una estufa de gas negra, y a la derecha, una ventana abierta de par en par. Yo caí del lado opuesto. El aire frío me soplaba por la izquierda.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 23.11.2024

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