Cuando la elección es solo una

16.2

¿Y si esta profunda simpatía por Maxim está relacionada precisamente con eso?

Con Vladislav estamos en crisis, necesitaba atención, y aquí aparece Maxim con miradas apasionadas y un beso ardiente.

Tal vez por eso me volví loca. Anhelaba emociones que Vladislav no podía darme, pero ese chico las avivó en mí.

¿Y si Maxim está en una situación similar en su relación con Larisa? ¿Y él también estaba buscando un nuevo aire?

Todo es posible... Pero aquí me asaltaban ciertas dudas.

Solo ahora recordaba que cada encuentro nuestro era especial e inusual. Cada vez que estábamos en compañía, nos sentábamos uno al lado del otro, hablábamos... Como si un imán nos atrajera, y el sábado quedó todo consumado...

Me levanté. Silenciosamente salí de la cama y fui a la cocina, donde me senté en una silla. Cerré los ojos. Los sueños me llevaron a esa noche. Mi nariz olfateaba su perfume, y mis oídos escuchaban su dulce y embriagadora voz. ¿Por qué me torturaba de nuevo? ¿Acaso no tenía suficiente?

Pasé unos diez minutos sentada en la cocina. Me repetía que tenía que seguir adelante, pero era tan difícil. Los sentimientos me invadían, pero el sueño, que de repente tocó a mi puerta, me dijo que debía hundir mi cabeza en la almohada, porque mañana solo era martes y el fin de semana estaba muy lejos.

La mañana comenzó con un beso de Vladislav, la ducha, el desayuno y el aroma del café. También se sumó una tormenta afuera, que comenzó justo cuando mi despertador empezó a sonar de manera insistente. En ese momento, un rayo cayó en algún lugar y luego el trueno retumbó con furia.

Después de eso, hubo un silencio sordo y denso, que fue interrumpido por las gotas de agua, que empezaron a golpear la tierra, llenándola de jugos nutritivos.

- ¡No te olvides del paraguas! - me puse base en la cara y escuché a Vladislav poniendo el almuerzo en su bolsa en el pasillo.

- Está bien, - sonó su voz, y luego, diez segundos después, entró en la habitación y me dio un beso en la mejilla, como siempre.

- Ten cuidado, - le dije.

- De acuerdo, y tú también. Ya tengo que irme. Hasta la noche, pececita.

- Bien, - decía mientras intentaba delinear mis ojos con un lápiz negro que no quería llenar la pequeña distancia entre las pestañas y el delineado.

Después de eso, pasé unos diez minutos dándole a mi apariencia el toque final y luego me ocupé del talón, que me había rozado los zapatos de ayer. No estaba en el mejor estado. Volví a desinfectar la herida y pegué una tirita. Ahora puedo ponerme las bailarinas e ir a trabajar.

Ya había pasado la lluvia afuera, pero seguía nublado y fresco. Caminaba rápidamente, alejándome de casa, hasta que tropecé con ellas: las margaritas.

Mi cuerpo se detuvo. Me dio pena verlas. Estaban en el agua y absorbían la vida de ella. Mis manos se extendieron para recogerlas, pero decidí pisarlas.

Es necesario seguir adelante. Eso es pasado...

En la entrada de la oficina me encontré con Ilona. Esta chica rubia, al verme, sonrió y rápidamente escondió una pequeña caja en su bolso.

- Hola, - le dije. - Hoy brillas de felicidad. ¿Qué te ha pasado? ¿De verdad has ganado la lotería?

La chica sonrió de manera aún más misteriosa. Sabía que me diría la razón de su buen estado de ánimo, ya que teníamos una muy buena relación. Podría decirse que éramos prácticamente amigas.

- Iván, - se sonrojó y sacó la caja que había escondido. - Él me la regaló...

Mis ojos se posaron en unos pendientes de oro con rubíes rojos. Esa joya era hermosa, pero la persona que se los había regalado a Ilona era horrible.

- Son geniales, pero estás loca. Iván es un sinvergüenza...

- Lo sé, pero él me sigue y me dice cosas tan agradables...

- Ilona... Te arrastrará a la cama, satisfará su propia necesidad y luego te dejará.

- Zoe, ¿por qué eres tan cruel? ¿Y si soy la única para él? Tal vez ha cambiado.

- Tal vez, - acepté, porque vi el estado de Ilona. La chica se había vuelto loca, y ahora no había forma de hacerle ver la realidad. Claro, no quería que en una semana estuviera llorando, pero en ese momento mi verdad solo la enfurecería.

Esperaba que Ilona se diera cuenta, ya que yo misma sabía lo womanizer que era el hijo de nuestro jefe.

- Di algo, — me lanzó una mirada la rubia.

- Vamos a trabajar, porque si no nos atrasamos y el señor Mykola Valentynovych nos va a regañar.

- Tienes razón, - aceptó la chica.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 23.11.2024

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