Cuando la elección es solo una

8

Después de la dosis de medicinas y agua mineral, me sentí mucho mejor. No estaba tumbada como muerta. Hasta me estaba dando hambre, pero el apetito se esfumaba con esos pensamientos amargos sobre la relación con Vladislav.

- ¿Y cuándo nos casamos? – me atreví a preguntar de nuevo. – Ya llevamos tanto tiempo juntos... Y aún no hemos hecho nada más…

El chico puso los ojos en blanco, cerró su portátil azul que tenía en las rodillas y giró la cabeza hacia mí. La insatisfacción estaba escrita en su cara con su habitual expresión de desagrado. Esa pregunta, como siempre, no le gustó a Vlad.

- Zoé, ¿estás empezando otra vez? ¿De verdad crees que no te he explicado lo suficiente?

- No es que no me hayas explicado, ¡pero todos nuestros amigos ya se han casado! Y nosotros aún no...

- No todos, - replicó el chico. - Miróslava ni siquiera está pensando en atarse con esas cadenas...

- ¡Entonces eso son para ti cadenas! - no pude ocultar mi descontento en la voz. La ira comenzaba a hervir dentro de mí. Me llenaba de negatividad, que se expandía rápidamente por mi cuerpo y llenaba cada rincón.

- Zoe, no me entendiste bien, - empezó a justificarse el chico, notando mi ira. - Solo que...

- ¿Solo qué? - grité. - ¿Qué?

- Quiero que sea bonito y especial, - respondió rápidamente, mirándome con esos ojos que ahora expresaban miedo.

- ¿Especial? - pregunté de nuevo. - ¿Cómo?

- Si te lo digo, ya no será una sorpresa.

En ese momento me quedé en silencio. Miraba a Vladislav y entendía que había reaccionado de forma exagerada. Quería darme un golpe en la frente por ello. Me sentí muy avergonzada y incómoda frente a él.

- Lo siento, - murmuré, mirando hacia abajo. Empecé a observar mi manicura roja, que me había hecho en el salón hace tres días.

- Cada vez dices la palabra "lo siento", y antes de eso me haces sentir culpable por todos los problemas. Y eso no me hace sentir bien, al contrario, me hace sentir mal. Zoe, ¿cuánto tiempo vas a seguir con estas salidas?

- Desaparecerán cuando me case contigo, - susurré.

- Entiendo, - puso el portátil a un lado y se levantó de la cama.

- ¿A dónde vas? - levantó la cabeza asustada.

- A beber agua, - el chico se dirigió a otra habitación.

Yo salí espantada de la cama y corrí tras él.

¿Quién me estaba arrastrando por la lengua? ¿No tengo ya suficientes aventuras y líos en mi vida? ¡Parece que realmente hacía falta esta situación!

- Perdóname, - dije yo detrás de Vladislav. - No pensé que estaba hablando. De verdad...

- Zoya, no me toques. Mejor vete a la habitación. ¡Solo me estorbas con tus ojos!

Hice una mueca. No quería verme. Esto es simplemente un desastre. ¡Qué día tan raro es hoy!

- ¿Todavía estás aquí parada? - se volvió hacia mí. - Entiendo, entonces me iré...

El chico se dirigió rápidamente al pasillo, donde empezó a ponerse las deportivas. Yo fui tras él. Ahora la situación realmente había sobrepasado todos los límites permitidos y habituales.

- ¡No te voy a dejar pasar! - le bloqueé la entrada con mi cuerpo, que llevaba puesta una fina camisón negro. – ¡A ningún lado!

- ¡Zoe, no me hagas enojar ahora! Quiero salir a dar una vuelta y respirar aire fresco. Me has sacado de quicio con tus tonterías sobre la boda. ¡Y ya basta de sacarle punta a todo! ¿No te estoy preguntando por qué te pasaste toda la noche de ayer en la cocina con Maksim?

Abrí la boca. Un pánico punzante me invadió. ¿Acaso Vladislav sospechaba de algo?

¡Pero espera! ¡Ellos nos enviaron a la otra habitación!

- Hablaban de las macetas, porque ustedes mismos nos mandaron allí - le dije, mirándolo a los ojos.

- ¿De verdad? - frunció el ceño.

- ¿Tienes celos? ¿Eh? ¿No pensaste que Maksim tiene una esposa, con quien estuviste todo el tiempo restregándote como un gato en la pierna? ¿No?

Vladislav bajó la cabeza y se sentó en la silla que tenía detrás. Yo respiraba con dificultad, esperando lo que iba a suceder a continuación.

- Soy un idiota, - susurró el chico. - Idiota...

- ¿A qué te refieres?

- Entiendo por qué estás enojada conmigo, - se hundió las manos en el cabello. - Perdona que me tome tanto, pero realmente necesito tiempo. Zoé, te amo, pero debo superar mi miedo interno...

Me quedé en silencio. Las lágrimas ruedan rápidamente por mis mejillas, pero las atrapó a tiempo con la mano. Me limpié las mejillas.

A esto llevaron mis palabras: solo a una pelea.

- Zoé, lamento que ames a un gran tonto... No tienes idea de lo avergonzado que me siento frente a ti.

- Está bien, - me acerqué a él, me agaché y le puse las manos en las rodillas.

- ¿Lo crees? - levantó la mirada, que expresaba tristeza.

- Sí. Nunca más voy a sacar ese tema. Te harás mi esposa cuando estés listo. Te esperaré… Incluso hasta los setenta años.

- Gracias, pero no hace falta esperar tanto tiempo, - sonrió él y en ese momento alguien tocó a la puerta. Nos miramos sorprendidos, ya que no esperábamos a nadie, y después Vladislav abrió la puerta, y escuché algo bastante extraño:

- Para la chica llamada Vida.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 23.11.2024

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